Marta Santos
La Habana 01-09-2011 - 12:31 pm.
El Estado se retira y deja vacíos y gente frustrada. ¿Capitalismo
neonato o socialismo post mortem?
Cuando Eligia G. sale a la calle enfrenta un fuego cruzado. El de los
mercados. No puede salir indemne. En uno de los dos —privado o estatal—
debe hacer sus compras, pero estas son cada vez más escasas, porque los
productos son cada vez más caros.
"Siento que a las personas como yo, nadie las toma en cuenta", dice.
Lleva una jaba de tela colgada en el antebrazo y suda a mares. En Madrid
o Tel Aviv, tal vez sería una más entre los indignados, pero en La
Habana es una ama de casa resignada a su suerte.
En una vida de 65 años, esta viuda mestiza y bisnieta de esclavos, ha
sido alfabetizadora, luego maestra Makarenko, profesora de nivel medio
por veinticinco años, militante del partido comunista por más tiempo y
madre de dos hijos varones, uno oficial de las fuerzas armadas, veterano
de guerras africanas, el otro empleado público. Una vida ejemplar,
políticamente correcta, la sumatoria de virtudes que ahora no se premian.
"Mis diplomas y medallas están guardaditos", dice a la entrada del
mercado de 17 y K, en el Vedado, un antiguo escaparate agrícola con que
el ejército quiso demostrar cierta competitividad con el sector
campesino privado en una guerra sin tiros que acabó perdiendo.
Transición y costo social
La transición hacia un nuevo modelo económico en Cuba, que mantenga el
status quo político y saque a la economía del marasmo y de los números
rojos del déficit comercial, está dejando atrás a buena parte de la base
social que durante cincuenta años soportó el peso de las malas
decisiones del gobierno y las secundó sin reparos.
"Somos los que alguna vez fuimos llamados despectivamente carneros",
apunta, por su parte, Jorge, el hijo de Eligia, que se desempeña como
jefe de recursos humanos en una destartalada empresa estatal venida a
menos. También es miembro del Partido. "Lo he dicho hasta el cansancio
en mi núcleo", descarga molesto.
Tanto él como su madre integran una cada vez más esquilmada sociedad de
ciudadanos susceptibles de ser apachurrados en el nuevo escenario, donde
el Estado se retira para solo dejar vacíos y un reguero de gente frustrada.
Para el gobierno, el viejo sueño de justicia social se ha convertido en
papel mojado, sin llegar a decir que fue una triquiñuela ideológica.
"En la actual política, está presente el concepto de que el socialismo
significa igualdad de derechos y de oportunidades para todos los
ciudadanos, pero no igualitarismos", expresó a principios de agosto el
presidente de la Comisión parlamentaria de Asuntos Constitucionales y
Jurídicos, José Luis Toledo.
La socióloga Mayra Espina considera, sin embargo, que "se mantiene la
legitimidad del proceso de dignificación de los sectores populares",
porque "hay factores sociales que amortiguan", como las remesas
familiares desde el exterior y los pequeños negocios privados que hacen
un "colchón que impide una ruptura". La especialista, empero, alerta de
que tal situación no puede ser vista como "un bono hacia la eternidad".
La iglesia, por su lado, reclama que se dejen atrás los remilgos
ideológicos. "La generación de riquezas, y el surgimiento de nuevos
'ricos' puede representar un desafío de orden ético o legal diferente,
pero la pobreza extendida no resulta menos desafiante o peligrosa para
nuestra sociedad", evaluó en febrero pasado la revista católica Palabra
Nueva en un editorial titulado "Sin miedo a la riqueza".
Las elites no comparten esa visión de sus socios del clero, avizorando
en los nuevos ricos a futuros competidores políticos que pujarían por
una Cuba abierta al multipartidismo.
Abrir y cerrar, los verbos de la reforma
Evitando un resbalón político, el gobierno avanza a paso de alpinista
para evaluar y adaptar la liberalización a las demandas de control
interno. Hay peligros. Un investigador como José Ramón Vidal avista más
de uno en el horizonte de la reforma.
"Hay dos peligros, entre muchos otros. Uno, pasar de una política que
desconoce la lógica económica a otra donde ésta se convierta en la
lógica dominante y provoque otra distorsión en la comprensión del
complejo entramado de las lógicas sociales. Dos, que la resultante de
los cambios sea el incremento del poder de la burocracia, sin que la
ciudadanía tenga un debido control sobre esta".
Las opiniones de Vidal, aparecidas en Espacio Laical, un portal de la
iglesia católica en la red, hablan más de una caja de Pandora que de un
modelo en equilibrio inestable.
En paralelo, el analista Armando Chaguaceda hace una instantánea
leninista de la transición.
"Se trata —escribe— de un momento histórico donde los pataleos y
acomodos de un viejo orden (y sus gestores) coinciden con los destellos
(en las iniciativas y demandas de la gente) de algo nuevo que aún no
alcanza a nacer".
Preguntas sin respuestas
¿Capitalismo neonato o socialismo post mortem? Es difícil elegir una de
las dos preguntas y mucho más responder ambas.
"La gestión empresarial corresponde a la empresa, no al Gobierno local,
no a la Asamblea local, no al Partido local". Parece que quien habla es
un capitalista chino, pero no, es el mismísimo Ricardo Alarcón, jefe de
la Asamblea Nacional, ahora intentando separar competencias y
descontaminar a la economía de la política.
Para los estrategas del gobierno se trata de armar un modelo que
permita, en el corto plazo, una aceptable viabilidad económica en un
escenario externo donde Estados Unidos continúe de enemigo y los
republicanos podrían regresar en 2012 —con una Venezuela incierta ante
la enfermedad de Chávez y una China tan tacaña y precavida como distante
y centrada en sus problemas.
"Uno de los más grandes peligros que tiene Cuba es reproducir la
dependencia unilateral a un país, en este caso, de Venezuela", advirtió
el economista Juan Triana, durante un foro de discusión de la revista
Temas hace un año. Entonces el liderazgo chavista no atravesaba los
escollos de hoy.
De hecho, la nueva administración cubana ha volcado sus esfuerzos en la
prospección petrolera con capital extranjero en busca de un soporte
energético que la haga dormir tranquila sin tener que llamar a Caracas.
Pero en ese ínterin, el tiempo es el enemigo número uno, un tiempo que
tampoco le sobra a la familia de Eligia G.
"Ya no digo cuántos años podré disfrutar la vida, sino cómo podré vivir
los que me quedan", se pregunta esta exprofesora, quien terminó la
jornada comprando croquetas criollas, confeccionadas a base de harina y
de "ave", que en clave cubana quiere decir averigua de qué están hechas.
"¿Dónde las compré? En la pescadería. No había otra cosa".
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