Tuesday, April 19, 2011 | Por René Gómez Manzano
LA HABANA, Cuba, abril (www.cubant.org) – El 16 de abril tuvieron lugar
en La Habana el desfile por el Aniversario 50 de los sucesos de la Bahía
de Cochinos y el inicio del VI Congreso del partido único. Este último
mucho menos publicitado que el primero, en franca violación de las
reglas no escritas de la liturgia comunista.
La parada militar, con su media docena de helicópteros y sus cinco
aviones, no podía aspirar a disuadir a los presuntos autores de la
hipotética "agresión imperialista", siempre anunciada y nunca
materializada. Evidentemente, el objeto de ese esfuerzo eran los propios
ciudadanos cubanos.
Al día siguiente, Fidel Castro esgrimió un argumento de anciano achacoso
para justificar su ausencia de la Plaza: no podía permanecer tres horas
bajo el sol. Obviamente, en el congreso no hubiera pasado calor, pero su
inasistencia ni siquiera trató de explicarla.
En su informe al cónclave partidista, Raúl Castro tocó varios aspectos:
ratificó que la economía sería el "tema principal" de la reunión;
reiteró que el congreso elegiría al nuevo comité central; reconoció que
los acuerdos de los anteriores eventos similares han sido incumplidos y
aseguró que esta vez no sucedería lo mismo, aunque sin explicar los
fundamentos de su afirmación.
También aludió a la próxima conferencia del Partido, y a la instauración
de un "sistema descentralizado en el que primará la planificación", pero
que "no ignorará las tendencias presentes en el mercado". Prometió
"reducir sustancialmente la nomenclatura de los cargos de dirección" y
eliminar la "regla tácita" de que hay que ser militante comunista para
ocupar algún cargo de dirección.
En temas más cercanos a la oposición, negó tácitamente que la
excarcelación de los presos políticos se haya debido al impacto
ocasionado por la larguísima huelga de Guillermo Fariñas. Según él, el
diálogo Iglesia-Estado se debió a la buena voluntad del régimen. Afirmó
que los progobiernistas seguirían defendiendo plazas y calles, como si
los opositores no fuésemos también cubanos.
Entre las proposiciones más novedosas está la de limitar a dos períodos
de cinco años la permanencia de dirigentes en los cargos fundamentales
del Estado-Partido. En su alocución, el orador explicó su propuesta
invocando las "actuales circunstancias" que, según dijo, son "bien
distintas a las de las primeras décadas de la Revolución, sometida a
constantes amenazas y agresiones".
Este último argumento no resulta comprensible, ya que, según repite a
diario la propaganda gubernamental, hasta hoy continúan los supuestos
peligros provenientes del extranjero. En definitiva, con esa medida se
ha establecido una limitación aplicable a los sucesores, no al autor de
la iniciativa.
Al escuchar esa propuesta, recordé un episodio del serial español Los
jinetes del alba. Durante la Guerra Civil, uno de los protagonistas
sufre una bajeza que ni siquiera un sinvergüenza como él merece: Un
guerrillero comunista disparó a sus entrepiernas. Ya emasculado, el
personaje recorría los caminos presumiendo de su castidad y afirmando
que era un sacrificio que él ofrecía a la virgen.
Del mismo modo que la pureza impuesta por la anatomía no puede ser
catalogada como virtud, tampoco la reforma legal aconsejada por la
biología, y por la imposibilidad física de ejercer el poder por más de
diez años, puede ser conceptuada como un gesto de renunciación. No
obstante, se trata de un paso en el sentido correcto, máxime si lo
comparamos con la práctica de este último medio siglo.
Pero eso es apenas una proposición accesoria. Veremos qué acuerdos
adopta en definitiva el VI Congreso del partido único.
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