Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión
LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - La calle del Obispo es una de
las calles más transitadas de la capital cubana. La recorren diariamente
miles de capitalinos y cientos de turistas. Situada de este a oeste, es
la arteria peatonal que comunica el antiguo centro de La Habana colonial
con la zona más moderna de la ciudad. Además de una calle comercial, es
una de las de más historia.
Si transitamos por Obispo hasta la Plaza de Armas, junto al Templete,
encontramos a los vendedores de libros viejos. Ellos dan una nota
pintoresca a la arbolada y fresca Plaza de Armas. Allí los cubanos
amantes de los libros, y los turistas, se acercan a los improvisados
anaqueles para observar la oferta y hojear las obras. Es el único lugar
donde podrá encontrar ese libro desconocido que lo desvelará esa misma
noche.
Los libreros de la Plaza de Armas son los herederos de las antiguas
librerías que en el pasado siglo combinaron la oferta comercial y el
refugio tranquilo para reuniones de intelectuales. A la entrada de la
cale Obispo, si procede del Parque Central, luego de cruzar la pequeña
plazoleta de Albear, en la esquina de Bernaza y Obispo, está la puerta
art deco de la Moderna Poesía.
Alrededor del 1890 abrió sus puertas como librería e imprenta. Su
propietario fue el español José López Rodríguez. En 1910 estableció el
único taller de grabado en acero en Cuba y allí se fabricaron sellos de
correos, y más tarde los billetes de la lotería nacional. El edificio
actual se construyó en 1935, cuando la empresa la dirigía su hijo José
López Serrano. Desde entonces contó La Habana con una librería al nivel
de las mejores de otras capitales.
Sin embargo, algunas librerías más modestas de la misma calle fueron muy
apreciadas por el público lector, por ejemplo, la librería Wilson, del
poeta y periodista Severino Trinquete Solloso, en el no. 52; la librería
de Rambla y Bouza, donde se imprimían la Gaceta oficial y el Diario de
Sesiones del Congreso, y a numerosos autores cubanos. Solamente entre
1917 y 1924, se publicaron en Rambla y Bouza unos 514 títulos. En 1938
un incendio arrasó con las instalaciones de esta editora.
Minerva, de García y García fue otra librería muy apreciada por una
clientela amplia y competidora de La Moderna Poesía, donde se vendían
muchos libros de autores cubanos, entre ellos el poemario de Agustín
Acosta La Zafra (1926) y textos escolares y de ensayos como Apuntes
literarios, de Medardo Vitier (1935).
José González Porto, gallego, llegó a La Habana en 1910. Años después
abrió una librería y editora en Obispo entre Compostela y Aguacate.
Cuando la crisis económica de los años 30 se fue a México y allí se
estableció. Abrió otra editora con su apellido, la que años más tarde se
convertiría en la legendaria UTEHA, especializada en libros de arte,
literatura, diccionarios y enciclopedias. Los abogados y estudiantes de
derecho contaron con la librería Montero de propiedad de Jesús Montero,
sita en Obispo 521, especializada en textos de derecho y jurisprudencia.
No se puede dejar de mencionar la casa editorial Lex, fundada por un
español republicano exiliado en La Habana, Mariano Sánchez Roca. En su
taller, de donde salieron muchos títulos relevantes, se imprimieron las
Obras completas de José Martí (1946), y las de Simón Bolívar (1947). En
esa librería de Obispo 465 se vendían libros de leyes, literatura cubana
y extranjera.
Victoria, librería establecida en Obispo entre Habana y Compostela por
Tomás Rodríguez Prieto vendía libros y revistas de literatura impresos
en España, México y Argentina y se caracterizaba por tener lo último que
salía de las prensas de importantes editoras de esos países.
Algunas de estas librerías se convirtieron en verdaderos centros de
reunión de intelectuales de la época y en galerías de artes plásticas.
Rambla y Bouza, por ejemplo, fue sede de la tertulia de escritores e
intelectuales de la talla de Juan Gualberto Gómez, Lino D´Ou, Gastón
Mora, y otras personalidades de la enseñanza, la jurisprudencia y los
negocios. En la Librería Montero se reunían reconocidos profesores de
Derecho. El local ocupado por La Victoria dio abrigo a miembros del
grupo Orígenes, como el padre Gaztelu, y al poeta y cabeza del grupo
José Lezama Lima.
Si la casa editorial Lex no albergó ninguna tertulia de intelectuales,
sí se destacó por acoger a pintores cubanos. En el año 1956 expusieron
allí sus cuadros Portocarrero, Doménech, y más tarde Víctor Manuel y
Ricardo Villares. Allí se hizo una retrospectiva póstuma de la obra
pictórica de Carlos Enrique.
Sobrevivieron de la época republicana anterior al 59, La Moderna Poesía,
Minerva, hoy la Ateneo Cervantes y una sucursal de la Moderna Poesía, La
Internacional, ambas brindan sus servicios en pesos convertibles.
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