Ojos rasgados
Yoani Sanchez
Generación Y
La Habana -- Recorren en grupos los barrios de La Habana. Son cientos de 
estudiantes chinos que aprenden español en Cuba y agregan colorido a una 
realidad donde otros extranjeros apenas si permanecen un par de semanas 
como turistas. Gracias a ellos, la ciudad ha vuelto a tener esos ojos 
rasgados que en la primera mitad del siglo veinte eran tan comunes. Ha 
regresado –por un tiempo– ese andar asiático, que da la impresión de 
apenas tocar el suelo con la punta de los pies.
Abarrotan el Barrio Chino alrededor de la calle Zanja, lanzando sus 
risitas ante algunos restaurantes de farolillos de papel y cortinas 
rojas donde se ofrece más comida criolla o italiana que platos con 
acelgas o fideos.
Una mañana, encontré a varios de ellos extraviados cerca de la Estación 
Central de Ferrocarril. Tenían las bolsas vacías, los semblantes 
cansados y el andar lento. Una de las muchachas me preguntó, después de 
consultar un pequeño diccionario, dónde podían comprar lechuga. Era uno 
de esos meses calurosos donde en las tarimas de los mercados el único 
verdor lo aportan los pepinos. Sin embargo, allí estaban ellos esperando 
que se diera el milagro agrícola de tener unas hojas refrescantes sobre 
sus platos.
Les expliqué que el sol era muy fuerte y apenas se cosechaban verduras 
en zonas techadas, que la falta de envases lastraba la llegada de éstas 
a las ciudades y cuando aparecían tenían precios muy altos.
Después de unos minutos, aquellos ojos rasgados se habían redondeado a 
consecuencia de mi extraña explicación. "¡Lechuga, lechuga!", insistían 
y uno me tradujo la palabra a todas las lenguas que conocía "lettuce, 
laitue, Kopfsalat, alfase…".
Sonreí, no se trata de que no comprenda la palabra –confirmé– sólo que 
no sé ahora mismo dónde podrán hallar legumbres para comer. No me 
creyeron, claro está.
"Vayan a la Plaza de Cuatro Caminos, a ver si allí encuentran algo", fue 
lo último que se me ocurrió indicarles para no matarles la esperanza. Y 
en esa dirección se fueron, con su caminar ya agotado, con sus bolsas 
vacías que batían al viento, con su elegancia oriental un tanto mustia, 
a la que le faltaba algo de vegetales para reverdecer.
http://www.elnuevoherald.com/2011/04/29/932106/ojos-rasgados.html#storylink=rss
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