febrero 28, 2012
María Matienzo Puerto
HAVANA TIMES, 28 feb — En la Feria del Libro conocí a una mejicana que 
me comentó sobre algunas feministas mejicanas también que se ponían a 
discutir en facebook sobre la mejor manera de asearse el toto[1].
Me reí. No pude hacer otra cosa. Es que nunca había discutido con nadie 
sobre el tema. Y me parecía absurdo (creo que aún me parece) que se 
estableciera un debate algo tan cotidiano y para mí intrascendental.
Pues, como decía mi abuelita: "No hubo boca que no habló, que Dios no 
castigó". Yo que las critiqué, ahora quiero protestar por un tema 
colindante: el papel sanitario.
Quiero convertir el papel sanitario en una réplica social, en la 
reclamación de derechos íntimos e higiénicos. ¿Escatológico, verdad?
Hace algún tiempo, años quizás, el papel higiénico en Cuba dejó de ser 
una necesidad para convertirse en un lujo para las mujeres cubanas.
Después alguien se dio cuenta y comenzó la producción con "calidad 
popular" (slogan que versaba en su nylon), eso consistía en que el papel 
parecía sucio, pero pensamos siempre que era, más bien ecológico, y como 
se vendía en moneda nacional, nadie protestaba.
Hasta que un día, incluso el de "calidad popular", comenzó a 
comercializarse en divisa.
Los precios comenzaron a subir de noventa centavos en cuc. a 1.50 cuc. Y 
aún así, aunque los precios ya constituían un 10 porciento de los 
salarios promedios, las mujeres seguíamos comprándolos. Ahora hemos 
llegado al colmo del paroxismo.
Triplicaron los precios. No hubo concilio ni hay más opciones. Ahora 
debo pagar un 30 porciento de mi salario si quiero ser higiénica.
¿Parece superfluo, superficial, frívolo? ¿Verdad? Pues a mí qué. Puede 
que lo sea, pero así se mueven las cosas por acá. Así funcionan. Sin 
muchas opciones ni para secarse el orine.
[1] Término familiar de llamar a los órganos sexuales femeninos.
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