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Friday, September 08, 2006

La balsa en el espejo

Opinión
La balsa en el espejo

¿Quiere menos Washington a los 'pies mojados' cubanos que a los
'espaldas mojadas' mexicanos?

Alejandro Armengol, Miami

viernes 8 de septiembre de 2006 6:00:00

Además de la materialización de un anhelo y un cambio total de vida, el
emigrar define no sólo al individuo sino a su nación de origen. Pero en
el caso específico de los cubanos, a través de los años ha ocurrido una
transformación paulatina, amplia y profunda al mismo tiempo, de la forma
en que vemos a quienes llegan de la Isla.

De observados a observadores hemos traspasado una mirada tras otra hasta
contar hoy, más que con la diáspora de un pueblo, con algo cercano a los
fragmentos de una explosión dilatada en el tiempo, en los cuales un
cubano que llegó a Miami en los primeros años, tras la llegada de Castro
al poder, guarda pocos puntos de contacto con otro que sólo conoció la
sociedad establecida luego del primero de enero de 1959 y hace poco
tiempo que vive en esta ciudad.

En vez de destacar estas diferencias, algo repetido hasta el cansancio,
vale la pena analizar brevemente el cambio en la representación del
inmigrante, una simbología que ha evolucionado del mito del
héroe-balsero a la denuncia del contrabando humano, de la epopeya de
enfrentar la Corriente del Golfo en débiles embarcaciones —o en muchos
casos incluso en simulacros de embarcaciones— a los guardafronteras
persiguiendo las lanchas rápidas. Y aunque la tragedia no deja de estar
presente, la entrada ilegal de cubanos ha perdido su justificación
política, vista ahora en el mejor de los casos como un drama familiar y
condenada por muchos que, por los medios más diversos, siguieron un
camino similar.

Cubanos empapados

Irse de Cuba de forma ilegal, en la mayor parte de los casos, ya no es
contemplado como un desafío a las leyes del régimen castrista ni se
considera un escape de la tiranía; es sencillamente una violación de las
fronteras de Estados Unidos, un asunto familiar y un delito.

Sólo un cambio tan notable de percepción sobre el inmigrante cubano (la
palabra balsero abandonada, ante la presencia o la ausencia de
embarcaciones más poderosas utilizadas para la fuga) explica que las
nuevas medidas migratorias se consideren sólo en uno de sus aspectos,
como normas cuyo principal objetivo es poner fin al contrabando humano,
y no se hiciera mención a otra característica que conllevan: cerrar una
vía de escape a la situación imperante en la Isla. En la famosa ecuación
"pies secos/pies mojados", empapar a todos los que aspiran a inmigrar
ilegalmente, tratar por todos los medios de que nadie se pueda secar en
la arena de las playas del sur de la Florida.

Este esfuerzo para poner fin a la inmigración ilegal y acabar con el
contrabando humano responde no sólo a los intereses fronterizos y de
estabilidad nacional de Estados Unidos, así como a la necesidad de
frenar una actividad delictiva, sino que también avanza en la
elaboración de una política migratoria respecto a Cuba de cara al
futuro, cuando llegue el día en que los cubanos perdamos gran parte de
nuestros privilegios a la hora de emigrar, debido a un cambio político
en la Isla. No más el proclamar la llegada a "tierras de libertad" como
salvoconducto de entrada.

Las medidas continúan el camino ya iniciado a mediados de la década de
los noventa, en que al tiempo que se estableció la devolución de los
cubanos, y se convirtió la fuga en un doble escape —de las autoridades
norteamericanas en alta mar, además de las cubanas en mar y tierra—, se
empezó a observar el fenómeno migratorio, por parte de los propios
exiliados cubanos, de forma similar al existente en otras naciones
—México, Haití, Latinoamérica en general—, al considerar a los recién
llegados, y al considerarse estos también en muchos casos, inmigrantes
económicos.

Sin embargo, las nuevas medidas vuelven a mezclar la política, e incluso
la demagogia, con las cuestiones puramente migratorias, al tiempo que
ignoran que la situación en la Isla no ha cambiado en lo más mínimo, lo
que sigue justificando la fuga.

Es más, estas normas tratan más bien de enfrentar el hecho de que muchos
cubanos optan por la existencia del régimen como una vía que permite —e
incluso facilita— el irse del país: no Castro, no visa. Al aumentar el
número de visas dedicadas a la reunificación familiar, se establece que
de ahora en adelante cada vez más serán beneficiados quienes cuentan con
el providencial pariente en Miami o en otras partes de EE UU.

Sin embargo, esta actitud de tratar el proceso migratorio bajo una
óptica familiar, y por lo tantos despolitizada, contrasta con el intento
desestabilizador que representa el alentar la deserción de los médicos
cubanos que cumplen misiones en el exterior.

Profesionales sí

Si bien está el interés encomiable de aliviar la injusticia que
representa la norma castrista de negarle la salida a los médicos —sus
estudios gratuitos caen dentro de los "logros de la revolución" y no
deben ser utilizados como una forma de chantaje—, al mismo tiempo se
establece un criterio selectivo que La Habana no dejará de catalogar de
estímulo a la "fuga de cerebros", además del hecho de que se prioriza el
abandono de la Isla de los ciudadanos que durante más tiempo han
mantenido la "integración revolucionaria" necesaria para el logro de una
carrera universitaria.

Señalar este último aspecto requiere de una aclaración: nadie debe ser
condenado por participar en un proceso en el cual se le ha exigido el
cumplimiento de normas y deberes políticos asociados a los estudios
superiores. Igualar oposición o apatía hacia el régimen con bajo nivel
de escolaridad es no sólo desconocer la realidad cubana, sino
comportarse como un demagogo o un estúpido.

Pero este enfoque pragmático no debe presentarse bajo un disfraz
ideológico: al preferir la inmigración de profesionales cubanos, EE UU
no hace más que aplicarle a la Isla los mismos criterios que utiliza
respecto a India y a otros países en relación con los especialistas en
computación. Sólo que aquí pretende obtener una ganancia doble: recibir
personal calificado y dirigir el ataque, desde el punto de vista
político, hacia uno de los pilares de la estrategia castrista.

Desde ambos aspectos, el político y el económico, Washington está
actuando de acuerdo con sus intereses nacionales; lo único que aquí se
le plantea es ponerlos en claro.

Por último, debe señalarse que hay un aspecto dentro de las nuevas
medidas que es injusto y discriminatorio hacia quienes intentan escapar
de la Isla por una vía marítima no autorizada. "Cualquier cubano que
intente entrar ilegalmente a EE UU [y sea capturado] perderá el derecho
a recibir los beneficios comprendidos [en los casos de reunificación
familiar]". Aquí los cubanos salen peor parados que otros que intentan
entrar ilegalmente al país. No hay duda que Washington quiere menos a
los "pies mojados" cubanos que a los "espaldas mojadas" mexicanos.

Durante muchos años la política migratoria ha sido utilizada como un
instrumento político, por parte de EE UU y Cuba. Ello ha beneficiado a
muchos cubanos, pero no sin pagar un precio por ello. La Habana y
Washington siempre han ofrecido diversas respuestas frente al fenómeno
de los inmigrantes cubanos. Dos países disímiles unidos por un problema
común, mientras miles de desesperados continúan buscando un destino mejor.

URL:
http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro_en_la_red/opinion/articulos/la-balsa-en-el-espejo/(gnews)/1157688000

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