Apertura y profecía
¿Cómo ven un bisnero, una jinetera y varios ciudadanos de a pie la 
eliminación de las 'prohibiciones absurdas'?
Rafael Alcides, La Habana | 26/06/2008
Un asere le decía en una esquina a su colega: "Si viniera una nueva 
guerra, conmigo que no cuenten, que vayan a buscar al hijo del gerente 
que se pudo comprar el DVD; pepillo que ha de estar tan ocupado viendo 
su DVD que tampoco se podría contar con él, así que mira tú que facilito 
se acabaron aquí las guerras allá afuera".
El tema de ambos aseres era, por lo que pienso, la repentina y muy 
reciente apertura que, en general, menos ferrocarriles, automóviles y 
vehículos acuáticos, autoriza al cubano común a adquirir en divisas todo 
lo que allí pueda encontrar, incluyendo las novedades industriales que 
han prestigiado la segunda mitad del siglo XX; además de permitirle al 
nativo alojarse en los hoteles con la naturalidad de quien fuera extranjero.
Esta es una "apertura" que ha tenido muchas lecturas. Algunas de ellas, 
muchas y muy extrañas, especialmente entre los que no pueden comprar. Es 
decir, ese extenso y problemático sector poblacional que, abreviando, el 
lenguaje político ha definido con el sustantivo "masa".
He oído a ese grupo calificar la apertura de "asalto en descampado", de 
"ingeniosa redada para sacarle a la gente el dinero del bolsillo, en 
vista de que la hacienda del Estado ha tenido que vender hasta el 'aché' 
de otro tiempo". Esto, refiriéndose a los precios.
Temores de la cola
Sin embargo, oí decir, muy boyante, a una jinetera (que salía de una 
shopping con una computadora equipada con uno de esos panzudos monitores 
que son ya arqueología y que según ella le había costado lo que un 
Mercedes de uso en otro país), que en definitiva uno no puede llevarse 
el dinero cuando se muera, pero puede comérselo mientras tanto, puede 
vestirlo, calzarlo, bebérselo y muchas cosas más.
Filosofía que con aquella exitosa muchacha comparten cuantos pueden 
comprar. Uno de ellos, "bisnero" —vestido de Adidas de gorra a tenis— y 
enriquecido en el mercado subterráneo, que le había "marcado" en la 
"cola" a un suertudo con remesas de familiares jerarcas en el 
extranjero, decía que después de años soñando con artículos que hasta 
ahora parecían existir sólo en las películas, sentirse al fin partícipe 
de la civilización del siglo de uno era algo supremo, una emoción que 
hasta a un santo le anularía el juicio.
En las colas se teme, además, que de pronto pueda llegar una contraorden 
clausurando la apertura. Ya en los años ochenta —recordaba otra figura 
de la actual aristocracia—, por diferencias políticas con el embajador 
de Perú, el gobierno le retiró la escolta a su Embajada y, horas 
después, cuando ya media Habana estaba metida allí reclamando aviones y 
barcos que los sacaran del país, se la protegieron de nuevo, cerraron 
las calles aledañas y repartieron palos a todo aquel que se atreviera a 
acercarse a la sede peruana.
Además de dicho temor común, causante del empuja-empuja en las colas, 
era el deseo de algunos de estos acaudalados ciudadanos de darse el 
gusto de poder contarle mañana a sus nietos que ellos estuvieron entre 
los primeros en participar, comprando, sin un arma en la mano ni 
derramar sangre por otros medios, en lo que consideran el comienzo de la 
caída del Muro de Berlín cubano. Es una idea que está en la calle.
Un país dentro de otro país
Sintetizada por el asere-profeta del comienzo de esta crónica, la masa, 
esa peligrosa gente, precisamente porque no puede comprar, la expresa de 
muchas maneras.
De ella, los menos doctos, pero igualmente proféticos, hablan del 
surgimiento de un país dentro de otro país. Predicción que refutan otros 
elegidos, diciendo que ese país existía ya, que esta apertura de Raúl 
("caballitos de Troya a largo plazo" o "Caída de la casa Usher", como 
también la llaman) solamente ha venido a subrayar la cosa, que desde 
años ha aquí el que tenía dinero tenía de todo y compraba de todo, 
incluso casas y automóviles ilegales.
Son voces que, sin sobrepasar el tono de quien conversa siempre mirando 
para los lados, afirman que además del saqueo de los bolsillos del 
cubano "acaudalado", tan extraña y repentina liberación de productos 
pretende parecer parte de una supuesta caravana de desprohibiciones que 
estuviera en camino, cuando en realidad no pasa de ser una maruguita 
para seguir entreteniendo al bebé mientras llegan el Hada o los marcianos.
Enrojeciendo, los optimistas del gobierno (que los hay) lo niegan. Ellos 
ven en las desprohibiciones raulistas el primer anuncio de lo que ha de 
ser el socialismo, cuando al fin, bajando la cabeza, proceda el enemigo 
imperialista a retirarle a Cuba su criminal bloqueo de medio siglo y le 
pague además los ya casi 100.000 millones de dólares que le debe por 
daños económicas causados, más los intereses correspondientes.
No son las únicas predicciones que corren en La Habana.
En el polo opuesto, manejando ideas de una filosofía circular de la 
historia, hasta en un accidente como el lamentable incendio ocurrido el 
pasado 7 de abril en Camagüey, en la importante tienda El Encanto, han 
sido vistos avisos del cielo. "Estamos de nuevo donde empezamos", dicen 
sus lectores, recordando el incendio de El Encanto habanero en 1960, 
cuando todavía en Cuba existía la sociedad de clases. Con la diferencia, 
agregan, de que entonces aquella era una sociedad que se deshacía, una 
tribu huyendo a la desbandada. Y, ahora, bueno, ahora…, dicen mirando 
para los lados y callando, para dejarlo dicho sin decirlo.
Eso sí, sean cuales fueren las razones que secretamente asistan a los 
protagonistas de esta inquietante nueva página de la revolución, no he 
sabido de ningún cubano que desee verla terminada. Todo lo contrario.
Hasta hay, por lo que oigo, quienes están preparándose para, con la 
ayuda de sus familiares de afuera, abrir dentro de la ciudad las 
primeras cadenas de restaurantes y cafeterías del porvenir habanero, en 
unos casos, y, en otros, diseñando ya los cordones de hotelitos para 
parejas de paso, que edificarían alrededor de la capital con abundante 
césped y árboles de sombra en el parqueo.
http://www.cubaencuentro.com/es/cuba/articulos/apertura-y-profecia-93375
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