El exilio y la otra Cuba
By ALEJANDRO ARMENGOL
Durante meses, una secuencia singular se repitió tras el anuncio del 31
de julio del 2006, con la noticia del entonces traspaso temporal del
poder de Fidel Castro por razones de salud. En Miami ``mataban'' a
Castro y en Caracas lo ``resucitaban''. Para un observador distante,
sólo quedaba la conclusión de que el castrismo y el anticastrismo se
habían marchado de la isla, ocupaban otra Cuba.
Esa dependencia con el exterior, que siempre ha caracterizado a la
historia y la política del país, en parte explica esa relación
simbiótica, en que tanto se construyen en el exterior modelos para
explicar lo que sucede en la isla que se busca en experiencias ajenas
una guía a la hora de vaticinar su futuro.
Sin embargo, puede resultar decepcionante aferrarse demasiado a los
esquemas de transición a la democracia, que se han desarrollado en otras
naciones, tanto los fundamentados en lo ocurrido tras la desaparición
del socialismo como aquellos que buscan sus claves en la ecuación
caudillismo-democracia (el ejemplo español es el más evidente).
En la URSS y los países socialistas existía un solo gobierno, el que
desapareció por su ineficacia. Para Fidel Castro, que el Gobierno no
funcionara resultó una carta de triunfo, porque ello era consecuencia de
un mando paralelo.
Raúl ha tratado sin mucho éxito de revertir ese orden, al tiempo que
busca un mínimo de eficiencia en el gobierno. Pero hay que tener en
cuenta que ya desde antes de su enfermedad, Fidel Castro estaba jugando
en ambos polos de un mismo objetivo. Por ejemplo, la asistencia médica
al exterior se ha convertido en una importante fuente de ingreso para la
nación. Cubanos trabajan en el exterior de una forma más eficiente, para
la economía de la isla, que si lo hicieran dentro del país.
¿Dónde queda la influencia que puedan ejercer, por ejemplo, las naciones
europeas? En una apuesta más en el tiempo que en el espacio. El
establecimiento de un vínculo que no cabe duda perdurará más allá de la
permanencia física de los hermanos Castro. También en la presencia de un
modelo comparativo que ayude a que los cubanos definan su realidad
alejada de los extremos.
La anterior pregunta todavía es más engorrosa si se refiere al exilio
que vive en Miami, donde está radicada la mayor comunidad de cubanos que
reside fuera de la isla y que por su número y en especial su importancia
económica debería desempeñar una labor mucho más importante, para el
futuro de la isla, al que por años viene ejerciendo.
Cualquier proyección sobre lo que ocurrirá en la nación cubana debe
hacerse desde el presente. No intentando un regreso a los años
cincuenta. El régimen castrista no es un paréntesis en la historia de la
nación, un apéndice que se puede eliminar sin el menor rastro. En un
futuro que nadie es capaz de precisar, Cuba iniciará una nueva etapa. No
volverá la espalda a un pasado de cinco décadas. Será imposible borrar
tantas huellas y tampoco hay una voluntad nacional e internacional de
que así sea.
Si inoperante es el modelo imperante en la isla, igual de obsoletas
resultan las ideas de los anticastristas de café de esquina. Catalogar
de demonio a Castro es un ejercicio estéril para el futuro de la nación.
No se trata de negarse a condenarlo. Es resaltar la necesidad de mirar
más allá. La ceguera política, una terquedad sin tregua de mantener al
día la industria de la glorificación del pasado republicano, alimenta a
unos cuantos y proporciona alivio emocional a quienes se niegan a
escuchar y ver un mundo que ya no les pertenece, del que han quedado
fuera por soberbia y desprecio. Este atrincheramiento se justifica en
frustraciones y años de espera, pero ha contribuido a brindar una imagen
negativa de la comunidad cubana en esta ciudad.
Los que sólo se preocupan por echar a un lado las opiniones contrarias y
mirar hacia otro lado, frente a una nación que lleva años
transformándose para bien y para mal, no tienen grandes dificultades en
Miami.
De esta forma, ser de izquierda en esta ciudad se identifica con una
posición de apoyo a Castro, mientras que los derechistas gozan de las
``ventajas'' de verse libres de dicha sospecha. No importan los miles de
derechistas, reaccionarios y hasta dictadores de ultraderecha que en
Latinoamérica, Europa y el resto del mundo se han manifestado
partidarios del régimen de La Habana y colaborado con éste. En Miami
estas distinciones no se tienen en cuenta.
n igual sentido, cualquier posición neutral o de centro es vista con
iguales reservas. Resulta curioso que mientras en Cuba se ha perdido
parte de esta retórica ideológica --no en la prensa oficial, pero sí en
las opiniones diarias y hasta en los discursos de los funcionarios del
gobierno, sobre todo a partir de la enfermedad de Fidel Castro-- aquí
nos mantenemos anclados en nuestro fervor ``anticastrista''.
El problema con estos patrones de pensamiento es que resultan poco
útiles a la hora de plantearse el futuro de Cuba. La figura de Fidel
Castro aún actúa como un espejo en que reflejamos nuestras acciones y
actitudes. En realidad, es un espejismo. Cierto, las conclusiones del
momento son que poco o nada cambiará en Cuba hasta su muerte. Pero
confundir un paréntesis con un objetivo final resulta engañoso.
ALEJANDRO ARMENGOL: El exilio y la otra Cuba - Columnas de Opinión sobre
Cuba - ElNuevoHerald.com (7 December 2009)
http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/columnas-de-opinion/v-fullstory/story/604089.html
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