Viernes, Diciembre 30, 2011 | Por José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba, diciembre, www.cubanet.org -El año 2011 cierra con mala 
traza para los cubanos. No porque no se vislumbren novedades en torno a 
la caída de la dictadura, que al fin nadie con sano juicio la esperaba 
tan pronto, sino, sobre todo, porque aunque todavía muy pálido, se 
vislumbra un inicio de consumación en la fórmula con que la dictadura 
pretende prolongar su dominio: cuero para la oposición y frijoles para 
el pueblo.
Hay una cierta incidencia internacional que gravita sin duda sobre este 
enroque.
Es imposible negar el oxígeno que le está aportando la reanimación de 
sus vínculos con los países de América Latina, muy en especial con los 
que tienen gobiernos de izquierda que han sido elegidos 
democráticamente. Éstos no sólo les extienden sus empréstitos en el 
plano económico. También están ejerciendo en la práctica como sus 
garantes políticos, justo en un momento en que el régimen había perdido 
todo crédito entre los gobiernos democráticos del mundo.
No se trata ya únicamente de Hugo Chávez, o de sus compinches en 
Nicaragua y Ecuador. En realidad hoy conforman mayoría los mandatarios 
latinoamericanos que justifican o pasan por alto el talante represivo y 
retrógrado de nuestra dictadura, bajo el pretexto de respetar la 
diversidad ideológica de los gobiernos en cada país como base para los 
intereses del conjunto en la región.
Puede que de pronto esta tácita complicidad no parezca ser gran cosa, 
pero lo es. De hecho, tiene lugar por vez primera a lo largo de medio 
siglo de tiranía totalitaria en Cuba. Y además se enfoca como 
conveniente para un numeroso grupo de naciones, justo cuando los bloques 
regionales cobran renovada importancia en tanto estrategia para el 
enfrentamiento de la crisis económica global.
Pero incluso aun cuando la connivencia de Latinoamérica representara 
poco (si la comparamos con la actitud de casi todo el resto del mundo 
civilizado), es obvio que resulta suficiente para nuestra dictadura, 
persuadida como está de que todo cuanto necesita de momento es llevar 
adelante un plan de resistencia a corto plazo, el cual debe apoyarse en 
la solución, o al menos en alguna tentativa creíble de solución a las 
más urgentes penalidades económicas de la gente.
Bien conocida es esa premisa siniestra y fría del totalitarismo, según 
la cual, al pueblo hay que facilitarle los frijoles para no tener que 
echarle los tanques encima.
Todo indica que nunca como ahora el régimen intenta apostar por esta 
fórmula. No le queda otra a mano. Ni le queda tiempo para ensayar con 
otras. Y es justo en ese contexto donde parece gravitar con un peso 
determinante la nueva índole de sus relaciones con Latinoamérica. Muy 
probablemente ni siquiera esta fórmula le quedaría si no hubiese hallado 
la dosis de oxígeno mínimo indispensable en la ayuda económica y en el 
aval político de Chávez y de los gobiernos chavistas o convenientemente 
alineados con el chavismo para la ocasión.
Por supuesto que dada la gravedad de nuestra crisis (o de la ilación de 
todas nuestras crisis), el régimen no podría llegar demasiado lejos aun 
contando con este bastón providencial que hoy le alargan los vecinos del 
continente. Pero es que tampoco la suya es una meta para cuyo alcance 
necesitarían ir demasiado lejos.
Conocedor de la psicología popular (que no en balde la manipuló y la 
amoldó a sus anchas a lo largo de varias generaciones), y además perro 
viejo entre los intríngulis del poder, el régimen sabe que en 
circunstancias como la nuestra, lo que más preocupa a la gente son las 
escaseces materiales de primer orden. Es por fuerza el principal motivo 
de su descontento y la primerísima causa de su crispación.
Actuar en consecuencia significa entonces para el régimen amansar a la 
gente con alguna que otra respuesta, por modestas que fueren, en lo 
relativo a sus necesidades materiales. Todavía más cuando tales 
respuestas funcionan a la vez como palanca para el restablecimiento de 
la confianza. Es muy posible que a eso se refiriese el presidente Raúl 
Castro, cuando a finales del pasado año sentenció: "O rectificamos o ya 
se acabó el tiempo de seguir bordeando el precipicio…".
Nadie que esté familiarizado más o menos a fondo con el esquema mental 
de nuestros caciques, ignora que para ellos "rectificar" se traduce en 
"no ceder" pero haciendo creer que ceden mediante la aplicación de 
remedios de emergencia.
Visto así, ya que lamentablemente no hay otra manera de verlo, el actual 
proceso de apertura y reformas en Cuba no persigue sino ese tipo de 
"rectificación".
Lo inusual es que haya muchas personas –hablo de personas honestas, pues 
los cómplices y oportunistas no cuentan- que estén asumiendo la tal 
"rectificación" con optimismo, a la espera inocente de que el aguacatal 
termine dándonos manzanas. Todavía más que inusual, lo extraño es que el 
régimen no haya sido capaz de iniciar esta "rectificación" mucho antes, 
puesto que es tan poco lo que pierde y tanto lo que va a ganar con ella. 
Y todavía más que extraño e inusual, sería desconcertante que consiga 
llevarse el gato al agua a estas alturas, cuando todo hecho y toda 
lógica indican que su tiempo había llegado al fin.
Para colmo, la ecuación de su proceso "rectificador" se presenta 
restringida al máximo, a tono con la mezquindad que es propia de las 
tiranías: un muy pequeño avance en las posibilidades de matar el hambre 
y de aliviar otras precariedades básicas de la población, combinado con 
un aumento extremo de los resortes para preservar a la opinión pública 
de toda contaminación procedente del "enemigo exterior", y con la 
imposición de un estricto "orden interno" como premisa contra la 
indisciplina, es decir, contra los reclamos de la oposición.
Es una especie de variante china pero a lo bestia. Sin la eficacia 
productiva y mucho menos organizativa de los chinos. Y claro, sin la 
abnegación asiática como fundamento, sin su orden y sus planificaciones 
detallistas y de largo aliento.
Cierta máxima rancia de los machistas cubanos (cuya autoría se le 
acredita al famoso chulo habanero Alberto Yarini), asegura que para 
mantener bajo control a las mujeres basta con darle en abundancia dos 
cosas: sexo y preocupaciones. No parece muy distinta la adoptada por 
nuestros caciques para controlar al pueblo: cuero y frijoles. No 
gratuitamente ambas fórmulas se sostienen sobre la misma base de una 
filosofía cavernaria, abusadora y prepotente.
Con todo, es plausible que aún haya personas de buena voluntad que estén 
dispuestas a esperar algo más que cuero y frijoles del actual proceso de 
cambios. Es su derecho. Sólo sería bueno que cuando intenten la búsqueda 
de ese "algo más", no dejen de constatar si el régimen ha cumplido o se 
encamina a cumplir cinco prioridades citadas por el disidente cubano 
Guillermo Fariñas, Premio Sajarov, 2010, de los Derechos Humanos, y que 
en general constituyen desde hace mucho demanda permanente de nuestro 
movimiento de oposición pacífica:
"Primero: proseguir la liberación sin destierro de todos los presos 
políticos y de conciencia, además de comprometerse públicamente a jamás 
encarcelar a opositores políticos no violentos. Segundo: suprimir de 
inmediato las golpizas violentas y amenazas a los opositores pacíficos 
dentro del país, realizadas por los adeptos militares y paramilitares al 
régimen. Tercero: anunciar que serán estudiadas y eliminadas todas las 
leyes cubanas que entren en contradicción con la Declaración Universal 
de los Derechos Humanos. Cuarto: otorgar en la práctica diaria las 
facilidades, para que se creen partidos políticos opositores, medios de 
prensa no subordinados al sistema de "Socialismo de Estado", sindicatos 
independientes y cualquier otro tipo de entidades sociales pacíficas. Y 
quinto: aceptar públicamente que todos los cubanos residentes en la 
diáspora tienen el derecho a participar en la vida cultural, económica, 
política y social de Cuba".
Si luego de buscarlas desde una óptica de buena voluntad, no identifican 
ni el más mínimo adelanto en correspondencia con estas demandas tan 
elementales, tal vez a los optimistas nos les quede sino aceptar que eso 
a lo que hoy llaman actualización o perfeccionamiento de nuestro sistema 
socialista, no pasa de ser un pobre amago de aplatanamiento de la 
variante china.
La novedad en cualquier caso es que contra lo que casi todos deseábamos, 
este amago comienza a perfilarse como nueva tónica de una realidad 
trampeada para el pueblo, así que comprometedoramente ventajosa para el 
régimen.
Que pueda funcionarles sólo a corto plazo no deja de ser razón de 
expectativa para los amantes de la libertad y del progreso. Lo 
descorazonador es que tengamos que seguir apelando a la paciencia y a la 
resignación como únicos recursos.
Por lo pronto es así como se perfila 2012: cuero y frijoles. El resto es 
esperanza, la cual, según los guajiros cubanos, tiene la forma de un 
buey volando.
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