Visión estrecha y feudal
Un nuevo enroque monetario, sin abrir espacios a la iniciativa privada, 
traerá graves consecuencias para la sociedad.
Leonardo Calvo Cárdenas, La Habana | 27/06/2008
Una mujer recibe dinero en una oficina de correos en La Habana. (AP)
Una mujer recibe dinero en una oficina de correos en La Habana. (AP)
En estos momentos de reacomodos, incertidumbres y expectativas que vive 
la nación, cunde la inquietud y las especulaciones sobre supuestas 
medidas con las que el gobierno pretende eliminar la sui géneris 
dualidad monetaria de los últimos años. Sin dudas, esta medida podría 
causar un impacto nada despreciable en las relaciones económicas y las 
condiciones de vida de los ciudadanos.
Con asombrosa nitidez, se reproducen en la Isla muchos de los patrones 
sociopolíticos que caracterizaron la etapa colonial. Por ejemplo, el 
extremismo represivo y excluyente, sustentado en sólidos intereses de 
sectores clientelares conectados al poder; las llamadas Brigadas de 
Respuesta Rápida, que con falso ropaje de pueblo espontáneamente 
indignado, acosan a quien se atreve a disentir abiertamente, no pueden 
menos que recordar al odiado Cuerpo de Voluntarios, que llegó hasta el 
crimen más horrendo para defender a sangre y fuego el inmovilismo colonial.
La persistencia de las autoridades en erigirse como exclusivos 
proveedores y promotores de todo bienestar material y cultural, siempre 
en detrimento del libre desenvolvimiento de los ciudadanos e, incluso, 
las instancias intermedias e inferiores del poder, constituyen una 
especie de moderno, conservador y paralizante "despotismo ilustrado".
Este último fortalece la imagen de benefactor paternalista, pero 
debilita y anula las potencialidades creativas de la sociedad, que paga 
un altísimo precio por los mecanismos de monopolio y control, que se 
convierten en interés primordial y supremo del "Estado-Padre".
La circulación monetaria
Otra proyección que remeda la visión estrecha y feudal de los amantes 
del poder absoluto es aquella que pretende resolver todos los problemas 
económicos en la esfera de la circulación monetaria.
Como sus antecesores históricos, que dilapidaron el metal precioso 
sustraído de sus posiciones americanas, sin preocuparse por crear 
sólidos fundamentos productivos, en un camino seguro hacia el abismo de 
su un día encumbrado imperio, el alto liderazgo de la Isla ha asumido la 
ventilación de sus derroteros económicos en la esfera de la circulación, 
agotando hasta la saciedad las potencialidades productivas y de 
desarrollo de la nación.
Después de despilfarrar con experimentos fallidos, voluntarismos 
incontestables y una ineficacia económica explicable, pero sin 
precedentes, los cuantiosos subsidios entregados por la ex Unión 
Soviética a cuenta de esa fidelidad cantada en el preámbulo de la 
Constitución de 1976 y concretada, sin ambages, en cuanta guerra de 
posiciones o escaramuza guerrillera fue pertinente, los líderes 
históricos se han dedicado a sofocar nuestro maltrecho cuerpo económico 
con toda suerte de improvisaciones, gravámenes y subterfugios 
feudalizantes, siempre en la esfera de la circulación.
El inventario es largo y las consecuencias agobiantes: penalización de 
la tenencia de divisas, con el consiguiente costo humano y social; y 
despenalización de la tenencia de divisas, con el consiguiente costo 
humano y social de la lógica dolarización de la economía y de la 
sociedad, que ha acrecentado traumas, desigualdades y subversión de 
valores y referentes éticos.
A esto se agrega el aumento de precios, los impuestos confiscatorios y 
leoninos, los incrementos salariales —por cierto, tardíos e 
insuficientes—, la distribución caprichosa y paternalista de bienes 
domésticos lógicamente deficitarios, lo cual caotiza aún más el poder 
adquisitivo de los ciudadanos, que quedan endeudados con el Estado.
Por otra parte, el increíble gravamen impuesto a las divisas —el 20% y 
no es un error de imprenta—, que ha golpeado duramente la entrada de 
turismo y remesas, tan importantes en los últimos lustros para la 
economía nacional; o la erogación de cientos de millones de dólares para 
comprar al país enemigo los alimentos que podrían producirse en los 
campos de la Isla.
Hay que mencionar el cobro en divisas de los trámites de entrada y 
salida del país, lo cual convierte un derecho ciudadano en un lucrativo 
negocio del poder y en una preocupante fuente de corrupción de los 
funcionarios encargados. A ello se agrega el escamoteo del 75% de los 
ingresos devengados por los miles de ciudadanos contratados para 
trabajar en el exterior a través del gobierno.
Depredadores
La gran solución para enfrentar la carestía y los precios altísimos de 
los productos agrícolas fue el establecimiento de una red de mercados 
estatales de precios "topados", establecimientos que fijan, por ucase, 
el techo de los precios al detalle. La medida ha provocado la 
proliferación de toda suerte de quioscos, tarimas, carretillas y 
"timbiriches" —que no son legales, pero sí públicos—, los cuales ofertan 
los productos agrícolas rigiéndose por la ley infalible de la oferta y 
la demanda, mientras los pretendidos paraísos de los precios inmóviles 
se convierten en santuarios del desabastecimiento y la desolación.
La última ocurrencia de estos impenitentes depredadores del peculio 
ajeno —y celosos defensores del suyo propio— es la increíble 
determinación de gravar con un impuesto las gratificaciones monetarias 
que reciben las personas que laboran como empleados o funcionarios de 
entidades o empresas extranjeras asentadas en el país.
Tratemos de explicar breve y claro algo que es difícil de entender, aun 
para los que aquí vivimos, pero que retrata nítidamente y de cuerpo 
entero la verdadera naturaleza de los que han controlado los destinos 
del país por medio siglo.
Las entidades extranjeras establecidas o representadas en la Isla deben 
contratar su personal nativo a través del Estado, quien, de paso, se 
apropia de la mayor parte del monto salarial abonado en divisas y paga a 
los empleados en pesos cubanos cifras ridículas, en comparación con el 
aporte que realizan los trabajadores, especialistas y funcionarios y con 
el salario original.
Hace unos cuantos años, el gobierno prohibió el pago en divisas a esos 
trabajadores, lo que convirtió en ilegales las gratificaciones que 
reciben. Resulta difícil decir que esas gratificaciones son 
clandestinas, puesto que se verifican en espacios bien controlados y 
vigilados por el poder.
Una nueva maniobra
Está claro que la dualidad monetaria vigente, consistente en esos pesos 
cubanos devaluados y sin acceso a los más encumbrados espacios 
comerciales y de servicios, y el llamado peso convertible, una 
caricatura de divisa que está muy lejos de ser convertible, es 
totalmente indeseable y contraproducente, en tanto profundiza las 
desigualdades y debilita el valor del trabajo, por sólo citar dos 
elementos de sensible impacto social.
En caso de que el actual gobierno decida hacer un nuevo enroque 
monetario sin antes abrir espacios al desenvolvimiento económico 
independiente de los ciudadanos, único camino para estimular el 
crecimiento de la producción y la productividad ante la debilidad 
extrema de la economía, la sociedad enfrentará graves consecuencias, ya 
conmovida por muchas carencias y fenómenos negativos, sobre todo para la 
vida cotidiana de los menos favorecidos.
Nadie duda que la economía y el peso cubano deben fortalecerse, pero 
después del fracaso innegable de los diseños y patrones económicos 
sufridos por varias décadas, queda claro que sólo devolviendo a los 
ciudadanos los derechos económicos por tantos años escamoteados, la 
economía podrá recuperar su dinámica y capacidad de expansión y dejar de 
depender de coyunturales vínculos externos. El trabajo recobrará su 
valor, el poder adquisitivo y el costo de la vida alcanzarán la 
correspondencia y equilibrio necesarios, la moneda nacional ocupará su 
merecido lugar, y las desigualdades socioeconómicas dejarán de ser el 
amargo pan nuestro de cada día.
Una nueva maniobra sólo con el dinero enrarecerá más las maltrechas 
relaciones económicas, complicándolas con nuevas ilegalidades, fenómenos 
de corrupción e indeseadas desigualdades. El actual gobierno debe 
escoger entre el control absoluto sobre una sociedad maniatada, con el 
consiguiente deterioro material, social y espiritual que ya es evidente, 
o demostrar la valentía y responsabilidad de abrir el camino al 
renacimiento económico y cívico de la nación.
http://www.cubaencuentro.com/es/cuba/articulos/vision-estrecha-y-feudal-93558
 
 
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