Miércoles, Febrero 29, 2012 | Por Augusto Cesar San Martin
LA HABANA, Cuba, febrero, www.cubanet.org -El recuerdo que tengo sobre 
la visita a Cuba en 1998 de Juan Pablo II  es la cárcel. Después de 
varios traslados me llevaron hasta la prisión de Ariza, provincia de 
Cienfuegos.
Según explicaron  las autoridades penitenciarias,  buscaban un penal 
acorde a mi reclamo.  En las cárceles de La Habana,  exigía el fin de la 
confiscación  de Biblias y materiales religiosos.
Durante dos años apelé a instituciones del Estado y organismos 
internacionales, sin resultado. De forma inesperada las autoridades del 
penal entregaron parte de la literatura religiosa requisada. El olor 
azufre de aquel gesto  reveló la farsa mal montada. Juan Pablo II había 
anunciado su visita a la isla, el gobierno acomodaba  la aldea.
Entonces  fui trasladado a  la prisión de Ariza,  232 km de distancia de 
mi familia. Era el infierno donde debía esperar al representante de Dios 
en la tierra.
Cuando llegue a la cárcel Cienfueguera solicité asistencia religiosa. 
Una semana antes de la llegada del Papa, tuve la primera entrevista con 
un sacerdote.
El Tiburón Blanco, como se  bautiza a la prisión de Ariza,  por la 
capacidad de devorar seres humanos, mataba un reo mensual. Los servicios 
médicos estaban dirigidos  por la esposa del oficial de la policía 
política. Los  alimentos, basados en caldos, se servían putrefactos 
bajo la justificación  de tener las neveras rotas.  El pan era 
sustituido por una papa caliente a las 6:00 am. Faltaba el agua, 
abundaba la sangre en las golpizas, las epidemias y el hacinamiento.
Durante la estancia de Juan Pablo II en la isla, el infierno se 
convirtió en limbo. Una especie de tregua que aún con las neveras rotas 
cambio la dieta del penal. Durante cinco días los reos  recibieron  pan 
en las mañanas,  comieron arroz con pato, macarrón con pato y sopa de 
pato. Las golpizas dejaron de ser diarias y los servicios médicos 
depusieron la práctica de inyectar agua a los enfermos.
Cuando el avión de Su Santidad no había aún despegado de territorio 
cubano, regresó el infierno. Vladimiro Roca, Bernardo Arévalo Padrón y 
yo fuimos llevados a la celda de aislamiento. Esperábamos el fin de la 
efímera farsa, pero no con tanta rapidez y desvergüenza..
El Papa Juan Pablo II dejó mensajes para el gobierno de Cuba. Habló 
sobre la separación forzosa  de la familia cubana  dentro  del país, la 
emigración, y de espacios para expresar y proponer con tolerancia. 
Finalmente nos dejó la difundida frase de que Cuba se abriera al mundo 
con sus posibilidades  y el mundo a Cuba.
Los ilusos miraron las señales del gobierno con esperanza. La Iglesia se 
afanó en hacer llevar a la práctica los mensajes de Pontífice y Fidel 
Castro respondió con la Primavera Negra.
La visita  de Benedicto XVI es una oportunidad nada despreciable para el 
gobierno. El acontecimiento ofrecerá las herramientas necesarias para la 
imagen de cambio que intenta brindar el menor de los Castro. Una 
bendición para manipular la realidad  de los cubanos.
Cuando Benedito XVI arribe a la isla el próximo 26 de marzo encontrará 
la misma farsa que recibió a Juan Pablo II. Aunque tengo que reconocer 
que esta vez está mejor montada.
No comments:
Post a Comment