Última actualización Thursday, 29 September 2011
Por CALEB VEGA*
-  La desaparición del Ministerio del Azúcar (MINAZ), comunicada 
oficialmente por el diario Granma, no es ninguna sorpresa y carece de 
significación real para esa desmantelada industria, otrora orgullo nacional.
Corte mecanizado de caña en la zona de Calimete, en la provincia de 
Matanzas.
Aunque la medida fue analizada el pasado sábado en un Consejo de 
Ministros, que concluyó que "en la actualidad no cumple ninguna función 
estatal", la decisión estaba cantada desde abril, cuando  se anunció que 
el MINAZ iba a ser eliminado y reemplazado por una empresa estatal. 
Mientras tanto, el gobierno perfilaba planes para permitir la inversión 
extranjera pensando en una quimérica revitalización del sector en un 
momento en que los precios del azúcar se han disparado en el mercado 
internacional.
Con la desactivación y demolición de centrales azucareros, ordenada por 
Fidel Castro en el 2002, esta industria perdió más de la mitad de su 
capital y paso de ser una industria rentable y generadora de divisas a 
una industria que apenas puede sostenerse.  Pasó de un papel fundamental 
como estrella de la economía al de un simple espectador en las graderías 
de tercera clase. Su papel de ministerio ya no le correspondía hace 
varios años. Su suerte se venía cocinando, pues su patrimonio había sido 
dilapidado.
Conocí un dicho que decía que quien tiene un amigo tiene un central. Un 
central azucarero era sinónimo de riqueza. Un municipio o territorio 
cubano que contaba con una industria era un lugar próspero.
Fidel Castro tomó cuenta de esto y explotó al máximo la industria 
azucarera, haciéndola responsable por el desarrollo del país y asumiendo 
con las rentas de su producción el sustento del resto de las empresas y 
programas sociales.
Le asignaban un sinnúmero de inversiones con medios propios, totalmente 
ajenos al desarrollo azucarero y fuera de sus áreas, y se descuidaban 
los mantenimientos e inversiones de la industria, así como las tierras 
de cultivo cañero. Poco a poco, pero con una constancia morbosa, el 
flamante MINAZ comenzó su deterioro.
Los centrales fueron convertidos en empresas con una delegación del 
ministerio en cada provincia. Se desintegraron las delegaciones 
provinciales y se convirtieron en grupos empresariales. Hoy le toca al 
ministerio convertirse en el Grupo Empresarial de la Agroindustria 
Azucarera, adscrito ahora a otro ministerio. Por cierto, entre los dos 
juntos no logran tener el patrimonio de uno solo de ellos hace 20 años.
Un país descapitalizado
De los 158 centrales azucareros que existían hasta el 2002, por dictamen 
de Castro se cerraron 71 y muchos de ellos se demolieron, incluso 
algunos habían sido remodelados con inversiones millonarias.  Ahora, 
nueve años después, del total de 61 que podrían hacer la zafra, nos 
enteramos que se mantendrán activos 56, de los cuales sólo 46 molerán en 
la próxima contienda.
La mediocridad en las altas esferas gubernamentales no sólo se revela en 
la eliminación de lo que fue la principal fuente de ingresos para Cuba: 
la industria azucarera. En su empeño por mantenerse en el poder, los 
Castro han puesto en juego la soberanía de nuestro país e hipotecado el 
futuro de la nación. Hoy Cuba no es más que un país descapitalizado y 
sin una estructura empresarial incapaz de generar riquezas ni siquiera 
para la subsistencia nacional.
La desaparición del MINAZ es hoy la metáfora de la desparición del país 
como entidad económicamente viable, convertido hoy en una provincia 
dependiente de Venezuela.
Es horrible y penoso ver las condiciones en que diariamente trabajan lo 
obreros agrícolas cubanos, la falta de instrumentos más elementales como 
machetes, azadas, lima, ropas, zapatos, sin una adecuada alimentación y 
atados a un salario que no cubre ni un tercio de lo indispensable para 
vivir. Esas mismas víctimas están siendo convocadas ahora para cultivar 
caña en terrenos arrendados y salvar la industria del colapso definitivo 
ante la ineficiencia estatal.
En esas condiciones es imposible sustentar una industria. Pasa igual con 
la raquítica ganadería nacional. No hay nada más parecido a un zombie 
que un obrero agrícola. Y para qué hablar de los bateyes de los 
centrales azucareros que fueron demolidos, transformados en pueblos 
fantasmas. Como el país fantasma en que nos han convertido.
* Caleb Vega fue jefe económico del central "Alfredo Álvarez Mola", en 
Sibanicú, Camagüey, y testigo excepcional de la debacle ocurrida en la 
industria azucarera. Laboró en el sector por 15 años y salió de Cuba en 
octubre del 2007. Actualmente reside en Miami.
http://cafefuerte.com/2011/09/29/adios-al-ministerio-del-azucar-fabula-de-la-demolicion-nacional/
 
 
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