SOCIEDAD
Todo en grande
Tania Díaz Castro
LA HABANA, Cuba - Mayo (www.cubanet.org) - En Cuba, todo lo que se
proyecta es en grande, como si se tratara de ideas propias de Dios o de
una deidad terrenal. Algo que debe causar gran admiración e impacto, y
abarcar inmensas expectativas en Cuba y en el mundo.
Recordemos el arroz que se iba a producir en la Ciénaga de Zapata para
satisfacer el consumo nacional, el café en el Cordón de La Habana, las
extraordinarias ventajas de la presa Paso Seco en el Parque Lenin, los
ambiciosos planes lecheros, la gran ayuda a la producción de la escuela
al campo, la zafra de los Diez Millones.
Menos mal que no tenemos el río más largo de América, la montaña más
elevada, el edificio más alto o la ciudad más antigua. Nadie soportaría
nuestra vanidad. Tuvimos, eso sí, los grandes misiles que alcanzaban más
de 90 millas, provenientes de la Unión Soviética, y aquella vaca que
llegó a producir cien litros de leche diarios hasta el último día de su
vida.
Pese a que tantos grandes planes han fracasado, la grandilocuencia
continúa a la orden del día en nuestra Isla. Nos informa la prensa
nacional que 4,350 niños y adolescentes de los 15 municipios de la
capital cubana se han vinculado a la Escuela de Ballet de La Habana -que
cuenta con 300 alumnos-, a través de los talleres de orientación
vocacional hacia las artes.
Para ser mejores que nadie -al menos en la danza y no en la economía- se
divulga que en Cuba se lleva a cabo esta experiencia única en el mundo,
enmarcada en la "batalla de ideas", a través de 4,350 niños que forman
parte del gran proyecto, y cuya idea es del máximo líder del país.
Recuerdo aquellas pequeñas escuelas y academias de ballet estatales y
privadas de los años cincuenta que, sin tanto barullo y aspavientos,
formaron bailarines famosos como Alicia Alonso, Josefina Méndez, Loipa
Araújo, Mitha Plá, Aurora Bosh, Enrique Martínez, Margarita y Ramona de
Sáa, Betty Lismore, Sonia Calero, Carlota Pereira, Menia Martínez, Elena
del Cueto, Fernando y Alberto Alonso, Luis Trápaga, Ramiro Guerra,
Santiago Alfonso, Jorge Lefebre, entre otros. Se disfrutaba, tanto en
teatros como en el cabaret de numerosos grupos de baile de excelente
prestigio internacional.
Sin embargo, la escuela actual de ballet, según una de sus profesoras,
la ex bailarina Ramona de Sáa, es la escuela más grande del mundo. Algo
muy parecido, con las mismas aspiraciones, intentó la bailarina
norteamericana Isadora Duncan en Moscú durante los primeros años de la
Revolución de Octubre. Fracasó. La creadora de la Danza Moderna
descubrió al poco tiempo de fundar su escuela que los alumnos, todos
niños, necesitaban comer antes de dar saltos en el aire. Abandonó Moscú
convencida de que su proyecto no tenía sentido durante aquellos años de
hambruna.
Imagino que a la señora Sáa le ocurra lo mismo dentro de algún tiempo,
cuando reconozca que un niño mal alimentado no puede pensar en
desarrollarse culturalmente. Desnutrido no podría llegar a ser un
bailarín de ballet.
No leo en la información de la prensa datos sobre buenas meriendas o
almuerzos para estos miles de muchachos. Se supone que gasten muchas
energías durante varias horas
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