Cuba no es una quincalla
Cuba es la única nación del hemisferio occidental donde disentir está 
prohibido por decreto.
Iván García Quintero
diciembre 26, 2013
Los cubanos, si acaso, solo tenemos derecho a aprobar lo que ya viene 
cocinado desde las altas instancias del poder. Las propuestas o reformas 
económicas y jurídicas parten del status quo.
A la gente de a pie, si acaso, le queda debatir en  una reunión del 
sindicato. Pero por lo general, debe aceptar y al final aplaudir. En 
Cuba,  recoger firmas hacer una modificación legal o instaurar una nueva 
ley es atentar contra el Estado.
Los cubanos apenas tenemos derechos políticos. Estamos segregados. Tener 
otro proyecto de gobierno, apostar por una economía de mercado, elegir 
concejales, diputados o presidentes, con la participación de candidatos 
de partidos diversos, es un delito sancionado por la Constitución.
En 2002, Fidel Castro introdujo una reforma a la carta magna donde 
perpetuó su visión del gobierno y país. No importa que en 55 años esa 
fórmula no haya funcionado. No tenemos otra opción.
La oposición es ilegal. Cuba es la única nación del hemisferio 
occidental donde disentir está prohibido por decreto. Las tímidas voces 
dentro de un ala de la izquierda reformista, aupadas por la iglesia 
católica, proponen una "oposición leal".
Me pregunto: leal a qué o a quién. Cualquier ciudadano que se enrole en 
la vida política debe ser leal a su patria. Nadie tiene que ser leal a 
una forma de gobernar con la cual no está de acuerdo.
Por varias razones. La esencial, porque no ha funcionado. La mayoría de 
la gente sigue viviendo mal y comer dos platos calientes devora el 95% 
de sus entradas. Comprar una casa, un electrodoméstico o acceder a 
internet es un lujo para un trabajador, que devenga un salario  promedio 
de 20 dólares al mes.
Aunque el régimen lo prohíba, es lícito que una o varias personas creen 
nuevos partidos o  movimientos con una plataforma y propuestas 
económicas y políticas divergentes.
También forma parte de los derechos humanos la libertad de escoger una 
ideología distinta. El gobierno no puede ser un monopolio de un partido. 
Tener aspiraciones políticas, incluso presidenciales, son ambiciones 
legítimas para quien tenga un proyecto de país inclusivo, moderno y 
funcional.
Cuba no es una monarquía. Pero en estos 55 años ha funcionado como una 
dinastía. No tenemos porqué aceptar que el poder se trasmita por 
herencia. Se debe consultar libremente a la población sobre el sistema 
político que desea.
De una vez y por todas, se debiera respetar el libre derecho de 
asociación y libertad de expresión. Los trabajadores deben tener toda la 
autoridad de pertenecer a sindicatos que velen por sus derechos.
También que se aprueben leyes que permitan  revocar a un ministro o 
presidente incapaz. Se debería desenterrar para siempre esa concepción 
autocrática de gobernar.
Deberíamos poder tener derechos políticos distintos y que se nos 
respeten. No tener que reverenciar las propuestas del contrario si nos 
parecen descabelladas. No permitir que se instauren leyes que repriman y 
encarcelen.
Los políticos se deben a la gente, no a la inversa. Echemos abajo el 
apartheid político que desde hace 55 años impera en la isla. Cuba no es 
una quincalla ni una finca particular. Cuba es de todos los cubanos.
Source: Cuba no es una quincalla - 
http://www.martinoticias.com/content/cuba-quincala-fina-particular-no-/30520.html
 
 
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