Fernando Ravsberg | 2011-12-29, 11:24
Apenas se supo la noticia del indulto de 2900 presos un amigo 
revolucionario me advirtió que "la calle se va a poner mala" y la 
disidencia lamentó que "la decisión del gobierno de Cuba haya sido tan 
limitada". La controversia despertó mi interés y salí a buscar a los 
excarcelados.
Haber conversado un rato con 3 de ellos no me da ningún parámetro 
estadístico pero es suficiente para hacerme pensar que no necesariamente 
todos estos hombres y mujeres saldrán a la calle a repetir los delitos 
que realizaron en el pasado.
Me sirvió también para preguntarme hasta qué punto es justo mantener 
encerrado a un hombre de 36 años, casado y convertido en la prisión en 
Técnico "A" en electricidad de montajes, por un delito que cometió 
cuando era un adolecente de 17 años.
Seguramente algunos de los indultados no podrán reinsertarse en la 
sociedad y volverán a delinquir pero eso no puede servir como argumento 
para que se les niegue a todos los demás la posibilidad de tener una 
segunda oportunidad.
Es que las prisiones no deberían servir como castigo sino como lugar de 
reclusión para aquellos que son incapaces de vivir en sociedad sin hacer 
daño al resto. Bajo ese criterio no se justifica mantenerlos tras las 
rejas cuando ya no representan un peligro.
Es muy sano que cada año las autoridades se vean obligadas a revisar los 
casos de las personas que un día fueron puestos bajo su custodia a 
cumplir una sentencia, hombres y mujeres a los que nunca se les puede 
negar el derecho a la rehabilitación.
A los 2900 liberados de esta Navidad se suman los 200 presos políticos 
excarcelados desde que Raúl Castro asumió la presidencia y en esa misma 
cuenta se debería incluir la conmutación de la pena de muerte a decenas 
de condenados.
Ojalá sea un primer paso hacia la eliminación de la pena capital porque 
se trata de una sanción sin marcha atrás aun cuando la justicia se 
equivoque. Además es un castigo cruel que le niega al ser humano la 
posibilidad de rectificar.
Sé que mi opinión no es compartida por muchos cubanos, en entrevistas 
callejeras sobre el tema la mayoría de los hombres y mujeres con los que 
hablé se mostraron favorables a mantener la pena de muerte para los 
casos de delitos graves.
De todas formas los diputados han planteado la necesidad de revisar el 
código penal cubano e imagino que este será uno de los puntos de su 
agenda aunque seguramente no el único porque los retos que enfrenta la 
sociedad hoy son enormes.
A pesar de la insistencia de Raúl Castro sobre la necesidad de perseguir 
el robo de ganado, la pena por este delito no debería ser superior que 
la que se aplicó a aquellos que provocaron la muerte de decenas de 
enfermos mentales por hambre y frío.
Si, como afirmó el presidente en el Parlamento, el principal enemigo de 
la nación es la corrupción de cuello blanco, parece lógico armarse de 
una estrategia y un andamiaje legal que les permita combatirla con mayor 
dureza y eficiencia.
¿Cuánto ha perdido el país con los robos en la aviación civil, níquel, 
habanos, telefónica, alimentación, biotecnología, transporte y piezas de 
repuesto, azúcar e incluso dentro de algunas empresas regentadas por las 
Fuerzas Armadas?.
Lo cierto es que en un año de actividad delictiva, cualquiera de estos 
dirigentes y funcionarios detenidos ha hecho mucho más daño a la 
economía nacional que el que podría hacer un cuatrero cubano 
sacrificando vacas durante toda su vida.
Si el gobierno no corta semejante sangría de poco servirá que los 
cubanos de a pie eleven la productividad de su trabajo, gasten menos 
electricidad o dejen de recibir subvenciones. Los sacrificios de la 
gente terminarán en cuentas particulares en el extranjero.
En el Parlamento el presidente los llamó "burócratas corrompidos", 
aseguró que ocupan cargos "para acumular fortunas, apostando a una 
eventual derrota de la Revolución" y advirtió que "seremos implacables" 
con esa "plaga parasitaria".
En el mismo discurso anunció que hay documentales e interrogatorios 
filmados a "delincuentes de cuello blanco", sin embargo, estos solo 
podrán ser vistos por los diputados y otros dirigentes, negándole esa 
posibilidad a la mayoría de los ciudadanos.
¿Puede pedírsele a la gente que entienda la gravedad de lo que sucede 
cuando se le oculta la mayor parte de la información? ¿Es correcto 
mantener el secretismo en un tema que afecta a toda la nación? ¿Volverán 
los medios nacionales a callar como si nada pasara?
Por lo que ha trascendido, pocos de estos casos tienen una connotación 
que afecte la seguridad nacional. El silencio solo sirve para que la 
gente permanezca pasiva en las gradas haciéndose eco de rumores, algunos 
ciertos y otros disparatados.
La falta de trasparencia en el combate contra la corrupción parece dar 
la razón al escritor cubano Lisandro Otero cuando concluyó que en el 
capitalismo el ciudadano no sabe qué es lo que le pasará mientras que en 
el socialismo nunca se entera de qué fue lo que pasó.
http://www.bbc.co.uk/blogs/mundo/cartas_desde_cuba/2011/12/la_justicia_no_debe_ser_ciega.html
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