Viernes, Diciembre 16, 2011 | Por Alberto Méndez Castelló
PUERTO PADRE, Cuba, diciembre, www.cubanet.org -Indignado miró a la
azotea. No estaba.
-! Maria…! , la llamó, de pie, en medio de la calle, todavía con la
vista fija en el techo de su casa. Cuando apartó la mirada, la mujer ya
estaba en la puerta.
"Se llevaron el cartel –le dijo- pero ahora tú verás".
Para escribir su mensaje, esta vez desechó el cartón y eligió un
trozo de hojalata de un antiguo bidón de combustible.
Trepó a la azotea y a martillazos agujereó la hojalata, amarrándola con
alambres al asta de la antena del televisor.
Mientras trabajaba allá arriba, escuchó a su mujer mascullando. Hablaba
sobre el ruido que oyó la noche anterior mientras veía la telenovela.
Según ella, no le prestó atención. Creyó que eran los gatos.
Pero qué importaba si el ruido escuchado por su mujer pertenecía a los
gatos, a las ratas o a los rateros al servicio de la policía política
-se dijo él, echándose hacia atrás para comprobar la eficacia de su obra.
La casa está ubicada sobre la cúspide de la colina en la que asienta la
ciudad de Puerto Padre. Y aunque con caligrafía amuchachada, desde lejos
puede leerse su letrero: "Viva el 10 de diciembre, Día de los
Derechos Humanos".
Es sábado, 10 de diciembre de 2011. Apenas han transcurrido unos cuantos
minutos desde el amanecer, y el cartel que fuera robado en la noche ha
sido ya repuesto.
De corta estatura y rasgos eslavos, Alexis Guerrero Cruz baja de la
azotea y sube a su bicicleta de 3 ruedas con un rótulo pomposo: Bicitaxi.
Comienza a pedalear para ganarse la vida. Atrás quedan la mujer y las
hijas, bajo un cartel que en lugar de ser bienvenido, pudiera
acarrearles dificultades, como las ya ocurridas por la disidencia de
Alexis, o por su posesión de un puñado de libros bajo una denominación
apabullante: Biblioteca independiente Tomas Jefferson.
Exigiendo derechos, Alexis es el hombre de los carteles. Cuando en el
barrio no tenían qué beber escribió: "Tenemos derecho al agua". Puso el
cartel en su bicicleta y fue a estacionarse frente a la mismísima sede
del Partido Comunista.
Amigos y detractores han calificado a Alexis a su gusto. Unos lo llaman
patriota; otros, mercenario. Y hay hasta quien le llama ladrón.
Tales lindezas no parecen preocuparle. Continúa sudando la camiseta para
ganarse el pan. Y de vez en vez escribe lo que piensa y exhibe sus
carteles a la luz del día.
El sábado 10 de diciembre, luego de haber llevado y traído en su
bicicleta a gente en constante parloteo que nada dice, Alexis regresó
a casa.
Con el cartel de hojalata sobre el techo, y durante todo el día la
vivienda ha estado bajo el acecho de dos piquetes.
"Esa gente no son del barrio, las trajeron para vigilar", le dijo
Joaquín, un vecino.
Al caer la tarde los piqueteros se marcharon, pero sobre la azotea
todavía permanecía el cartel: "Ahí está, míralo", decía Alexis, contento.
Según Vaclav Havel, este es el poder de los sin poder. Lástima que
otros no lo comprendan.
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