La presencia de Fidel Castro durante el VI Congreso debería bastar para 
acabar con las conjeturas sobre cuánto quiere Raúl apartarse de la 
ortodoxia de su hermano
ÁLVARO VARGAS LLOSA
Día 30/04/2011
LA intención del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba era, se nos 
había hecho creer, rejuvenecer y modernizar las estructuras del Estado… 
razón por la cual el Buró Político de quince miembros que acaban de 
«elegir» está dominado por septuagenarios y octogenarios que llevan 
rejuveneciendo y modernizando a Cuba desde hace cincuenta y dos años. El 
verdadero propósito era mantener la forma en que se asigna el poder. Los 
hermanos Castro están dispuestos, astutos estrategas que son, a efectuar 
concesiones en muchas áreas. Pero no en la cuestión definitiva: el 
monopolio del poder. Basta observar al Buró Político para advertir que 
Cuba ya no es una dictadura ideológica sino puramente militar. Raúl 
Castro, que ahora sucede a su hermano como primer secretario, ha sido 
tradicionalmente el jefe de las fuerzas armadas. La pequeña camarilla de 
la vieja guardia «elegida» para servir en el Politburó ha demostrado su 
servil lealtad durante décadas de colaboración con él en el ejército. El 
«Segundo Secretario», José Machado Ventura así como Ramiro Valdés, 
Abelardo Colomé Ibarra y compañía tienen la misión de evitar fracturas 
en los cuarteles, no de forjar al «hombre nuevo» socialista. El hecho de 
que todos estos hombres llamados a inyectar nueva vida en el sistema 
sean revolucionarios de la primera hora no es el aspecto más farsesco 
del VI Congreso. Lo es más bien la afirmación de Castro, durante su 
cháchara de dos horas y media, de que «el país carece de una reserva de 
sustitutos bien preparados», lo que significa que él y su camarilla se 
sacrificarán un poco más antes de que puedan ceder el poder a una nueva 
generación. ¿Y cuánto tiempo, cabe preguntarse, transcurrirá para que a 
una generación bien preparada se le permita surgir? Diez años, según 
Castro, que parecía hablar en serio cuando propuso que a partir de ahora 
los líderes del partido sólo sirvan dos mandatos de cinco años. Esto 
debería darle el tiempo suficiente para hacer una nueva propuesta, justo 
antes de cumplir
90 años en 2021, a fin de prolongar el gobierno de su vieja guardia un 
poquito más. En lo que no se equivoca es en la falta de preparación. La 
razón de que no haya nuevas generaciones en el partido, claro, es el 
hábito de los hermanos Castro de aplicar la guillotina política a las 
figuras más jóvenes. Carlos Lage, el ex secretario del Consejo de 
Ministros, y Felipe Pérez Roque, el ex ministro de Relaciones 
Exteriores, dos «apparatchiks» que parecían, hasta hace pocos años, 
puntas de lanza de un liderazgo emergente, fueron purgados tan pronto 
asomaron sus cabezas. ¿Cómo podía prepararse a una nueva generación 
cuando los Castro dejaron transcurrir catorce años entre el V y el VI 
Congreso?
Raúl Castro, más admirador de la vía china que su hermano, ha puesto en 
marcha lo que denomina «la actualización del modelo socialista». 
Pretende que la iniciativa privada absorba al 50 por ciento de los 
trabajadores de la isla como parte de un plan para eliminar medio millón 
de empleos ahora, y otro medio millón más adelante. Las empresas 
estatales podrán gozar de más «autonomía» y los gobiernos locales 
controlarán una mayor parte de sus presupuestos. Se permitirá el trabajo 
por cuenta propia en un total de 178 actividades. El objetivo es 
aumentar la capacidad productiva de la isla para mantener a la 
burocracia política. En su estado actual, y con los subsidios que envía 
Venezuela a la isla bajo constante amenaza debido al apocalipsis que 
vive ese país, Cuba corre el riesgo de agitaciones sociales y políticas. 
Ha habido síntomas de ello en los últimos años al ganar algunos grupos 
opositores cierta notoriedad (y pagar un alto precio por ello).
Pero las reformas de Castro son insuficientes para que tenga lugar un 
salto económico importante. Rigoberto Díaz, un corresponsal en La 
Habana, entrevistó recientemente a un número de cubanos que ha tratado 
de iniciar negocios bajo las nuevas reglas. El caso de Elia Pastrana, 
quien renunció a su empleo gubernamental, es dueña de un puesto de 
comida rápida y emplea a una persona en la localidad de Artemisa, unos 
cuarenta kilómetros al sur de La Habana, es típico. Ha decidido cerrar 
su negocio porque el costo de la licencia, los impuestos a la renta, las 
cargas laborales y la seguridad social no le permiten mantenerlo.
La presencia de Fidel Castro durante el VI Congreso debería bastar para 
acabar con las constantes conjeturas sobre cuánto quiere Raúl apartarse 
de la ortodoxia de su hermano. Fidel lo dijo todo cuando resumió el 
propósito del VI Congreso: «Preservar el socialismo». Ambos Castro están 
totalmente de acuerdo en eso.
ÁLVARO VARGAS LLOSA ES ACADÉMICO SENIOR EN EL INDEPENDENT INSTITUTE Y 
EDITOR DE «LESSONS FROM THE POOR». (©) 2011, THE WASHINGTON POST WRITERS 
GROUP
http://www.abc.es/20110430/opinion-cartas-director/abcp-actualizacion-cubana-20110430.html
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