Pages

Tuesday, May 26, 2015

El mercado de la política

El mercado de la política
[25-05-2015 18:34:41]
Alberto Medina Méndez

(www.miscelaneasdecuba.net).- Si bien para algunos pocos es muy evidente
que la política no es más que un mercado como tantos otros,
lamentablemente, la mayoría de los ciudadanos no logra asumirlo y espera
que su comportamiento sea diferente sin comprender sus reglas más
básicas y elementales.
Como en todo ámbito en el que se encuentran la oferta y la demanda, la
política termina descubriendo un punto de equilibrio. Siempre esa
armonía es inestable, un mero acuerdo transitorio en constante mutación.
Cualquier movimiento leve conduce a la búsqueda de un nuevo punto de
confluencia.

Si se entiende que la política es un mercado, es mucho más fácil
vislumbrar que el resultado que se obtiene hoy no es más que el producto
de lo que la sumatoria de oferentes y demandantes lograron acordar en un
instante.

Un ejemplo omnipresente es el de las propuestas de campaña. Un sector de
la sociedad se suele quejar diciendo que los candidatos no plantean
propuestas concretas. Algunos dirigentes hasta se animan a enumerarlas,
pero jamás son demasiado específicos para describir como las concretarán.

Sin embargo parece que quienes demandan ese tipo de exigencias a los
políticos no son los suficientes. De lo contrario los candidatos se
tomarían en serio la cuestión y le dedicarían más energías a ese reclamo.

En realidad, no hacen propuestas precisas, ni dicen como las realizarán
porque eso no es suficientemente valorado por los ciudadanos. Es
probable que esto explique porque unos y otros, políticos y ciudadanos,
se comportan de un modo relativamente similar.

No vale la pena pedir algo que igualmente no otorgarán dicen los
ciudadanos, mientras los políticos afirman que no tiene sentido proponer
algo que tampoco es determinante. Todo funciona de este modo y seguirá
así. No existen estímulos suficientes para que se modifiquen esas actitudes.

Un "mercado libre", eventualmente, optimizaría los resultados
colocándolos en su máximo punto de eficiencia. Pero claro, la actividad
política no ha quedado exenta de la corriente intervencionista que rige
esta era.

Es factible que la política del presente funcione de un modo ineficiente
e inadecuado porque sus reglas han sido permanentemente manipuladas por
quienes ostentan el poder y establecen esas normativas intencionalmente.

Se trata de un espacio brutalmente intervenido, absolutamente regulado,
que instaura pautas que impiden, deliberadamente, la indispensable
competencia. La extensa nómina de interferencias que exhibe este mercado
político explica la escasez de alternativas. Por eso la gente termina
optando entre lo disponible sin tener chances de ejercer legítimas
elecciones libres.

Si se esperan progresos en la materia, resulta vital disminuir los
obstáculos de acceso a la política y fomentar una verdadera competencia,
esa que impulsa a brindar lo mejor para que los ciudadanos tengan opciones.

Como en todo mercado, los oferentes hacen lo que sea para satisfacer las
pretensiones de la sociedad. No lo harán por altruismo, bondad natural o
integridad personal, sino porque de lo contrario, siempre se corre el
riesgo de que otro irrumpa en la escena y logre interpretar mejor las
demandas.

El régimen actual solo encierra a los "consumidores" sin otorgarle
salidas. Pero esto tampoco es casualidad. Los dueños del sistema se han
ocupado de bloquear intencionalmente a los potenciales nuevos dirigentes.

Es por esa razón que existen muchas legislaciones en las que los
partidos políticos tienen el monopolio formal de la representación. En
ellas, los ciudadanos no pueden siquiera postularse sino pertenecen a
una facción.

Como sucede en otros mercados, los oferentes intentan eliminar
adversarios recurriendo a restricciones legales que les permitan limitar
la oferta. Para hacerlo, utilizan argumentos que hasta parecen razonables.

Un caso emblemático, cuya comparación es pertinente, es el de los
industriales nacionales que se amparan en la sinuosa justificación de
las posibles fuentes de trabajo perdidas para evitar que sus rivales
extranjeros puedan ofrecer productos de mayor calidad o mejor precio.
Esos pseudo empresarios apelan al tráfico de influencias para impedir
que ingresen nuevos actores y su herramienta predilecta son las barreras
aduaneras.

La política no es diferente. Los dirigentes contemporáneos, se ocupan de
establecer normas que le garanticen la exclusividad de la
representación. De hecho, los partidos mayoritarios acuerdan esas reglas
para repartirse las porciones de poder. Listas sábanas, sistemas
complejos de elecciones, de fiscalización, pisos mínimos para obtener
representación, personería política con limitaciones de tiempo,
cualquier instrumento es eficaz para quitar del camino a cualquier
entrometido que quiera modificar el esquema vigente.

Si se espera que la política cambie, habrá que flexibilizar sus reglas,
para que sean muchos los que deseen participar y puedan hacerlo sin una
burocracia que se interponga. Si los ciudadanos tienen más poder,
dispondrán de una mayor cantidad de alternativas para seleccionar. Nada
asegura la perfección, pero esa dinámica incentivará a los postulantes a
ser mejores e intentar seducir de otro modo a su potencial electorado.

Si se sigue creyendo que la política es solo servicio a la comunidad y
que debe ser un apostolado vocacional, no se ha comprendido la
naturaleza de las transacciones entre individuos. Ningún problema puede
ser resuelto si antes no se comprende su dinámica. Si se quiere que la
política sea el motor del cambio se debe entender primero que también es
un mercado.

Source: El mercado de la política - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/55634f213a682e0b80ee040c#.VWQ2bc-qqko

No comments: