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Tuesday, September 26, 2006

Hospital General V I Lenin Como un hospital de guerra

martes, septiembre 26, 2006
Hospital General "V. I Lenin": Como un hospital de guerra

Por: Marcelo Jiménez *

Holguín, Cuba - Septiembre 2006 - El hombre esta ahí, arrebujado en un
destartalado sillón del hospital. Ha viajado sin dormir desde la
madrugada haciendo el periplo de Moisés en el desierto para venir desde
la ciudad de Sagua de Tánamo a kilómetros de esta capital provincial. Su
objetivo: conocer al hijo que acaba de nacer. Lo ha intentado varias
veces sin conseguirlo. Cada vez que lo intenta, choca contra el contén
de supervisores, guardias de piso y salón, jefas de turno y cuanta
autoridad tenga un solo carné identificativo que lo acredite como parte
del ejército de funcionarios que están autorizados a eso: pedirle la
identificación a los cientos de personas que pululan por el antaño
flamante Hospital General Vladimir Ilich Lenin de esta ciudad.

En meses pasados, un vicedirector de ese centro hospitalario hacía
público que en periodos anteriores los lunes y los viernes eran los días
críticos del hospital, pero que en la actualidad, todos los días se
habían convertido en críticos. Esto se debe a la falta de personal
médico y paramédico, debido a la alta cuota de profesionales que Cuba
canjea por petróleo, dinero y otros insumos.

El deterioro de los servicios en esa instalación de asistencia médica
tiene su punto más caliente en la falta de higiene en áreas tan
delicadas como la sala de partos, que tiene manchas en el piso y
abundancia de insectos como cucarachas, mosquitos y otros. Lo mismo se
puede ver en los baños utilizados tanto por las pacientes como por los
acompañantes -los que logran el salvoconducto y los que saltan el muro
de contención de la burocracia al orden del día.

"A las once de la mañana, cuando llegué para conocer a mi hijo, me
comunicaron que habían cambiado el horario de visitas para los padres",
dice con el desconsuelo de un huérfano. "Ahora tengo que esperar a las
siete de la noche. Ahí nos dan un pase de una hora y tengo que resolver
cómo regreso a Sagua o quedarme por algún rincón", añade.

Mientras caminamos hacia la cafetería, me comenta alguien que con algo
de dinero fuerte o un "engañito", que puede ir desde jabones, una jaba
con alimentos u otro artículo de valor, podría pasar a verlos entre las
cinco y las siete de la noche cuando la vigilancia se diezma un poco.

"En este país se le ablandan los sesos a cualquiera", asegura. Después
del calor de las tres de la tarde no hay guapería que se resista. Ahora
parece más animado y como el café está frío y sin el sabor prometido del
cartelito "café puro", nos disponemos a bajar al área de los vendedores
particulares.

En el área de urgencias médicas se aglomeran varias personas que
indudablemente han necesitado de la atención con rapidez, pero que
vienen porque en sus policlínicas no hay médicos o están en curso de
maestría, especialidades, las consabidas vacaciones de este verano y
otras inclemencias que el viento se ha de llevar, o la eficacia, si
algún día regresa.

Se aglomeran los necesitados. Los que vienen acompañados del personal
médico pasan por encima de la enorme cola donde hay niños y ancianos y
donde indudablemente la mayoría de las personas son de lugares lejanos,
como Mayarí, Frank País o Moa. "La obra de choque de la juventud
cubana", como rezaba la consigna a toda pancarta allá por los años 80.

No hay nada más parecido a un hospital de campaña, en campaña de guerra
o paz, pero en una campaña feroz contra el tiempo o contra los
pacientes. Contra los que entran o requisando los bultos y paquetes de
los que salgan o los que parezcan sospechosos, todo con tal de estar
activos y alertas y trabajar o parecer que se trabaja. Lo que importa es
que el tiempo pase, parecen decir sus caras.

Yo dejo el mármol gris del majestuoso hospital y el hombre deambula
cerca del parqueo de bicicletas. Me vuelvo y está intentando telefonear,
pero desiste ante el aparato roto. Lo veo sentarse, se arrebuja en un
banco de los exteriores y pasa una ambulancia. Si él se va detrás de los
que se asoman a urgencias, la muchedumbre se lo traga.

Ahora pedaleo con más fuerza y no veo el hospital y estoy a punto de
olvidarme de este infeliz. A las siete de la noche conocerá a su hijo
cuando le den el pase reglamentario por una hora o tal Periodista
independientevez sea alrededor de las cinco de la tarde si un "engañito"
lo hace "invisible".

* Periodista independiente cubano. Agencia Jóvenes sin Censura.

http://medicinacubana.blogspot.com/2006/09/hospital-general-v-i-lenin-como-un.html

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