Entre el cinismo y la estupidez: los dirigentes cubanos anuncian el fin
del paternalismo estatal en Cuba
Importantes figuras de la clase política cubana ha declarado la
intención de terminar con el paternalismo estatal. ¿Están esos mismos
funcionarios dispuestos a renunciar, en consecuencia, a los controles
autoritarios sobre la población cubana?
El periódico cubano Granma, es probablemente y a pesar de los muchos
competidores, el peor periódico del mundo. No informa, ni discute. Solo
adoctrina. Dice un viejo chiste que si Napoleón lo hubiera tenido a su
favor, nadie hubiera conocido el desenlace de Waterloo. Todos los
periódicos cubanos son simples cajas de resonancia de la letánica
perorata gubernamental cubana. Pero el Granma y sus mediocres
funcionarios lo son con particular orgullo.
Ahora Granma se une al coro de los funcionarios que exhortan al pueblo
cubano a "apretarse el cinturón". Ciertamente una invitación cruel, toda
vez que hablamos de una población con salarios insuficientes para
disponer de tres comidas elementales diarias. Y cuando lo consigue es
gracias a una corrupción generalizada en que cada quien se roba lo que
puede del propio estado (una inmensa e indestructible acción de
resistencia) o porque recibe ingresos extras en alguna moneda diferente
a la moneda nacional, en particular los ingresos que provienen de los
cubanos emigrados. Cerca de dos millones de personas a los que se niega
el derecho a volver a vivir en el país que nacieron y solo pueden
visitarlo comprando un permiso del gobierno.
Pero aún así Granma, a través de su director, un funcionario con muy
baja preparación cultural cuyo principal mérito ha sido su indómito
oportunismo, vuelve a la carga exigiendo "austeridad". E incluso acusa
al pueblo cubano de padecer de los síndromes del "pichón" (andar con la
boca abierta para que les alimenten) o del Avestruz (esconder la cabeza
para no ver los problemas). Un ejercicio de cinismo mayor que solo habla
de la descomposición moral e intelectual de la clase política cubana.
La realidad es muy diferente.
En primer lugar, si el cubano en la isla abre la boca, no es porque lo
quiera, sino porque toda actividad independiente está prohibida o
coactada de tal manera que es imposible ejercerla con éxito. Pero cuando
los cubanos emigran, trabajan con dedicación e inteligencia. Y logran
prosperar económicamente, al punto que pueden mantener a sus familias en
Cuba y pagar peajes al gobierno cubano con los que el gobierno
seguramente sostiene los aceptables niveles de vida de funcionarios
insensibles como el director del Granma: un hombre despreocupado de la
urgencia de las tres comidas y de otros menesteres que agobian las vidas
cotidianas de los cubanos.
En segundo lugar, si los cubanos actúan como el avestruz y prefieren
adoptar una posición cínica frente a los problemas, es porque el sistema
no les ofrece espacios reales para que sus opiniones sean efectivas. Y
cuando algunos han querido dar sus opiniones contra todo obstáculo, han
sido reprimidos brutalmente, con el destierro o con la cárcel. Y en esa
represión el periódico Granma –y su paniaguado director- han sido
mecanismos claves, denigrando y estigmatizando a quienes, con todo
derecho no importa sus orientaciones políticas, han preferido no
esconder la cabeza.
Hay algo que finalmente el director del Granma parece no entender.
Durante lustros la sociedad cubana fue sometida a un sistema que
efectivamente le garantizaba un nivel de consumo social e individual
modesto pero suficiente para evitar la pobreza. Lo hizo sobre la base de
los extensos subsidios soviéticos entre 1970 y 1986, y posteriormente
Fidel Castro quiso volver a hacerlo con los subsidios venezolanos, pero
los recursos y el tiempo solo le alcanzaron para poner en práctica
algunos desvaríos seniles como la repartición de chocolatín y de
artefactos electrodomésticos. Lo importante es, sin embargo, que a
cambio de la protección estatal, la población cubana pagaba un alto
precio político: la lealtad sin fisuras a las políticas en curso y a la
clase política, o al menos el sentido común de no expresar la
deslealtad. Es decir, una relación clientelista/paternalista tan
peculiar como efectiva.
Si efectivamente el gobierno cubano decidiera poner fin a sus políticas
paternalistas –subsidios al consumo personal, fin del pleno empleo
encubridor del subempleo generalizado, etc.- entonces debemos esperar
que también la población cubana busque sus propios derroteros y renuncie
a su fijación clientelista. Es, por decirlo de alguna manera, lo más
decente políticamente: abrir espacios para organizaciones populares
independientes que representen los intereses sociales diversos frente al
estado y al mercado. Lo otro es querer entregar a la población cubana,
indefensa y maniatada, a un proceso de reestructuración económica en que
la élite tecnocrática empresarial, y dentro de ella muy particularmente
los militares capitaneados por el clan Castro, devendrán la columna
vertebral de la nueva burguesía del capitalismo cubano.
Cuando uno escucha al director de Granma diciendo lo que le autorizaron
a decir, siente que todo se está acabando, pero de la peor manera, en
medio del enconamiento y la atomización social, de la pobreza
generalizada, de los caminos truncados, del cinismo político y del
autoritarismo vulgar disfrazado de socialismo.
Haroldo Dilla Alfonso
Periódico 7 Días - Entre el cinismo y la estupidez: los dirigentes
cubanos anuncian el fin del paternalismo estatal en Cuba (11 October 2009)
http://www.7dias.com.do/app/article.aspx?id=61297
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