2009-10-20.
Pedro Corzo, Editor, Escritor y Periodista
(www.miscelaneasdecuba.net).- Luis Ignacio Lula da Silva, es sin dudas
un hombre admirable. De origen humilde y sin academia, accedió a la
presidencia de un país que tiene toda la capacidad y la posibilidad de
convertirse en una potencia mundial.
La historia del mandatario brasileño tiene mucho del Príncipe y Mendigo.
De limpiabotas, obrero industrial, dirigente sindical, pasó a fundar el
Partido dos Trabalhadores, PT, en 1980, un grupo muy complejo compuesto
por dirigentes gremiales, ex guerrilleros, intelectuales de izquierda y
hasta personalidades provenientes de la Teología de la Liberación.
El Partido se identificó con el socialismo, y aunque ponía reparos a
ciertos aspectos del denominado socialismo real que imperaba en los
países del este de Europa, esa posición crítica no le impidió una
estrecha relación con la dictadura de Fidel Castro, acercamiento que han
protagonizado el propio Lula da Silva y uno de sus más estrechos
colaboradores, José Dirceu, quien recibió entrenamiento guerrillero en
Cuba en los años sesentas.
Por su intensa actividad se aprecia que da Silva es un trabajador
incansable. Fundó una central de trabajadores en 1986, más tarde,
diputado federal y tres años después fue el segundo candidato mas votado
en los comicios presidenciales.
En 1990 junto a Fidel Castro organizó el Foro de Sao Paulo que pretende
y lo ha logrado con éxito, reorganizar los partidos políticos y
movimientos de la izquierda latinoamericana que habían resultado muy
afectados con el derrumbe del bloque comunista europeo.
El Foro, es un aparato de múltiples colores políticos que reúne
organizaciones democráticas como el Partido de la Revolución Mexicana y
el Frente Amplio de Uruguay, dirigentes políticos como Hugo Chávez y Evo
Morales, también organizaciones de narcoguerrilleros y terroristas como
las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Tiene como fin tomar el
poder político en todos los países del hemisferio y refundar las
naciones en base a los proyectos que auspicien los dirigentes
nacionales, sin perder de vista una solidaridad activa que les facilite
la continuidad en el poder.
La organización ha logrado progresos indiscutibles. Venezuela, Brasil,
Argentina, Nicaragua, Paraguay, Uruguay, Bolivia, Chile y Ecuador están
bajo su influencia, o gobernadas directamente por los miembros del Foro,
que no ceja en su labor proselitista y en el fortalecimiento de sus
proyectos.
Si la gestión política de Lula da Silva ha sorprendido por una
orientación económica que respeta las normas capitalistas, mayor asombro
ha causado que con sus credenciales socialistas y en un periodo en el
que América sufre una epidemia de reformas constitucionales que
legitiman el despotismo electoral haya rechazado, a pesar de contar con
un amplio apoyo popular, la posibilidad de una segunda reelección.
Lula que heredó la exitosa tarea que cumplió durante su mandato Fernando
Enrique Cardoso, esta consciente del papel hegemónico de Brasil en el
continente, particularmente en el Sur, y que el coloso del área, Estados
Unidos, no puede tomar una decisión sin entrar a considerar la opinión
que tenga sobre el asunto Brasilia, que se ha convertido en una especie
de arbitro interesado en el resultado que tengan los diferendos que se
produzcan en el hemisferio.
Lula da Silva, sin el histerismo de sus aliados, ha confrontado con
éxito a los Estados Unidos, y le ha hecho conocer cuales son sus
intereses y que no cejará en su empeño porque estos se concreten. Ha
buscado aliado fuera del continente y en los foros internacionales,
enfatiza sus diferencias con Washington, a la vez que insiste en lograr
un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y
fortalecer la moneda nacional en detrimento del debilitado dólar. Hasta
aquí un nacionalismo valido y respetable.
Su labor internacional ha sido intensa. Ha participado en los foros
internacionales más importantes y gracias al peso específico ascendente
de su país, tanto en política como en economía, se ha ganado la
consideración y el respeto de los gobiernos más poderosos del orbe y su
nivel de influencia en el panorama mundial ha llegado a niveles sin
precedentes en toda la historia de la nación sudamericana.
Pero el mandatario brasileño tiene dos caras. Ha practicado la política
de la manzana, blanco por dentro y rojo por fuera, en lo que respecta a
su actitud ante los gobiernos populistas de izquierda que padece el
continente.
Es una realidad que impulsa para Brasil el progreso, con libertades
públicas y propiedad privada, pero es totalmente indulgente con sus
camaradas del Foro de Sao Paulo, que no cesan de tomar las medidas
necesarias para instaurar dictaduras unipersonales con el misticismo del
inexplicable socialismo del Siglo XXI.
Su silencio cómplice ante los abusos de poder en que ha incurrido Hugo
Chávez, los desmanes del presidente boliviano Evo Morales, el despotismo
del ecuatoriano Rafael Correa y las manipulaciones de Daniel Ortega en
Nicaragua, no se corresponde con la imagen de hombre tolerante y
respetuoso de las ideas ajenas, que muestra a los gobiernos de los
países mas desarrollados. Lula solo enfrenta a sus aliados ideológicos,
cuando estos afectan los intereses de Brasil, mientras tanto acepta sin
protestar las depredaciones contra los demócratas que en el marco de sus
fronteras realizan sus homólogos de la Alianza Bolivariana de Las Américas.
Otro ejemplo de la doble moral de da Silva, es su intensa labor personal
a favor del ingreso de Cuba al Grupo de Río y sus esfuerzo porque la
Organización de Estados Americanos suspendiera las sanciones impuestas a
La Habana en 1962. El presidente brasileño que ha viajado a Cuba en
varias ocasiones, nunca se ha interesado en promover una transición a la
democracia en la isla.
Pero si dudas en lo que Lula da Silva ha mostrado a plena luz su
"socialismo real" ha sido en el caso hondureño. El protagonismo de su
gobierno ha sustituido el que en su momento asumió Hugo Chávez cuando
envió a su canciller a la frontera de Honduras con Nicaragua.
En las últimas semanas ha sido el gobierno de Brasil el aliado más firme
del depuesto mandatario Manuel Zelaya, un compromiso con la democracia
que no manifestó cuando Zelaya intentó imponer un referendo en su país
para buscar una reelección a semejanza de Chávez, Correa y Morales. Su
labor de a favor de severas sanciones contra el gobierno provisional de
Honduras contrarresta con su política de puertas abiertas a favor del
gobierno de los Castro en Cuba.
Fue Brasil y no Venezuela, aunque Caracas fue quien orquestó la
operación, que permitió el ingreso a la sede diplomática en Tegucigalpa
a Zelaya. Es un hecho sin precedentes, porque el asilo en América Latina
esta consagrado cuando se procura refugio dentro del país, no cuando se
viaja del exterior para entrar subrepticiamente a una embajada. Pero
como si fuera poco el derrocado presidente ha usado la protección de
Brasilia, para instigar a la violencia y la insurrección, lo que ha
ocasionado perdidas de vida, daños a la propiedad pública y privada, e
inseguridad ciudadana
Por su parte el Lula da Silva que no reconoce el gobierno de Honduras y
que en justicia no tiene derecho a proteger a ninguna personas que haya
ingresado a un edificio propiedad de su gobierno de la forma que lo hizo
Zelaya, ha contestado con soberbia imperial, tal vez ni el emperador
brasileño Pedro I, lo habría dicho, "que el depuesto mandatario se
quedará en la embajada el tiempo que sea necesario para garantizar su
seguridad", a lo que agregó, "Lo que no es normal no es que Zelaya haya
vuelto, sino que el tal Roberto Micheletti se haya quedado".
Lula ha actuado con extremo cinismo en sus relaciones con los demócratas
del continente, por lo que tienen todo el derecho a considerar que ha
estado fungiendo como el policía "bueno" de la izquierda política del
hemisferio, mientras Chávez y comparsa, cumplen con el rol de "malo",
pero que a fin de cuentas todos quieren lo mismos: El poder para imponer
sus convicciones.
LAS DOS CARAS DE LULA - Misceláneas de Cuba (20 October 2009)
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=23764
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