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Saturday, May 20, 2006

Vidas rotas La Loba

SOCIEDAD
Vidas rotas: La Loba
Juan González Febles

LA HABANA, Cuba - Mayo (www.cubanet.org) - En los 70, Leyda Urbay Ruano
quiso ser la estrella rutilante del rock cubano. Perdió el aeroplano de
Jefferson y después la astronave. Era una rubita bella, franca y fuerte,
sus amigos la llamaban La Loba. Tocaba el piano y cantaba con mucha
inspiración. Lo hizo con algunas agrupaciones de importancia en aquella
época, como Sonido X.

Llegó al mundo en 1959 con mucha mala suerte. Pocos años después, su
familia decidió abandonar el país. La pequeña Leyda que aun no era La
Loba, recién había recibido la pañoleta de pionera y jurado "ser como el
Che". La mala leche del gobierno y su inocencia le jugaron la peor
jugada de su vida.

En medio de una descomunal perreta en el aeropuerto José Martí, se negó
a abandonar el país. De los brazos de su madre, pasó arrancada por un
miliciano a los de la patria verdeolivo. La familia tomó su vuelo de la
libertad y La Loba se convirtió desde ese instante, en "hija de la patria".

Al menos, no la destinaron al Ministerio del Interior, como suele
hacerse con la mayoría de estos casos. Tampoco fue a dar a las Fuerzas
Armadas. Estudió música y se apasionó por la norteamericana. Se
convirtió en La Loba. Una Loba mansa y dulce que usaba minifaldas y que
a pesar de vivir bajo el desagrado oficial, creyó sinceramente que un
día se convertiría en una artista famosa.

Su ingenuidad y su fe la distanciaron de la embajada del Perú y del
puerto de Mariel. Perdió su oportunidad para reunirse con su familia y
quizás hasta para perseguir su sueño.

Como la vida encuentra sus caminos, al año se casó con un joven rockero,
melenudo y recién expulsado de la Universidad para revolucionarios de La
Habana. Para redondear una parábola sobre su afición por lo
inconveniente, se trataba de un desertor de las Fuerzas Armadas. Años
después, aquel rockero de entonces terminó como periodista libre. En la
actualidad firma sus trabajos como Luis Cino.

A los pocos años fue arrestada, juzgada y condenada a tres años de
privación de libertad. La policía le ocupó menos de cinco dólares. En
aquel momento el gobierno penalizaba la tenencia de moneda
norteamericana. Su familia la ayudaba, y entre otras cosas, el gobierno
no veía con buenos ojos a los emigrados.

Salió de la cárcel con el estigma que en Cuba representa un récord
criminal. No importa que se trate de un delito creado por una autocracia
egoísta. O que haya sido una ofensa desconocida en todos los códigos
penales del mundo civilizado.

Hoy La Loba vive miserablemente en un edificio casi en ruinas de la
calle Reina en Centro Habana, en la capital. Toca el piano en un
conjunto de segunda. Hace una música que anda muy lejos de la que suena
en su corazón, pero le da para comer.

A lo largo de estos años crió dos hijos y les reservó toda la ternura
que consiguió salvar. Vive para ellos. No consigue mantener relaciones
estables de pareja, pero no guarda rencor a los hombres. A fin de
cuentas ellos, le dieron lo mejor y lo peor de la vida. Algunos dicen
que es una mujer dura, yo no lo creo. A las mujeres duras no les brilla
la mirada cuando oyen buen rock and roll de los 70.

Leyda La Loba se pierde en un lugar desconocido mientras acaricia los
cabellos de su hijo. Escucha otra vez, una más, a Jimmy Paige y a Robert
Plant, que la guían como de costumbre en el ascenso. Nunca ha conseguido
alcanzar el último escalón de la escalera que la separa del cielo.

http://www.cubanet.org/CNews/y06/may06/19a9.htm

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