Pan y circo
Rafael Ferro Salas, Abdala Press
PINAR DEL RÍO, julio (www.cubanet.org) - Dentro de unos días llega el
carnaval, que en nada se parece al de Río de Janeiro, pero" tiene lo que
tenía que tener". Me refiero a que usted puede ver en estas fiestas lo
que no verá en otras. Desde un inspector estatal sobornando a vendedores
clandestinos, hasta un policía extorsionando a violadores de las reglas
para engordar sus bolsillos.
Todo eso y mucho más. El carnaval es la prueba reina de lo mal que se
vive. Le han cambiado hasta el nombre y se le dice "fiestas populares".
Poco de fiesta y de populares mucho menos, si se tienen en cuenta los
precios de las pocas ofertas y la baja calidad de los productos que se
venden.
Como botón de muestra y para que lo planteado no quede como atado al
criterio personal de este corresponsal, ahí le van al lector algunas
opiniones recogidas entre la población.
Jade Reyes González, 23 años, estudia y trabaja. "Para mí esas fiestas
no existen. Cuando llega el mes en que se realizan yo me voy para la
playa o para donde pueda. Todo es una asquerosidad en las calles y no
respetan a nadie. La policía solo se fija en lo que le conviene. Los
carnavales son fiesta para los negociantes clandestinos, nada más".
Pedro Labrador Reyes, 75 años, jubilado: "Carnavales los de antes.
Existía lo esencial: el respeto. Ahora el que se aventura en los
carnavales lo hace con miedo. Hay mucha delincuencia. Por otro lado,
está la mala calidad de lo que se le vende, y a muy altos precios. Como
obrero no puedo aspirar a carnavales, mucho menos a comprar algo en
ellos, mi salario es muy bajo".
No podemos asegurar que la inconformidad es total, pero existe entre la
mayoría y la razón es simple: la mayoría de los trabajadores en Cuba
recibe bajos salarios. Hay una minoría con suerte y es la que lo acapara
todo o casi todo.
Lo de los inspectores estatales es caso aparte. Existen, supuestamente,
para proteger a los consumidores y evitar delitos como las violaciones
de precios. Han devenido verdaderos castigadores. A la vista de los
ciudadanos los inspectores estatales son la viva estampa de la
corrupción autorizada. Aumentan sus ingresos monetarios sobornando a
trabajadores privados.
El carnaval es baile, grata cumbancha. En Cuba las plazas que se
habilitan para este tipo de actividad en tiempos de carnaval se
convierten en sitios donde la tragedia brilla por su presencia.
Pero se trata de que ante tantas inconformidades y quejas de la
población, el estado le ofrece, aunque malamente, la vieja fórmula
romana: pan y circo, aunque el pan esté por las nubes y la carpa
totalmente descosida.
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