El socialismo mata
By CARLOS ALBERTO MONTANER
Swaminathan Aybar es un notable economista hindú que ha sacado una
cuenta muy incómoda. Se le ocurrió medir el enorme precio que pagó la
población de la India por no haber hecho antes la reforma económica que
hoy mantiene en su país un ritmo de crecimiento que excede el 7% anual,
reduce vertiginosamente el porcentaje de pobres y mejora sustancialmente
la calidad de vida de los más necesitados. Los números son
impresionantes: no haber hecho la reforma con antelación provocó la
muerte de 14.5 millones de niños, mantuvo a 261 millones en el
analfabetismo y a otros 109 por debajo de los límites de la pobreza. El
estudio lo acaba de publicar el Cato Institute de Washington y se titula
El socialismo mata.
Los latinoamericanos deberían aprender de esta experiencia. No hacerlo,
además de un crimen, es una estupidez casi perfecta. El ejemplo es muy
claro: en la India ha habido dos grandes modelos de desarrollo. Entre
1947 y 1981 se ensayó la fórmula de la economía estatizada, dirigida por
una enorme burocracia gubernamental, intensamente proteccionista, hostil
a la empresa privada y a las inversiones extranjeras, convencida de las
ventajas del desarrollo hacia dentro. El resultado de esa etapa
socialista fue un crecimiento anual promedio de 3.5 que, cuando se
descontaba el aumento de la población, quedaba reducido al 1.49.
Mientras los hindúes seguían esa senda socialista, tan parecida a los
ensayos latinoamericanos, desde el peronismo hasta el chavismo, otros
pueblos asiáticos --primero Taiwan, Corea del Sur, Hong-Kong, Singapur,
luego Tailandia, Malasia e Indonesia-- tomaron el camino contrario:
abrieron sus economías, alejaron al gobierno del aparato productivo y
fomentaron la iniciativa privada. En otras palabras, liberalizaron
decididamente sus economías. Al cabo de apenas una generación, los
resultados que exhibían eran pasmosos: disminución drástica de la
miseria y la ignorancia, mejora en todos los índices de desarrollo
humano y surgimiento de unos robustos sectores sociales medios.
Presionados por esa inocultable realidad, los hindúes hicieron su
reforma y abandonaron las fallidas supersticiones del socialismo,
primero tibiamente, y luego con mayor ímpetu comenzada la década de
1990, hasta llegar a convertirse hoy en un actor de primer rango
internacional que compite en precio y calidad con la China, a la que
comienza a disputarle la condición de gran fábrica del mundo. (No olvido
la sorpresa de unos amigos que necesitaban contratar un servicio de
ventas telefónicas en América Latina y acabaron pactando con la sucursal
de una compañía hindú radicada en Cochabamba, Bolivia.)
Es importante que los economistas latinoamericanos saquen la cuenta de
cuánto nos cuestan los experimentos socialistas en sangre, sudor y
lágrimas. Cuánto han pagado y pagan los argentinos por los tercos
experimentos del peronismo. Cuál fue la inmensa factura pagada por la
sociedad peruana durante la locura de Velasco Alvarado, la nicaragüense
con el sandinismo o Cuba con su medio siglo de estalinismo.
a medición podía hacerse a partir de la experiencia chilena: ¿qué
hubiera pasado en toda América Latina si los pueblos de nuestra cultura
hubieran hecho una reforma económica como la llevada a cabo por los
chilenos, iniciada durante la dictadura de Pinochet, pero sabiamente
mantenida por los gobiernos de la democracia? En 1959, por ejemplo, Cuba
tenía un tercio más de ingreso per cápita que Chile y más o menos la
misma población. Hoy Chile triplica el ingreso de los cubanos, su
población es un treinta por ciento mayor, y el país sudamericano se ha
convertido en la secreta meta y destino de miles de cubanos que han
conseguido instalarse allí, incluidos unos cuantos hijos de la clase
dirigente convencidos de que el barco de los hermanos Castro se va a
pique a corto o medio plazo.
¿Somos capaces los latinoamericanos de aprender en cabeza ajena? Con
algunas dificultades, parece que sí. Perú, por ejemplo, es hoy el país
que más crece en el continente, y eso se debe a que, de manera
creciente, los últimos tres gobiernos peruanos han tenido el sentido
común de inspirarse en el vecino Chile y abandonar paulatinamente las
viejas prácticas del socialismo estatista. Eso significa menos pobreza y
mejores estándares de vida para la inmensa mayoría de la sociedad. Sin
embargo, lamentablemente, la racionalidad sigue siendo un bien escaso en
nuestro mundo. Mientras los peruanos, como los chilenos, se mueven en la
dirección que dicta la experiencia, Hugo Chávez y sus cómplices del
socialismo del siglo XXI reinciden en el disparate. Insisten en hacerles
daño a sus conciudadanos, convencidos de que los guían en la dirección
de la gloria. No se han enterado de que el socialismo mata.
CARLOS ALBERTO MONTANER: El socialismo mata - Opinión -
ElNuevoHerald.com (13 December 2009)
http://www.elnuevoherald.com/opinion/story/608604.html
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