Hoy sería imposible cuantificar cuántos alumnos "pagaron" sus estudios 
fingiendo a todo lo largo de su vida de estudiantes
Félix Luis Viera, México DF | 30/09/2010
Constantemente escuchamos, tanto a los que disienten de la dictadura 
cubana como a aquellos que son partidarios de ésta, expresar que un 
logro incuestionable del régimen castrista es la educación gratuita para 
todos.
Pensemos. ¿Gratuita? ¿Para todos?
¿Es gratuito lo que se da a cambio de la total incondicionalidad de 
parte quien recibe para quien lo otorga? ¿Se le puede llamar gratuidad a 
algo que esté condicionado a un fiel comportamiento del "beneficiado"? 
¿No pagan, y por cierto de manera servil, los niños que desde que 
ingresan en el preescolar, a los cinco años de edad, tienen que repetir 
en la actividad matutina diaria la frase "¡Seremos como el Che!"? ¿No 
tienen que asumir estos niños a lo largo de sus estudios primarios esta 
especie de juramento en todo tipo de actividad patriótica a la que 
asistan —siempre bajo coerción. ¿Pueden los niños cambiar lo anterior 
por un juramento propio y exteriorizar que serán como sus padres o como 
Miguel de Cervantes, digamos? Asimismo, desde el nivel referido los 
escolares deben ingresar en la Unión de Pioneros de Cuba, tomar para sí 
la máxima de "Pioneros por el Comunismo" y colgarse al cuello de la 
camisa de uniforme la pañoleta que los identifica como tales. A lo largo 
de su permanencia en la escuela primaria, tendrán que asistir a 
innumerables actividades políticas de adoctrinamiento establecidas en 
los programas de estudio. Les guste o no a los niños, tienen que 
asistir; les guste o no a los padres, sus hijos tienen que asistir, so 
pena de que el expediente académico del alumno quede "manchado" desde la 
infancia.
A los doce años de edad, cuando ingresan en la Escuela Secundaria 
Básica, los estudiantes están obligados a cumplir, una vez al año, con 
el internamiento en la llamada Escuela al Campo, durante 45 días. Estas 
escuelas, que no son escuelas puesto que allí no se imparten clases, 
tienen la finalidad de que los alumnos trabajen durante el lapso dicho 
en actividades agrícolas, en parajes apartados, conviviendo, niñas y 
niños, en barracas que no cumplen las más elementales normas de 
privacidad y no cuentan con los elementos necesarios para la vida 
cotidiana. Los padres pueden visitarlos los domingos, tanto para verlos 
como para llevarles suministros. Debe agregarse a la "gratuidad" de la 
educación el esfuerzo de los padres, un domingo, para remontarse hasta 
parajes remotos en un país donde la escasez de transporte es proverbial; 
en su mayoría viajan en camiones de carga adaptados. Los alumnos que no 
cumplan con este requisito no podrán continuar sus estudios; salvo los 
que están incapacitados físicamente, y lo certifiquen muy bien.
En días pasados la dictadura dio a conocer que por falta de recursos —no 
de deseos— no podría seguir manteniendo las llamadas Escuelas en el 
Campo. Hasta hoy, los estudiantes que quisieran cursar de manera regular 
el preuniversitario tenían que confinarse en el Preuniversitario en el 
Campo, no había otra opción. Como lo dice su nombre, estas instalaciones 
se hallan alejadas de las ciudades, no pocas carentes de las condiciones 
materiales mínimas para resistir tres años de brega, delimitadas por 
cercas de alambres y bajo un régimen cuasi militar. En la mañana los 
alumnos recibían las clases y en la tarde trabajaban en los sembradíos 
hasta cumplir la norma establecida. Los padres podían visitarlos una vez 
a la semana y llevarles alimentos. Los estudiantes, en dependencia de la 
lejanía que existiese entre su Pre y su casa, recibían "pase" 
semanalmente desde el viernes por la noche hasta el domingo por la 
tarde, o cada dos viernes. De los 15 a 18 años de edad, en plena 
adolescencia, cuando sin duda más cerca deben estar los padres de sus 
hijos, cuando los valores formativos de la familia son más decisivos que 
nunca para éstos, quedaban separados. Varones y hembras en una 
promiscuidad impuesta, justamente en esas edades en que varones y 
hembras guardarían más distancia en caso de que estuvieran en la "calle" 
realizando una vida normal. Lógicamente, enjaulados en sitios así y sin 
otra cosa que hacer que las antes mencionadas, en ese período vital en 
que los instintos carnales afloran con suma fuerza, pues no nos 
sorprendían las lamentables anécdotas que de vez en cuando llegaban 
desde uno u otro de estos Preuniversitarios en el Campo.
Desde los inicios de la revolución castrista la opción por una carrera 
universitaria no ha sido libérrima. Sin un buen expediente de 
"revolucionario" no era posible matricular en periodismo, filosofía, 
relaciones exteriores y otras de suma "sensibilidad" para el futuro del 
socialismo. Desde aquellos inicios existe el lema de la "universidad es 
para los revolucionarios" (y para quienes finjan serlo, se podría 
agregar). Aunque, en verdad, no todos los que llenaban las aulas 
universitarias cumplían con el registro total de "revolucionarios": 
podía hallarse a una joven estudiando agronomía porque sus creencias 
religiosas no "aplicaban" para estudiar Licenciatura en Letras, por 
ejemplo; pero algo es algo, dirían.
No sumarse a las actividades revolucionarias convocadas por las 
autoridades universitarias, significa graduarse con un expediente 
deficiente que será determinante para la futura ubicación laboral. Del 
mismo modo que no integrarse al trabajo "productivo" en el campo en el 
verano, luego de renunciar a un mes de vacaciones.
Desde la década de 1960 comenzó el plan nacional de becarios. Los 
centros de enseñanza se hallan en determinadas ciudades o áreas rurales 
hacia adonde acuden estudiantes de una y otra provincia. Esta es la 
única oportunidad para llevar a cabo los estudios que cada cual desea o 
para el cual ha sido aceptado. Con la fundación de este sistema comenzó 
en Cuba la separación de la familia y el libertinaje masivo. En todas 
las escuelas de becados hay que cumplir con una disciplina 
"revolucionaria" obligatoria y acatar o al menos mostrar acuerdo con la 
"ideología socialista"; de lo contrario el alumno está en problemas que 
pueden ocasionar su expulsión.
Hoy sería imposible cuantificar cuántos alumnos fueron expulsados del 
nivel superior debido a una de las "deficiencias" dichas. Cuántos, de 
este nivel y del preuniversitario, desertaron al no poder resistir la 
lejanía de su familia y la promiscuidad y, más que todo, las reglas 
socialistas impuestas. Cuántos vieron tronchadas sus aspiraciones, su 
vida en fin, porque debieron profesionalizarse en materias que no 
representaban su vocación. Cuántos "pagaron" sus estudios fingiendo o 
mintiendo a todo lo largo de su vida de estudiantes para, de este modo, 
graduarse en la actividad que deseaban.
Reiteramos: ¿es gratuito un intercambio que tiene como base el 
sometimiento de una de las partes? ¿Ha costado poco a la sociedad cubana 
la inoculación, desde la infancia, de la doble moral?
Félix Luis Viera es poeta, cuentista y novelista, nació en Santa Clara, 
Cuba, el 19 de agosto de 1945. Ha publicado, entre otros libros, las 
novelas Con tu vestido blanco (Premio Nacional de Novela de la UNEAC 
1987 y Premio de la Crítica 1988. Ediciones Unión, Cuba), Serás 
comunista, pero te quiero (1995, Ediciones Unión, Cuba), Un ciervo 
herido (Editorial Plaza Mayor, Puerto Rico, 2003) y la noveleta 
Inglaterra Hernández (Ediciones Universidad Veracruzana, 1997. 
Reediciones 2003 y 2005).
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/educacion-gratuita-en-cuba-245954
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