El Pijama de Fidel
2006-09-30 	
Pilar Rahola
Podría ser una imagen entrañable. Al fin y al cabo, un abuelito de 80 
años, convaleciente de una grave enfermedad, que se enfrenta a las 
contingencias con voluntad y fuerza, despierta nuestros instintos más 
maternales. Pero cuando, detrás del inocente pijama con zapatillas se 
esconde el último dictador de la vieja hornada, amigo, a la vez, de 
todos los aprendices de dictadores de la actualidad, la cosa ya no 
resulta tan simpática.
  Es posible que quede poco de aquel Fidel de voz atronadora que encarnó 
los sueños ingenuos de todo el izquierdismo reaccionario, pero lo que 
aún queda continua dominando tiránicamente los destinos de su gente, 
tanto que da la impresión de que Fidel Castro intentará gobernar Cuba 
incluso desde la tumba. No se trata, pues, de un abuelito encantador y 
tierno, sino de un viejo dictador que aún viste, bajo el pijama, el 
uniforme verde aceituna con el que ha dominado implacablemente el 
destino de millones de personas.
Ejemplar único de una vieja raza de dinosaurios despóticos y demagogos, 
su decadencia podría ser la esperanza de su pueblo. Dicen los más 
informados que ya no volverá, y las perspectivas de salud no parecen 
buenas. Sin embargo, el fin de Castro significará el fin del castrismo? 
Hace algunos años habría respondido afirmativamente sin demasiadas 
dudas, no en vano un régimen personalista como éste hace bueno el dicho 
popular: "muerto el perro, muerta la rabia". Pero, con la aparición en 
la escena internacional de Hugo Chávez y de algunos de sus buenos 
amigos, entre ellos Evo Morales y Mahmoud Ahmadinejad, la respuesta es 
más compleja y más inquietante.
Estos días hemos podido asistir, con luz y taquígrafos, al encuentro de 
los no alineados, movimiento que nació en plena Guerra Fría y que, desde 
sus inicios, fue tan "independiente" y tan "credible", que fue presidido 
inauguralmente por el dictador comunista Josip Broz Tito. Durante 
décadas este movimiento se significó por un antiamericanismo feroz, por 
la exaltación permanente de algunas de las dictaduras más impresentables 
del momento, y por el clásico antioccidentalismo que define a la 
izquierda antimoderna.
Títere de la Unión Soviética, su pretendida no-alineación se convirtió 
en una forma más digerible y opaca de vender la propaganda estalinista. 
Después, la caída del Muro los dejó huérfanos de excusas, y durante años 
parecían un cadáver en busca de epitafio. Pero han resurgido y el último 
espectáculo en la Habana, con un Chávez paseando el palmito fascista de 
Ahmadinejad por las televisiones del mundo, nos da la medida del desastre.
Incluso hemos tenido nuestros momentos de humor negro, cuando los 
reunidos han defendido apasionadamente, el derecho de Irán a la energía 
nuclear por motivos "pacíficos". Y esto lo decían en una reunión donde 
había revolucionarios violentos, tiranos teocráticos y dictadores de 
todo pelaje. Lo mejor de cada casa. Sin duda, Chávez es el nuevo Castro 
de la demagogia, pero, de la mano de un Irán fundamentalista, se ha 
convertido en payaso peligroso. Antes era gracioso, ahora ya es tétrico. 
Y, por supuesto, peligroso.
Sin embargo, ¿resulta extraño que se haga tanto caso mediático a una 
reunión donde se encuentran, en la capital de una dictadura, y en bonita 
barbacoa, los dirigentes de Corea del Norte o de Siria, con Chávez o 
Morales, pasando por el totalitario Ahmadinejad? Y, sobre todo, ¿es 
normal que algunos grupos de izquierda consideren referencial el 
movimiento? Personalmente no me parece extraño, dada la biografía 
clínica de muchos de estos movimientos, algunos tan furibundamente 
antioccidentales que se han convertido en genuinamente reaccionarios.
El reciente ejemplo del grupo de extrema izquierda argentino Quebracho, 
impidiendo la manifestación de un grupo de jóvenes judíos en contra del 
terrorismo, y blandiendo banderas de Irán, sería la metáfora de esta 
imbecilidad genética que caracteriza a algunos totalitarios de 
izquierdas. De hecho, la misma imbecilidad que durante décadas justificó 
la tiranía de Castro, en nombre de la libertad.
Si añadimos a todo ello, el papel que durante estos años ha tenido la 
ONU, donde todas las dictaduras impresentables, terribles y malvadas del 
planeta, se han tuteado en igualdad de condiciones con las democracias, 
la inversión de valores queda completa. Solo hacía falta ver el 
espectáculo cabaretero de Chávez montando el numerito antiimperialista 
en Naciones Unidas.
Él, que es el defensor number one de todos los terroristas con estado… 
Inversión de valores, en una sociedad que practica un relativismo moral 
tan agudo, que ya no conoce ni los límites de la decencia. Y así, en el 
imaginario de algunos pancartistas, y sus intelectuales orgánicos, 
Ahmadinejad es un liberador, Chávez un intelectual y las democracias 
occidentales, el puro infierno.
Ahora que se va Kofi Annan (puente de plata…), estaría bien preguntarnos 
por la herencias que nos deja. Entre otras, el blanqueo de dictaduras 
que sistemáticamente ha significado la ONU. Y, por supuesto, la larga 
lista de resoluciones impresentables que ha firmado, en nombre la 
legalidad internacional. La legalidad de los ilegales. Annan es como el 
pijama de Castro. Parece entrañable, casi emotivo y, sin embargo, el 
suyo es el pijama inocente de una biografía culpable.
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Nota de Misceláneas de Cuba: El artículo anterior ha sido distribuido 
por LiberPress - Contenidos & Noticias, liberpress@gmail.com.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=7124
 
 
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