Jorge Olivera Castillo, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Un cubano de apellido 
Fernández sigue creyendo que la revolución es algo salvable y afín a 
otros valores cercanos al entusiasmo.
Este ciudadano pertenece a ese territorio donde convergen utópicos y 
cándidos, tontos y dogmáticos. Allí todos coinciden en que el socialismo 
cuenta con los méritos para ingresar en la nómina de las maravillas del 
mundo. Identifican la cadena de fallos como tropezones que pasan 
inadvertidos en la carrera hacia la excelencia.
Fernández es lector del diario Granma, preocupado por la proliferación 
de la vagancia entre la población. En su carta enviada a la dirección 
del periódico, se centra en las consecuencias del asunto y elude las causas.
En su visión crítica, no aparecen referencias de los culpables. Va por 
las ramas del problema. Opta por la vía más fácil y menos problemática. 
Pide, con insistencia que se corrijan  las anomalías a través del uso de 
la fuerza.
A partir de su enfoque, no cree necesaria la reestructuración de los 
modos de producción, ni en la urgencia de otras rectificaciones de 
índole económica, laboral, social, para propiciar una dinámica de 
desarrollo sostenible, que  ayude  la erradicación de conceptos y 
estilos de vida crecidos a partir de la aplicación de políticas obsoletas.
Fernández es un observador parcializado. Puede que no tenga el coraje 
para abordar el asunto en toda su dimensión. También es posible que haya 
cumplido una orientación del partido, con tal de crear la apariencia de 
que los ciudadanos de a pie pueden expresarse con cierta libertad sobre 
temas incómodos, o es uno de esos ancianos acostumbrados a una pobreza 
tolerable, y que prefieren convivir con sus rutinas antes que soportar 
los efectos de un cambio en el ocaso de sus vidas.
Lo cierto es que los vagos van a seguir siendo parte de nuestra 
cotidianidad. ¿Qué joven  puede sentir deseos de trabajar con un salario 
que no sobrepasa los 25 dólares mensuales? ¿Por qué el gobierno no acaba 
de descentralizar la economía para dar paso al libre ejercicio de la 
actividad productiva particular, con lo que esto representaría en 
términos de eficiencia, creación de empleos mejor remunerados y notable 
mejoría en los servicios?
La gente no trabaja en Cuba por razones obvias. El sistema es 
disfuncional y sólo puede mantenerse a partir de los subsidios externos, 
la plena competencia de los mecanismos represivos, el racionamiento 
utilizado como una ilusoria fuente de igualdad, unido al acceso 
"gratuito" a los servicios de educación y salud, ambos muy deteriorados.
El vago es un producto de este engendro que de socialismo no tiene un 
pelo. "En Cuba es donde la gente que mejor vive es la que no trabaja" 
–se dice. A Fernández le resulta indignante que esa realidad se conserve 
intacta. El detonante para desatar su irritación debería resumirse en el 
hecho de que los principales responsables continúan en sus puestos 
defendiendo sus intereses de clase.
A esa gente las absuelve con la omisión. Quizás no los ve. El poder está 
demasiado alto.
Es cierto que desde el diario Granma se hace difícil encontrar el ángulo 
para una observación objetiva. No obstante, el tal Fernández es uno de 
esos cubanos que dice haber descubierto rosas impolutas entre los 
escombros del socialismo real.
Armados con fábulas estos personajes quieren salvar a toda costa un 
proyecto político que, según el epitafio, murió en 1968. El año en que 
las credenciales del totalitarismo se asomaron a los destinos de la 
república con el nombre de Ofensiva Revolucionaria.
Cuba: Revolución y holgazanería (30 October 2009)
http://www.cubanet.org/CNews/y09/octubre09/30_C_2.html
 
 
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