Huber Matos: anecdotario en primera persona
Por WILFREDO CANCIO ISLA
El Nuevo Herald
A 50 años de los dramáticos sucesos que estremecieron la vida cubana
tras anunciar su renuncia como comandante revolucionario, Huber Matos
está más comprometido que nunca a no olvidar. Cree en la memoria como un
recurso para salvar el futuro de Cuba y recuenta su pasado de aventuras,
triunfos y agonías con la pasión de un guerrero que no escatima energías
ni tiempo para hablar de la patria.
Matos, de 91 años, no se cansa de relatar con lujo de detalles las
anécdotas que rodearon sus días de gloria y su decepción del poder
revolucionario, codeándose con los principales hombres de aquella gesta
liderada por Fidel Castro.
Este domingo reunirá en las oficinas de la organización que dirige, Cuba
Independiente y Democrática (CID), a amigos y seguidores para escuchar
una grabación que hiciera en la madrugada del 21 de octubre de 1959,
cuando presintió que ese sería el último día de su existencia. La cinta
fue conservada y sacada de Cuba hacia Puerto Rico poco después de su
arresto, y ha podido conservarse hasta hoy en un disco de acetato. El
mensaje dedicado al pueblo cubano es una apelación final a Fidel Castro,
reafirmando la lealtad a los principios democráticos.
Y Matos también hablará de sus sueños patrióticos y recordará anécdotas
que son parte indisoluble de la historia de Cuba. En primera persona.
Antagonismo con Fidel
Fidel Castro y yo siempre tuvimos un marcado antagonismo personal,
porque a pesar de que él reconocía mi capacidad organizativa y
liderazgo, era una persona que acostumbraba a insultar y humillar a sus
subordinados, y conmigo eso no funcionó, simplemente no se lo permití
nunca. Por eso decía que yo era muy impulsivo. A veces eran insultos con
palabrotas y agravios delante de toda la gente, con el fin de
avergonzarte. Recuerdo una reunión en el Tribunal de Cuentas de La
Habana, a fines de marzo de 1959, con más de 100 miembros de la
dirigencia del Movimiento 26 de Julio y del Gobierno revolucionario.
Allí Fidel la emprendió contra el propio Raúl Castro por la tardanza en
el traslado de los campamentos militares. Le dijo indecencias realmente
indecorosas. Raúl salió de allí llorando, con la cabeza baja.
La popularidad de Camilo
Fidel sentía un celo tremendo por la popularidad de Camilo Cienfuegos,
que era un líder natural, con una simpatía que contagiaba. Y porque era
un hombre extremadamente valiente. El había establecido que los cinco
jefes principales de la revolución éramos, por orden de jerarquía,
Fidel, Raúl, Huber Matos, Camilo y el Che Guevara. Pero desde muy al
principio del triunfo, en los primeros meses de 1959, comenzó a hablarme
mal de Camilo. Me dijo que había cometido un error al nombrarlo al
frente del Estado Mayor del Ejército Rebelde. Que Camilo era un bohemio,
que tomaba demasiado aguardiente y lo descocaban las mujeres. Camilo
cayó en desgracia por su carisma de gente de pueblo. Estaba también muy
preocupado por el rumbo comunista que se asomaba ya en la revolución. De
eso conversamos mucho Camilo y yo. Es muy curioso que en el último
discurso de Camilo desde el Palacio de la Revolución, en el acto para
denigrar sobre mi conducta, Fidel lo puso a hablar como penúltimo orador
antes que él y se suponía que debía hablar de mí. Sin embargo, no
pronunció mi nombre y terminó el discurso pronunciando los famosos
versos de Bonifacio Byrne sobre la bandera. A mí me obligaron a oír ese
discurso desde una celda en el Castillo del Morro y me sorprendió mucho
que ni me mencionara ni pidiera paredón para mí. Eso yo pienso que fue
su sentencia de muerte. Después de eso yo recibí los recados
confidenciales de Camilo en la prisión, a través de un enviado del
Estado Mayor, de que debía fugarme, porque me iban a fusilar. Su
desaparición dos días después no hizo más que confirmar mis sospechas de
que los Castro querían quitárselo del camino.
Los fusilamientos
Sí, en Camagüey hubo fusilamientos, pero traté de que los tribunales
establecidos se guiaran por reglas definidas y que se condenara a morir
estrictamente a aquellas personas que tenían crímenes probados, no por
las arengas de Fidel Castro. Camagüey fue la región donde menos se
fusiló en todo el país. Cuando Fidel venía a mi casa en Camagüey
criticaba que no se estaba siendo enérgico en los juicios, que no se
estaba fusilando suficiente. Decía que había que dar una lección
histórica. Fue una estrategia calculada: sembrar el temor en el pueblo
antes de que la revolución se tornara marxista leninista.
Raúl Castro y la noche de San Bartolomé
Raúl es un hombre muy hábil en la insidia, capaz de predisponer a una
persona contra otra con mucha malicia. Es muy inteligente para la maldad
y tiene sangre fría para matar. En una reunión que tuvimos en el Palacio
Presidencial el 11 de junio de 1959 me dijo que para que la revolución
se consolidara había que realizar en Cuba una noche de San Bartolomé,
que es como se conoce la masacre perpetrada contra los hugonotes en
Francia en 1572. Raúl me contó una vez que cuando él se estableció con
su columna en la zona de Mayarí, en los días de la Sierra Maestra,
eliminó a muchos rebeldes por ser indisciplinados, que se negaban a
obedecer a su mando. "Les di guiso, guiso sin contemplaciones'', me
dijo. En Santiago de Cuba, luego del triunfo de 1959, me dijo que de la
justicia revolucionaria se encargaría él. La misma mañana del 12 de
enero de 1959, cuando yo fui trasladado a Camagüey, fusiló a más de 100
personas en Santiago de Cuba.
Un hombre tenebroso
Ramiro Valdés estuvo a cargo de mi custodia cuando me arrestaron y fui
trasladado desde Camagüey a La Habana. Es un asesino de pura raza, muy
dócil a los Castro. Tenía cierta rivalidad con Raúl desde los días de la
Sierra Maestra, pero eso ya lo superaron hace rato. Es un hombre
tenebroso, le place hacer daño. En la Sierra tenía el rol de detectar y
matar a los que se infiltraban en las filas rebeldes.
Mi amigo el Che Guevara
Conocí al Che en la Sierra , estuve al principio bajo sus órdenes y
pronto hicimos una gran amistad. Era un aventurero que estaba aguardando
por un espacio para cumplir alguna hazaña, y la revolución le venía al
dedillo para sus propósitos. Eso me lo confesó él mismo cuando le
pregunté por qué se había enrolado en la revolución. No era entonces un
asesino nato, aunque luego en la Cabaña fusiló sin piedad a mucha gente.
Fueron los Castro quienes lo convirtieron en un matarife, en una máquina
de matar. Se acercó a mí porque yo tenía una preparación cultural y le
gustaba debatir sobre literatura y escritores. Todas las mañanas
hacíamos un tiempo para hablar de Dostoievski, de Víctor Hugo, de
Balzac. Era un hombre culto. Un día le dije que me parecía que
ideológicamente él estaba muy cerca del marxismo. "Yo tengo algo de
marxista, pero nunca compatibilizaría con un sistema como el estalinismo
soviético", me confesó. Creo que en ese momento hablaba con sinceridad.
Huber Matos: anecdotario en primera persona - Cuba - El Nuevo Herald (23
October 2009)
http://www.elnuevoherald.com/noticias/america_latina/cuba/v-fullstory/story/571830.html
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