Los cambios viajan a lomo de la modernidad
En todo momento la clase gobernante encabezada por la familia real de 
los Castro ha seguido esquilmando a la población sin reducirse un solo 
privilegio
Darsi Ferrer, La Habana | 28/02/2012 9:10 am
El propósito del general Raúl Castro es mutar el régimen hacia un modelo 
más "moderno" de dictadura. Para ello necesita continuar aislando, 
controlando y explotando al pueblo. Si se observan con atención las 
medidas económicas que últimamente ha puesto en práctica, quedará claro 
que no son cambios estructurales, sino que constituyen un acto de vulgar 
escamoteo. Evaden los necesarios para una verdadera y perentoria 
transformación económica, política y social del país.
Más allá de lo que puedan prever los optimistas, crédulos de las buenas 
intenciones del mensaje oficial, estas últimas medidas refuerzan las 
primitivas bases donde se fundara la permanencia del presente orden: el 
control y la explotación de la ciudadanía. Por tanto, no se le dé más 
vueltas al asunto, ni se evite enfrentar los hechos con esperanzas que 
no tienen fundamento. Cuba es un campo de concentración y trabajo 
forzado. Sus ciudadanos son prisioneros sin derechos a los que como 
método de intimidación se les castiga de manera anárquica y constante 
mientras se les extrae toda la plusvalía posible. Los "lineamientos 
económicos" que se adoptan como supuesta ruta salvadora de la nación, lo 
único que buscan es consolidar ese modelo de expolio ante las nuevas 
realidades imparables que llegan del exterior.
Con una economía en quiebra por decenas de años de incapacidad y 
desaciertos, la élite gobernante no puede ni siquiera pensar en evadir o 
demorar los influjos del proceso de globalización que va transformando 
aceleradamente a todo el planeta. En esencia, en la Isla se padece de 
los mismos males del intervencionismo estatal que ahora sacude a Europa 
y a los Estados Unidos, lo que a una escala muy superior.
La particularidad que los distingue radica en un desparpajo criminal. En 
esta nueva versión  predomina el síndrome de "Pilatos". A la vez que 
sacralizan como norma oficial inapelable la nefasta planificación 
centralizada y la guerra a la riqueza de los miembros de la sociedad, 
fuera de su casta elegida, gradualmente dejan de responsabilizarse con 
cubrir las míseras subvenciones de la empobrecida población.
Durante decenios, le suprimieron al pueblo toda posibilidad legal de 
supervivencia y lo hicieron depender de sus migajas o sumirse en el 
ejemplo de corrupción y delito que pretenden monopolizar desde el poder. 
Ante el desastre de los resultados de una economía inoperante solo 
aspiran mantener intacto el control totalitario de la misma, cargándole 
al pueblo el costo. Este nuevo ensayo de un mayor absurdo sobre una 
agotada nación también recae sobre el cúmulo de sufrimientos de la 
ciudadanía.
Y tales circunstancias ocurren pese al embargo norteamericano o 
cualquier otra medida de aislamiento económico. En todo momento la clase 
gobernante encabezada por la familia real de los Castro ha seguido 
esquilmando a la población sin reducirse un solo privilegio. Más bien 
los incrementa a niveles de verdadera indecencia. Y para satisfacer sus 
necesidades de lujo, le aprieta el cinturón a la población y de paso no 
cesa de azuzarlo contra el supuesto enemigo que la castiga, en el 
intento de ocultar al verdadero culpable.
La realidad es que a la élite castrista, que controla todas las palancas 
del poder, no le cuesta nada seguir rebajando las cuotas del magro 
consumo de bienes y servicios destinados a la población y gastarlos en 
su propio beneficio. Por ello, promover medidas de aislamiento para Cuba 
no acelera sino demora el advenimiento de la verdadera transición que la 
realidad mundial impone a este grupo en el poder. Además, insistir en 
esa vieja fórmula ineficiente de la Guerra Fría, aparte de constituir un 
procedimiento anacrónico ante las probadas y exitosas nuevas dinámicas 
de comunicación financiera, cultural, económica, política y social, 
constituye un contrasentido. Porque al intentar aislar al régimen en 
medio de una ola Globalizadora mundial que tiende irresistiblemente a lo 
contrario, le están aportando toda la ayuda que necesita y de paso le 
confirman como certera la práctica concienzuda de preservar el control 
totalitario. Entretanto, el régimen cubano no deja de nutrir sus 
cuarteles de cuanta novedad tecnológica aporta el mercado internacional 
y la modernidad de los tiempos que corren. Además de su apuesta por 
influenciar en una política internacional que combata la libertad que 
promueve la Globalización, su más nefasto enemigo.
La comunidad cubana debe analizar estas circunstancias y negarle su 
apoyo a erróneas y politiqueras medidas, promovidas bajo el pretexto de 
renovar el cerco al régimen como el manido método de combustión interna 
para una revuelta nacional. Más daño le haría al régimen que miles de 
yates de los millones que navegan la costa atlántica norteamericana y 
del Golfo acudieran a la Isla, cargados de norteños en busca de 
diversión. Es posible imaginar por un momento el espectáculo, un 
múltiple intento de desembarco desenfadado por todo el territorio, por 
las costas norte y sur, de norteamericanos en plena juerga. Las 
desesperadas autoridades serían anegadas. No podría ser menos entre 
tratar de impedir que una legión de achispados yanquis pudiera poner pie 
en tierra e intentar obstaculizar que la mayoría de los cubanos, con las 
pilas puestas por la esperanza de ganar dólares o una posibilidad de 
escapar en lancha del "paraíso Socialista", soltaran el insatisfactorio 
puesto laboral del Estado para salir "echando" hacia la costa, a 
buscarse la vida sin posibilidad alguna del acostumbrado intermediario 
estatal.
Más allá de esta hilarante escena imaginaria, lo cierto es que el 
contacto personal y la comunicación con el mundo liberan. Si hoy los 
cubanos tienen más conocimientos del acontecer mundial que el por 
decenios empotrado en sus mentes a través de la sarta de papandujas que 
a diario les machacan la Mesa Redonda, Radio Reloj, el Noticiero 
Nacional de Televisión y el aburridísimo diario oficial Granma, se debe 
a que sus comunicaciones personales han mejorado. Y ese resultado es 
mérito de la Globalización y del ingenio y modernidad intrínseca de los 
habitantes de la Isla. El régimen ha querido sacar provecho de ello y, 
creyéndose capaz de controlar ese caballo mustango, cometió el error de 
abrir la Caja de Pandora. Ahora deben estar arrepentidos por el más de 
un millón de teléfonos celulares que vendió a usureros precios a la 
población. A través de esos artilugios, los indetenibles mensajes de 
twitter que llegan cada día a mayor número de nacionales, aportan una 
gota sobre otra de esa tóxica verdad que la dictadura se desgasta en 
evitar. Nada de ello ocurría hace un lustro, y entre otras muchas, como 
los videos reveladores que pasan de mano en mano, va cambiando la manera 
de ver las cosas, más allá de cualquier trillada fórmula de cambio 
preconcebida.
Los cubanos, radicados dentro y fuera de la Isla, no deben aceptar el 
argumento esgrimido por el régimen de que la globalización es el 
enemigo. Es imprescindible en la época que vive la Humanidad 
identificarse con las computadoras, los teléfonos celulares, tener 
acceso pleno al Internet, poner avisos de compra-venta o beneficiarse 
del servicio de las páginas web como Cubango o Revolico, comunicarse por 
email, acceder a la información global o cualquier otra cosa que se 
salte el sofocante aislamiento al que obliga el platanal con alambre de 
púas de los Castro y compañía.
La globalización brinda la oportunidad del retorno al mundo occidental 
al que pertenecen los cubanos de cuerpo y alma. La libertad llegará más 
rápido mientras más comunicación y contacto se establezca con el mundo. 
Estableciendo puentes con la modernidad, que contribuyan a globalizar a 
la sociedad civil, se garantizarán las herramientas necesarias para 
evolucionar rápidamente y quitarse de encima ese cadáver insepulto 
llamado Revolución.
http://www.cubaencuentro.com/cuba/articulos/los-cambios-viajan-a-lomo-de-la-modernidad-274403
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