SOCIEDAD CIVIL
Una propuesta para la reconciliación nacional
Miguel Iturria Savón
LA HABANA, Cuba - Mayo (www.cubanet.org) - Hace unos días, un líder 
opositor me obsequió un texto muy interesante. Se trata de la 
intervención de Dagoberto Valdés Hernández, director de la revista 
Vitral, en la tertulia que realiza Michael Klepsch en su residencia. El 
publicista católico aprovechó la invitación del diplomático alemán para 
disertar sobre la reconciliación nacional. Ya había abordado el tema en 
la IV Semana Social Católica, efectuada en Santiago de Cuba en junio de 
1999, y en el editorial de la revista Vitral, correspondiente a 
noviembre-diciembre de 2005.
El asunto constituye una preocupación de primer orden para el disertante 
y para la Iglesia Católica, en la cual Dagoberto Valdés se desempeña 
como dirigente laico y miembro del Centro de Formación Cívica y 
Religiosa, además de su laboral cultural en la diócesis de Pinar del 
Río. El autor de "Cuba: libertad y responsabilidad. Desafíos" reiteró en 
la tertulia de Klepsch su compromiso con la realidad insular y su 
proyecto de nación basado en los principios cristianos.
"Reconciliación: verdad, justicia y magnanimidad" es un ensayo breve, un 
remanso de claridad contra la incertidumbre que galopa en torno a la 
transición a la democracia en nuestra Isla. La pieza comienza con un 
llamado a "la reconciliación con uno mismo, con los demás conciudadanos, 
con la naturaleza y con Dios", para los creyentes. Asegura que tal 
aspiración es la base "para construir el alma deshilacha de una nación". 
Evoca al respecto el legado espiritual de Varela y Martí como una 
"herencia de virtud, verdad y perdón", y la necesidad de ejercer la 
"transparencia sin ensañamientos"; es decir, "verdad con amor y justicia 
con magnanimidad". Advierte que esa "mística cubanísima" constituye un 
paso esencial para abrir un "horizonte de libertad de libertad personal 
y protagonismo nacional".
En esa cuerda idílica del pasado cubano, Dagoberto sugiere "adelantar el 
ritmo y alargar el paso", pues "la reconciliación no es un decreto ni un 
reflejo incondicionado: hay que parirla" y promover "un itinerario de 
desarrollo personal y social que vaya haciendo ciudadanos libres y 
naciones responsables", de manera "consciente y ordenada" y en base a 
"ciertas condiciones". Reclama en ese sentido la fórmula martiana del 
amor como actitud constructiva y la necesidad de levantarnos del 
inmovilismo y el desánimo.
Propone a los protagonistas del cambio la investigación de las causas, 
saber primero qué ha sucedido y reconocer la verdad, los errores de 
todos los lados para no caer "en los mismos errores del pasado". 
Advierte que "no hay reconciliación sin justicia" ni "paz en la 
mentira", y sugiere el diálogo sin complacencia y sin disimulo.
Se detiene entonces en la magnanimidad como "piedra angular de la 
reconciliación" y llama a "pasar por encima de rencores y odios, de 
intereses sectarios o partidistas, de venganzas y ensañamientos". 
Propone "aprender a amnistiar sin obviar la verdad de los hechos, 
reducir las condenas y sacar a cada paso el error cometido", sin el 
"resentimiento y la continua enarbolación de las culpas", ya que "el 
resentimiento diseca y falsea el camino de la justicia y de la paz".
En el sendero de la reconciliación diseñado por este sembrador de sueños 
no faltan alusiones a la decencia y el sentido común, "que significa, en 
la práctica política, no ofender al adversario, no sacarle los trapos 
sucios de su pasado", y aboga por:
- Reconocimiento de la propia culpa.
- Disposición a la conversión y a la reparación del daño.
- Reconocer la participación en el error estructural.
- Aportar hechos concretos de reparación de los daños.
- Desterrar la violencia en el lenguaje y en las actitudes 
interpersonales, partidistas, etc.
- Abarcar todos los ambientes para evitar la doblez moral estratégica y 
la hipocresía total.
- Favorecer un diálogo permanente y plural al interior de la patria, al 
interior de la diáspora y entre las comunidades de la patria y la diáspora.
- Realizar signos y hechos concretos de reconciliación.
- Crear espacios de participación pluralista que sirvan de base a una 
nueva convivencia y a la reforma de la Ley Fundamental (la Constitución).
Finalmente, Dagoberto Valdés sugiere que el camino de la reconciliación 
comienza por nuestra propia familia, barrios, centros de trabajo, 
comunidades cívicas, religiosas y políticas. Asegura que en ese empeño 
no se diluyen los principios, sino que se alzan "más allá de las 
ideologías y los partidos". Propone al respecto dar pasos cortos pero 
seguros, con "visión larga y gradualidad histórica", ya que la 
reconciliación no es fin, "sino camino hacia el crecimiento humano".
La excelente disertación que acabo de reseñar merece admiración y 
respeto. Pero no debe ser escuchada como una sonata en medio de la noche 
insular, ni caer al olvido entre los diarios y las revistas que duermen 
en las hemerotecas. El texto constituye un mensaje de eticidad que 
retoma lo mejor del pensamiento social cristiano, aunque ha de ser 
enriquecido por el propio autor, quien peca de pasión y de idealismo, 
pues obvia el papel que desempeñará la comunidad internacional en 
nuestra transición. Tampoco aborda las circunstancias económicas que 
condicionan la vida de las personas, ni la peculiar actitud del 
castrismo, que ya baraja la sucesión con las fichas marcadas, y sigue 
reprimiendo a la sociedad contestataria que promoverá la reconciliación 
nacional y sacudirá el decorado de inmovilismo sin acudir a las hogueras 
de la violencia.
http://www.cubanet.org/CNews/y06/may06/29a7.htm
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