Miguel Iturria Savón
LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Un amigo de Centro Habana
que se divorció hace unos días quedó medio traumatizado. Como en el
proceso de liquidación de la comunidad conyugal la jueza suma, divide y
reparte entre ambos el monto total de los bienes adquiridos durante el
matrimonio, a él le tocó la peor parte (el refrigerador) y tuvo que
recompensar a su ex mujer, aunque ésta recibió la vivienda obtenida,
valorada en 6 mil pesos (moneda nacional) por la tasación oficial;
mientras el refrigerador costó 500 cuc (equivalente a 12 500 pesos), por
lo que la letrada, en acto de justicia virtual, lo obligó a entregarle a
su ex 3 250 pesos para equiparar el monto total de 18 mil 500 pesos.
-Me da pena su caso pero no podía hacer otra cosa; tengo que ajustar mis
decisiones a la legalidad y esta parte de los precios oficiales; no de
la lógica ni del valor real de las cosas" - le dijo la jueza al
percatarse de su inconformidad.
Lo sucedido al amigo es insólito y absurdo. Un refrigerador no puede
costar más que una vivienda de mampostería y techo de placa, con jardín,
portal, sala, dos habitaciones, baño, cocina-comedor y terraza. En el
mercado real ese inmueble oscila entre 10 y 15 mil pesos convertibles,
aunque vale más en El Vedado, Miramar, Guanabo o Varadero.
Algo similar pasa con los litigios en torno a los automóviles y las
motos, cuya venta no está liberada en el mercado nacional, salvo los
otorgados por los sindicatos hasta 1990 y los que circulaban antes de
1960, cuyo traspaso es circunstancial y polémico porque están devaluados
en la oficina de registro de vehículos, que los tasa a precios risibles,
ajenos al mercado. Para esos funcionarios una moto traída de Alemania,
Checoslovaquia o la Unión Soviética vale 500 o 600 pesos, aunque pueda
ser vendida en 6 mil cuc o 140 mil pesos.
Con las viviendas ocurre lo mismo. Sólo se puede vender al Estado a
precios risibles. En caso de permuta, herencia o sesión, el arquitecto
de la comunidad tasa el inmueble en base a normativas con las que no
opera nadie; el costo que le asigna es sólo un número que no trasciende
al tráfico de valores. Cuando entran en acción los números oficiales con
los reales sobrevienen cosas simpáticas, ridículas y patéticas.
Algunas prohibiciones y precios absurdos, acentuados por la existencia
de dos monedas, marcan la vida de los cubanos. Existe un mercado oficial
en precio simbólico, de pocos productos y difícil localización. Coexiste
con el mercado real, menos virtual e impuesto por las tiendas estatales
en divisas, aunque abarca otras esferas de producción y servicios y
hasta el mercado negro.
En ese sentido, algunos piensan que el Ministerio de Finanzas y Precios
cumple en ocasiones un papel simbólico, casi virtual y numérico, pues la
doble moneda y los parámetros normativos dictados por entidades
gubernamentales crean un estado de cosas que oscila entre lo real y lo
virtual.
Cuba: ¿Real o virtual? (20 October 2009)
http://www.cubanet.org/CNews/y09/octubre09/20_C_1.html
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