Los gordos y el socialismo
Oscar Mario González
LA HABANA, julio (www.cubanet.org) - Evidentemente, a los flacos les va
mejor en el socialismo. A los gordos les resulta más difícil
escabullirse entre los vericuetos del sistema.
Debemos aceptar que la gordura en Cuba, antes y ahora, implica una
dificultad adicional y gratuita. Los flacos son más simpáticos. De aquí
que en el léxico criollo sea frecuente escuchar: ¡Qué gordo más "pesao!
Lo contrario: ¡Qué flaco más "pesao"!, es bien raro.
Estas reflexiones tienen mucha actualidad porque, según estudios del
Ministerio de Salud Pública, un tercio de la población es obesa. Si a
ello agregamos el paulatino envejecimiento de la misma, no es difícil
concluir que nos espera un futuro de viejos rechonchos. Tanta sambumbia,
chucherías, mendrugos y macarrones, con ausencia de carnes, pescados,
leche y mariscos, han multiplicado la población de gente mantecosa,
sobrecargando a la islita que, por ser de corcho, flota por el Mar de
las Antillas, mostrando la adiposa estampa de su gente obediente y
resignada.
En este socialismo que, aunque viejo y difunto llaman del siglo XXI, hay
que andar ligero y a cuatro ojos. En esta realidad de "muerde y huye",
de "coge y vete", se cumple, como nunca antes, aquello de que "camarón
que se duerme se lo lleva la corriente". En tal caso y, salvo
excepciones, los flacos llevan las de ganar. El cuerpo delgado es más
ligero, y la razón es obvia: no es lo mismo mover una concretera que un
carrito de helados.
Esto se manifiesta cuando hay que apurarse para coger la guagua que se
aproxima. La persona gruesa llega cuando un montón de flacos
competidores han entrado o van ganando la escalerilla de entrada.
En el interior del ómnibus repleto el asunto se complica cuando una
figura voluminosa se afinca en el pasillo originando un tranque. En tal
caso, las palabras que se escuchan son tan feas como ofensivas. Si
coinciden dos de ellos en un mismo punto del pasillo la situación se
torna caótica. Si se tiene que compartir el asiento con ellos hay que
resignarse a un viaje comprimido y machucado.
Los taxistas particulares o boteros suelen darles lado o hacerse como
que no ven cuando un cuerpo voluminoso les hace señas. Algunos paran,
pero sin preludios ni ambages les ponen como condición el pago doble.
Cuando la policía lanza un operativo contra los vendedores ambulantes
furtivos, y al grito de ¡Agua! se forma el despetronque y la corredera,
los sancionados con multas y decomisos son, mayoritariamente, gruesos.
Si se trata de llegar a una cola inesperada con la oferta de un producto
deficitario o a menor precio, cuando arriban los gordos ya los flacos
están comprando.
El vestuario es otro escollo. La única forma de echarse un trapito
arriba, que esté de moda, es a través de las tiendas de ropa vieja o
reciclada, y en ellas no hay mucha oferta de tallas.
En fin, en esta república de "pan con na", donde la presencia del
camarón y la carne de res en el congelador constituyen delitos de
infidelidad al socialismo y al Comandante, no sé qué va a ser de
nosotros los gordos. Porque un flaco se monta hasta en una cámara de
camión, con un poco de suerte llega a la otra orilla y sanseacabó.
Aunque mirándolo bien, sería mejor que tantos obesos se encapricharan y
se les metiera en la cabeza unirse a los flacos y a los entreverados
para fundar una nación donde el exceso de grasa no sea tan lamentable
desventaja, y la sombra de las palmas fuese, como lo quiso el cubano
mayor, con todos y para el bien de todos.
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