¿Tendrán votos los esclavos?
Jorge Olivera Castillo
LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - La servidumbre en Cuba podría, al
fin, tener una real participación en el desarrollo del país. Se anuncia
con cierta discrecionalidad el retiro de la mordaza, la jubilación de
otros métodos que componen el instrumental para hacer el parto de la
unanimidad de criterios y del asentimiento mecánico.
Sobre eso se especula, se escriben artículos en la prensa oficial que
invitan a las fuerzas productivas a zafarse las ligaduras del
formalismo, la indiferencia y toda una variopinta red de asuntos negativos.
Ahora se les exhorta a superarse en lo que atañe a conocimientos en
materias económicas concretas. Hacerlo es vital, urgente, sin
dilaciones. Son demasiados los flancos débiles. La isla flota a duras
penas sobre un océano de improductividad, indisciplinas e ineficiencia.
Al margen de las notas críticas y los llamados a cerrar filas en torno a
una guerra contra lo mal hecho, lo que sobreabunda entre la masa
trabajadora es el escepticismo. La cantinela se repite. Nada nuevo entre
la reverberación de las loas al sistema y el repique de otras
adjetivaciones que dibujan un futuro promisorio.
Hay matices en el discurso, leves cambios semánticos que giran en una
periferia desde donde las esencias se notan más cristalinas. Son, por el
momento, retoques cosméticos, dilaciones que se adelantan a las
soluciones, fintas para esquivar el filo de las realidades.
Las estructuras, el marco institucional figuran como reliquias
paleontológicas. Son intocables, están en una urna a salvo de
remociones. En el anquilosamiento está la savia de una revolución que
intenta implantar un record de permanencia. Ha tenido éxito. Casi medio
siglo en el poder, pero tal hazaña no concuerda con la lógica de quienes
han soportado y soportan el tonelaje de la desesperanza. Toda una era de
planes descabellados que han retrotraído al país a un tercermundismo de
rasgos haitianos.
Muchos alrededor del mundo no lo creen; sin embargo, los hechos son
tercos, inquietos, descorazonadores para la larga estela de víctimas.
Centenares de miles de cubanos viven fuera del país, algo inconcebible
en la etapa anterior a 1959. De un país que se autoabastecía en lo
concerniente a la producción de alimentos, hoy se importan alrededor del
85% de las necesidades. No menos de medio millón de capitalinos
subsisten en inmuebles sin requerimientos mínimos de habitabilidad. Por
otro lado, la salud pública llega a unos índices de degradación que
rebasan cualquier explicación oral o escrita, basta realizar un
recorrido por la mayoría de los hospitales para conocer la debacle en el
sector en ámbitos como la higiene, la falta de profesionales y el
declive de los parámetros éticos.
Es imposible señalar algún rubro donde impere el orden, la efectividad y
el desarrollo armónico entre producción-eficiencia-salario. Todo
funciona a partir de preceptos anárquicos regidos por la voluntad y no
por reglas básicas del desarrollo sustentable.
Como justificante enarbolan el embargo estadounidense, pero no hay que
ser un experto para advertir que las legítimas razones de la decadencia
están dadas por una larga cadena de errores en el diseño de prioridades
y políticas que en vez de perseguir una evolución racional y gradualista
hacia el desarrollo han optado por un trotskismo trasnochado que
categoriza la confrontación y la exportación de un modelo autotitulado
revolucionario.
Revolución quiere decir avance, proyección de futuro, satisfacción de
las necesidades de los pueblos, igualdad social. Analizando
comparativamente tales pautas, valga decir que Cuba retrocede en
términos generales. La filosofía que rige en discursos y mandatos no
tiene otro basamento que el pasado, la miseria crece y la igualdad es
una entelequia infame.
Eso que quieren hacer creer es menospreciar la inteligencia de la
ciudadanía una vez más. La verdad es que seguimos siendo esclavos,
personas que deben elegir la ilegalidad para sobrevivir, gentes con voz
y sin votos. Valga la aclaración que voz sólo para decir que la
revolución cubana es lo mejor del universo. Nadie va a expresarse con
libertad dentro de una cárcel.
Millones de cubanos esperan por la redención, desesperados, con la
angustia fermentada en su cerebro. Mientras, se desdoblan como buenos
actores y actrices. Es lo que han aprendido bajo el ruido de la fusta y
el terror a ser tildados como contrarrevolucionarios.
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