Juan González Febles
LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - El diario Granma, en su
edición del 5 de junio, lo comenta con ribetes de efemérides nacional.
Se trata de la carta escrita por Fidel Castro y dirigida a Celia Sánchez
en 1958. En ella confiesa que hará la guerra a los Estados Unidos, y que
eso será su verdadero destino. Este es el tema resucitado por Granma
cincuenta años y muchos desengaños después.
Convertido en vengador revolucionario, Fidel Castro realizó su más cara
fantasía política a costa de las aspiraciones y expectativas de varias
generaciones de cubanos. Ciudadanos anónimos y no tan anónimos, a
quienes no interesó nunca la guerra que libraría Fidel Castro contra los
americanos, de todos modos, de una u otra forma se vieron involucrados
en la misma.
La sangre que se derramó en esta cruzada personal embarró a más de un
continente. La fiesta fue verdaderamente en grande, lo triste es que sus
sucesores o su sucesor no se percatan de que todo acabó. Los encargados
de manejar y administrar el castillo de naipes o el elefante blanco del
Comandante, no dan pie con bola para hacerlo con creatividad. Repiten el
camino trillado por el anciano y terminado líder.
Al cabo de 50 años de la dichosa carta y más de cien días de gobierno
del general Raúl, seguimos en la misma candanga del anti americanismo,
pero sin una gotita de respaldo popular.
Ciertamente, eso del anti imperialismo, o para decirlo mejor del anti
americanismo, al menos en Cuba ya no tiene futuro. Ellos, con su
infinita torpeza, lo hicieron abortar. El pueblo cubano adora a los
americanos. Pero (y esto es un pero importante), los adora con el mismo
amor con que los pueblos libres de Europa del Este lo hacen. Una
reacción típica de pueblos abusados por dictaduras totalitarias de
izquierda.
La única razón para que el rotativo Granma resucite la carta, está en el
afán del régimen por mantener la fricción con los Estados Unidos. Para
ello elevan a categoría histórica una perreta cargada de resentimiento,
intrascendente por demás. Pero existen otras razones. Estas se remiten
al afán por privar a la oposición pacífica cubana de su aliado más
poderoso y leal.
Si de imperialismos se trata, digamos que los yanquis no son los peores
de la muestra mundial acumulada. Mucho más crueles y depravados fueron
los imperialistas soviéticos. Los yanquis no han asesinado, hasta donde
sé, a familias completas con perros y servidumbre incluidos. El ejército
de USA no tiene en sus anales algo así como la masacre de Katrin, en
Polonia. No pueden ser tan malos esos imperialistas yanquis, que ganan
una guerra y regalan un Plan Marshall.
Por lo pronto, el gobierno del general Raúl se empeña en la estrategia
rebasada de su hermano Fidel. Carece de imaginación para crear algo
mejor. Los Estados Unidos es nuestro mercado natural. Es también el
destino natural para todos nuestros exilios, y el país con el que más
identificación ha existido y existe a nivel popular.
Los pocos anti imperialistas por convicción que quedan en Cuba en estado
natural, rebasan las siete décadas. Por suerte se acaban, y no tienen
relevo.
¡Que le vamos a hacer! Hasta el propio presidente lo sabe. Dicen que el
general bebe whisky en lugar de vodka o ron. No es bobo. En Cuba se
prefiere Chevrolet a Lada, el Canal 23, el 41 y el 51 a Cubavisión. A
pesar de sus veleidades eslavas, el general fumaba, cuando lo hacía,
cigarrillos de Virginia. Castro el mayor gustaba de las viejas películas
del oeste.
Los cubanos, somos malos latinoamericanos. Con excepción del tango y la
música brasilera, nada del Sur es bueno para Cuba, ni tan siquiera el
petróleo de Venezuela. El de Texas es mejor. En fin, la guerra de la
familia Castro es su guerra personal o quizás familiar. Que no nos
obliguen a saber de algo que nadie quiere oír. Mucho menos un cuento sin
importancia de hace cincuenta años, que todos queremos olvidar.
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