Frank Correa
LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Hace un mes, un viejo
amigo, pescador submarino, propuso algo que no se podía rechazar: llenar
el refrigerador de pescados si escribía su historia.
De la mochila sacó patas de rana, una escopeta de aire comprimido, un
traje isotérmico. Caminamos hasta el muro del círculo social obrero
Marcelo Salado. Se lanzó al agua, escopeta en ristre y una larga cuerda
con una boya blanca. Se puso la careta, el snorkel, y se alejó nadando
suavemente. A partir de ese instante la boya blanca indicó su posición
aproximada. Me senté en el muro, a preguntarme cómo conducir su
historia. Estuve más de tres horas aburrido, esperándolo en la orilla.
Cuando salió traía una sarta de pescados al hombro.
Esa historia se repitió durante varios días. Al refrigerador no le cabía
un pescado más y comenzamos a cambiarlos por arroz, limones, aceite,
pan, cebollas. "Es mucho", le dije al amigo.
-Aprovéchame, que pronto llegará el viento de cuaresma, yo me iré y tú
volverás a las mismas. ¿Cómo va la historia?
-No sé qué final tendrá -le confesé.
Soltó una carcajada. Como ha leído libros de autoayuda desbroza los
temas con perspicacia. Habló sobre la importancia de conocer el
comportamiento de las corrientes. De la velocidad que se adquiere cuando
se deriva con exactitud. Del facilismo que brinda la elipse en el Golfo
de México.
En aquel momento no entendí ni jota. Estaba demasiado concentrado en
el final.
El quinto día, como siempre, lo acompañé hasta el muro. Ató un porrón
plástico lleno de agua al asta de la boya, y una tabla. Me extrañó que
las veces anteriores no los llevara.
-La corriente está de Pinar del Río y el viento del sur. Puedes ir con
ellos a donde te plazca –dijo dándome unas palmadas en el hombro,
antes de tirarse al mar.
Ese día se alejó tanto que la boya despareció de mi vista. Regresé a
casa para escribir el final. Estuve tan inmerso en la redacción que el
tiempo se volvió borroso. Al atardecer fui hasta el muro y mi amigo no
apareció. Le pregunté a otros pescadores, pero ninguno supo darme razón.
Las luces de La Habana comenzaron a encenderse. Me presenté en el
puesto de guarda fronteras, que radica en la desembocadura del río
Jaimanitas y reporté la desaparición. El oficial de guardia anotó los
datos personales.
-¿No puede organizarse un rescate?
-El mar es inmenso -dijo el oficial-. Debemos esperar mañana a ver si
recala.
El amanecer me sorprendió mirando el mar. Esperé todo el día. Y el
siguiente. En vano.
Ayer encontré la historia entre mis papeles. La leí varias veces.
Intento creer que el pescador cumplía cinco objetivos con su extraña
incursión:
1- Utilizar ese punto del litoral para la observación.
2- Pasar los últimos días conmigo.
3- Ayudarme a sobrevivir.
4- Protagonizar una historia.
5 -Partir.
Cuba: Historia submarina (19 October 2009)
http://www.cubanet.org/CNews/y09/octubre09/19_C_6.html
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