Hospital Infantil Pedro Borrás: réquiem por un coloso
Los pasillos, sótanos, galerías, salas, oficinas, consultas y los 
vetustos ascensores ya no existen. Lo que fue el Hospital Infantil de La 
Habana ha sido reducido a escombros por la ineficacia administrativa, 
indolencia e irresponsabilidad de las autoridades cubanas
sábado, enero 24, 2015 |  Leonardo Calvo Cardenas
LA HABANA, Cuba. -Los pasillos, sótanos, galerías, salas, oficinas, 
consultas y los vetustos ascensores ya no existen. Lo que fue el 
Hospital Infantil de La Habana ha sido reducido a escombros por la 
ineficacia administrativa, indolencia e irresponsabilidad de las 
autoridades cubanas.
En el ya lejano 1988, el hospital insignia de la pediatría 
latinoamericana, rebautizado Pedro Borrás Astorga —joven estudiante de 
medicina que encontró la muerte en la batalla de Playa Girón— fue 
cerrado para una reparación capital con el respaldo de una fundación 
creada para los efectos en Asturias, porque precisamente Borrás Astorga 
tenía ascendencia genealógica en esa región española.
La historia es la tantas veces repetida: deficiente o inexistente 
mantenimiento, deterioro generalizado, reparación capital, ineficiente 
gestión, bajísimo control de calidad, inmisericorde desvío de recursos. 
En este caso el resultado ni siquiera fue una construcción deficiente. 
Según me relata Julio Damián, electricista y vecino de la barriada de El 
vedado, donde se ubica el otrora centro hospitalario, los trabajadores 
contratados para la obra sustrajeron y vendieron casi todos los 
materiales aportados por los donantes asturianos, fueron muchas las 
viviendas del entorno que fueron reparadas o remodeladas con estos insumos.
Al percatarse del desastre, los benefactores asturianos, dicho en buen 
cubano, levantaron el campamento. Un mal día, varios años después de 
"iniciada" la obra, la valla que identificaba a la Fundación Pedro 
Borras de cara a la Avenida de los Presidentes, ya descolorida y 
deteriorada por el sol, la lluvia y tanto abandono, desapareció 
definitivamente y el destino del coloso pediátrico quedó sellado por la 
dimensión de la obra, inviable ante el desamparo financiero o tal vez 
por la necesidad de construir centros hospitalarios de excelencia en la 
lejana Bolivia.
El resto de la historia es simple anécdota, hace pocos años una pared 
mal levantada se desmoronó, cobrando víctimas fatales, durante años el 
abandonado edificio fue refugio de un número considerable de "homeless" 
habaneros y ahora que van desapareciendo los vestigios estructurales del 
antiguo hospital la vox populi especula acerca de que harán con el 
estratégico y céntrico espacio. Con el entrecejo fruncido Julio Damián 
asegura que sería lamentable ver al Borrás, veinte seis años después, 
convertido en una Shopping o en otro parque.
Para mí personalmente, resulta impactante pasar por el lugar y ver como 
se deshace lo que queda de una institución que guarda tan caros 
recuerdos para mí. Yo prácticamente me crié en ese lugar. Mi madre 
trabajó quince años en el Infantil y mi padre casi veinte cinco, allí se 
conocieron y formaron una familia. Se mezclan en mi memoria el recuerdo 
de tanta gente que durante mi infancia me acogió con cariño mientras yo 
desandaba con naturalidad cada estancia del hospital. No puedo olvidar 
los nombres de galenos ilustres —Codinache, Hernández Calzadilla, 
Richard Wells, Benito Bernal, la Dra. Hoan por solo citar algunos— 
quienes con su entrega personal y grandeza profesional escribieron 
páginas de excelencia en esa época, lejana y casi olvidada, en que al 
hospital no entraban alimentos ni ropas de la calle.
A escasas quince cuadras del lugar otra ruina se levanta en lo que fuera 
un centro asistencial emblemático de la capital, El hospital 
gineco-obstetrico Clodomira Acosta, antigua clínica Cardona. Este es 
otro centro hospitalario heredado por la revolución en la barriada de El 
Vedado que fue durante décadas modelo de esmerada atención y excelencia 
profesional. Las bondades del servicio y las cualidades de especialistas 
y técnicos me constan, allí nació mi hija hace veinte dos años.
Hace alrededor de una década el Clodomira, como es generalmente 
conocido, cerró para una reparación capital, finalmente la obra no 
avanzó y el inmueble se fue deteriorando. A pesar de la baja natalidad 
que padecemos la disminución de capacidades hospitalarias provocan 
incomodo hacinamiento en los hospitales maternos que prestan servicio.
Llamo la atención sobre el particular por el hecho de que en la capital 
cubana con más de dos millones de habitantes haya casi las mismas 
instalaciones hospitalarias que cuando éramos setecientos mil hace más 
de medio siglo. El gobierno, cubano no contento con sustraer decenas de 
miles de profesionales y técnicos del servicio para exportarlos a otros 
países, también provoca la pérdida de muy necesarias capacidades 
hospitalarias. Lógicamente los gobernantes cubanos no sienten estas 
deficiencias o carencias porque ellos tienen sus hospitales exclusivos.
Allí en la transitada esquina habanera en el extremo sur de la Avenida 
de los Presidentes, ante los recurrentes comentarios de los transeúntes 
va desapareciendo lo poco que queda de uno de los principales escenarios 
de mi infancia.
A pocos metros del lugar se levanta, ofensiva y desafiante la estatua 
reinstalada del ex presidente José Miguel Gómez (1909-1913), quien en 
1912 ordenó la masacre de varios miles de cubanos negros e inocentes. En 
unos pocos metros, uno frente al otro, se encuentran los monumentos al 
racismo y a la irresponsable desidia de las autoridades cubanas.
Lamentablemente a instancias del gobierno revolucionario la estatua del 
general racista y fratricida va a durar mucho más que el viejo hospital 
de los niños.
Montesinos3788@gmail.com
Source: Hospital Infantil Pedro Borrás: réquiem por un coloso | Cubanet 
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