Pages

Monday, December 14, 2009

MOORE, CERTERO

MOORE, CERTERO
2009-12-14.
Manuel Cuesta Morúa, Portavoz del Partido Arco Progesista

(www.miscelaneasdecuba.net).- En un artículo del periódico Granma,
órgano oficial del partido comunista de Cuba, edición 9 de diciembre de
2009, se intenta descalificar a Carlos Moore, un destacado militante
antirracista cubano, profesor e investigador y con una amplia obra sobre
temas raciales, que toca el tema del racismo tanto en Cuba como en otras
partes del mundo.

Todo, por lo que podríamos llamar, en propiedad y con sentido
hemisférico, la Declaración afroamericana a favor de los derechos
civiles en Cuba. Afrobrasileños, afrocaribeños y afronorteamericanos se
han expresado, sucesiva y separadamente, a favor de los militantes
antirracistas cubanos.

Carlos Moore imparte conferencias en América Latina, Estados Unidos y
África, y es una prestigiosa figura reconocida en diversos sectores
académicos de mucha magnitud y densidad cultural e intelectual. Es, por
más señas, un hombre de izquierdas que ha sabido, independientemente,
moverse con determinación, modales y finura dentro del enmarañado
escenario de la lucha por los derechos civiles, el respeto a las
minorías, a la identidad y el reconocimiento raciales, sin caer en el
juego del dinero y los intereses tradicionales de Washington.

De un hombre así Granma habla mal; pero lo hace mal. ¿Y Por qué lo
ataca? Pues porque el compatriota Moore acaba de romper, casi
simultáneamente, el monopolio que el gobierno cubano conservaba más o
menos intacto, hasta el 1 de diciembre de 2009, sobre aquellos tres
pivotes fundamentales en las Américas: los afrobrasileños, los
afrocaribeños y los afronorteamericanos. Hasta esa fecha, podría decirse
que estos importantes sectores tenían una visión compacta en torno a una
imagen tópica: Cuba como cierta Isla de Tule con una obra social
inigualable destinada, primorosamente, a los negros, mestizos y pobres
en Cuba.

La ruptura de este monopolio desnuda al rey y lo deja sin guardarropa. Y
las razones se exponen así: podría decirse de todos estos sectores que
son antisistema, entendiendo por sistema las pautas hegemónicas sobre
las que se funda el modelo cultural de dominación en las Américas, y del
cual el gobierno cubano forma parte, socialistamente. Ellos no pueden
ser acusados, tampoco, de trabajar a favor de los servicios de
inteligencia occidentales ni pueden ser implicados, por defecto, en los
diseños típicos del real o supuesto eje Miami-Washington.

De manera que la teoría del cisne negro adquiere una interesante
confirmación en este específico caso. Si la previsibilidad de la crítica
al gobierno cubano le había permitido armar una defensa geopolítica
ciertamente eficaz en varios temas, culpando previsiblemente al
"imperialismo" de todos los males y de todas las críticas, por aquello
de que todos los cisnes son blancos, las declaraciones de los
afroamericanos, en
el sentido hemisférico del término, vienen a sorprender a las
autoridades cubanas de un modo indeseable, confirmando el descubrimiento
australiano de que también hay sorpresivos cisnes negros.

No es lo mismo ser acusado de violar los derechos humanos, así en
abstracto, que ser acusado de racista. En el primer caso, Bush, como el
síndrome de China, está por todas partes; pero, ¿por dónde anda Bush en
el segundo caso?

Estas declaraciones acaban de completar un proceso difícil en toda la
imaginería global alrededor de Cuba. No solo somos un país fallido,
desigual, improductivo, mal educado, con una cola interminable de faltas
de ortografía y bastante violento, sino también racista, en la visión de
importantes sectores de opinión en el mundo. Lo que equivale a decir que
acabamos de completar por fin el importantísimo círculo de normalización
en el concierto de naciones; algo básico para asumir un enfoque maduro
en la necesaria refundación que necesita el país. Una foto que recoja
todos nuestros rasgos, sin retoques de photoshop, nos ayuda a tener una
mejor percepción de lo que somos. De tal manera, se puede asegurar que
el futuro estará mejor garantizado: sin autoengaños.

Según Granma, Moore es el arquitecto de todo aquello; y, al atajar al
arquitecto, hace unas cuantas movidas erráticas.

Primero, dice que Carlos Moore es de "origen cubano". Lo cual es verdad,
solo que es una verdad compartida por todos los cubanos. Así, con el
intento de convertir en un ataque político una clasificación empleada
por los departamentos de inmigración del primer mundo, reproduce un
concepto frecuentemente utilizado por sectores racistas para ofender y
excluir a quienes no comparten la pretendida pureza de algo. Granma
tiende a utilizar peyorativamente esta clasificación cada vez que
intenta atacar a sus adversarios cubanos que viven en el exterior, sin
advertir que con ello reafirma un estereotipo racista. Una constante
mordida en la propia cola que revela desesperación incontrolada.

Segundo, afirma que Moore "se presenta como 'especialista en temas
raciales". Lo que podría ser contestado diciendo, del mismo modo, que
Granma se presenta como un periódico. Es el tipo de crítica que emana de
los cartones cubanos de Elpidio Valdés, donde los españoles de las
guerras cubanas del siglo XIX son presentados casi como supuestos
soldados. Una crítica débil que quiere denunciar una impostura y que, en
el caso de Moore, solo ofende a las numerosas universidades y
editoriales en el mundo que acogen sus conferencias y publican sus libros.

Tercero, adelanta la idea de que Moore "había logrado embaucar a un
respetable activista del movimiento de vindicación de la población negra
brasileña", cuyo nombre, no sé por qué Granma no lo menciona, es Abdias
Nascimento, otro hombre de izquierdas. Aquí, incapaz de captar la médula
y sustancia del debate racial en las Américas, Granma comete un error de
bulto: pierde de vista que la autoestima es el pilar específico de los
movimientos de emancipación negra, y esta no tolera la manipulación. De
modo que la sospecha y la desconfianza frente a los posibles embustes
del otro son los primeros dispositivos, casi naturales, de los negros
autoemancipados de este hemisferio. Granma insulta así a Abdias
Nascimento y, por extensión, a afrocaribeños y afronorteamericanos.
Pienso que por ignorancia antropológica más que por voluntad denigratoria.

Cuarto, el órgano oficial del partido comunista repite sus ataques
habituales contra los disidentes, y se revela del deber de probar sus
afirmaciones. Decir que el Dr. Darsi Ferrer, sujeto concreto, pero no
único, de solidaridad en todas las declaraciones, es "uno de los
beneficiarios de los fondos de la política anticubana de las
administraciones norteamericanas" solo puede ser tomado o como un
trámite retórico del periodismo militante o como un despropósito
políticamente motivado.

Granma debería, ante todo, ofrecer pruebas reales, no convicciones
medievales, de semejante acusación, y en el camino visitar el domicilio
del Dr. Ferrer para verificar sus magras condiciones de existencia y su
casa deshilachada. Por cierto, eso de los fondos norteamericanos debería
ser utilizado con extremo cuidado por las autoridades cubanas, porque la
cantidad de proyectos tanto institucionales como personales de todo tipo
que han sido financiados a la Cuba oficial y oficiosa por la USAID o por
fundaciones estadounidenses llenan una larga lista pública; aunque, no
sé por qué, nunca publicada. Lista que, por demás, no es de mi interés.

Y claro que el Dr. Ferrer no fue encarcelado por su condición de negro.
La cosa no es tan burda en la tierra del racismo cordial, listo y
astuto. No. El problema es que su condición racial le hace la cosa más
difícil, y activa la vía más expedita para el despliegue de los
prejuicios raciales — no otra cosa que el racismo en forma de
prejuicios— que moviliza la mentalidad al uso. Precisamente porque no
se concibe que un negro ande protestando por ahí, se le echa más en cara
y se le hace sentir más duro su "ingratitud".

Yo he sido testigo de como a Ferrer se le ha espetado directamente una
de las frases más humillantes que se puedan escuchar: "parece mentira
que seas negro". Una frase así pesa en la comunidad, con la policía, en
la cárcel, en los testigos, en el juicio y en las condenas… y en los
sueños. No de otro modo, tomando en cuenta nuestra particular historia
de las mentalidades, se puede explicar el triste caso de Pánfilo, la
condena a prisión de Juan Carlos Robinson, —ex de todo en un gobierno
al que se coló en la era de las cuotas—, por un delito bastante
extravagante en Cuba como el de tráfico de influencias, y otros tantas
cosas que no menciono por pudor, generosidad y respeto a la memoria. De
eso se trata en Cuba.

Quinto, y aquí nos enfrentamos, una vez más, al caso típico de uso del
derecho a la opinión como recurso periodístico para enmascarar el objeto
de debate. Claro que no me explico cómo se hace a favor de Moore.
Utilizar el comentario de Leroi Jones, un afroamericano prestigioso,
para descalificar a Moore, es como querer emplear la libertad de
expresión para descalificar la misma libertad de expresión.

Jones piensa —en ejercicio de su pleno derecho— que Moore se repite en
una "viciosa provocación" y Granma reconoce, a través de Jones, que
Moore viene hablando del tema desde los años sesenta. Lo cual significa
que nuestro compatriota tuvo la visión de ver el problema desde los
inicios y la paciencia suficiente para esperar que las voces legítimas
del norte se decidieran a hablar de la viciosa reproducción del racismo
en Cuba, un problema bastante evidente. Granma tendría que ser más
cuidadoso, y advertir que el uso de las palabras debe ser cauteloso
porque proporciona metáforas excelentes para calificar más una situación
que a un hombre. Vindicándole.

Sexto, Granma intenta explotar el tema de la retractación de una
importante activista, Makani Themba-Nixon, que en principio había
estampado su firma en la declaración del norte. Me llama la atención
poderosamente cómo el periódico no se da cuenta que retractarse es
confirmar. Solo en el derecho la retractación tiene valor, no en
psicología. Este caso revela tanto el dispositivo de sospecha natural
más arriba descrito, como las dudas que se pueden tener en conciencia.
Asimismo, muestra cuán profundo caló la propaganda del gobierno en los
sectores afronorteamericanos. Nada más. Retirar un nombre "porque está
siendo manipulada (la declaración) para ayudar a restarle legitimidad al
importante proyecto social que se lleva a cabo en esa nación", no niega
la denuncia; solo alimenta, entre otras cosas, una paradoja, más
ideológica que real: la de un proyecto social que convive con el racismo.

Séptimo, y finalmente, el órgano oficial del partido comunista todavía
intenta convencer con el desgastado proyecto del turismo revolucionario.
Son legión las visitas de los extranjeros a Cuba para confirmar in situ
lo que ya llevan in petto,… a buena distancia. Recuerdo en mi
adolescencia a chilenos y uruguayos viniendo a Cuba, y yendo en fila
hacia el campamento Julio Antonio Mella, montado para la ocasión en la
zona de Caimito en La Habana, con el propósito de corear los rápidos
avances de Cuba por la senda izquierda. Muchos nunca más volvieron y
otros, que llegaron exiliados de las dictaduras en Sudamérica, siguieron
viaje apresurado hacia Suecia o algún que otro destino europeo.

El éxito real del turismo revolucionario cubano hay que anotarlo, sin
embargo, no tanto en Europa o América Latina como en los Estados Unidos.
Hasta hoy algunos estadounidenses siguen hablando, contra todas las
doctrinas y muchas evidencias, de algo así como un proyecto socialista
que camina hacia su perfección. Yo no sé si reír o llorar cuando escucho
o leo semejantes períodos verbales. Seguir afirmando que en Cuba hay o
hubo socialismo es seguir juzgando a los proyectos o a las personas por
lo que estos dicen o han dicho de sí mismos. Una operación intelectual
contra la que prevenía el mismísimo Carlos Marx.

Decir que en Cuba hay determinados programas sociales, ya en fuga, a
favor de las mayorías es más cercano a la realidad; pero un modelo
jesuita como el cubano, en el que los "ciudadanos" tienen que pedir
autorización al Estado para salir o abandonar La Misión, no tiene nada
que ver con el socialismo, que es un proyecto que exuda modernidad y
libertad. Llama la atención cómo algunos afronorteamericanos, dotados
por sufrimiento, experiencia y cultura para captar los problemas
sensibles de la gente tras las sospechosas máscaras de las palabras,
—que el idioma inglés rechaza por su propia estructura—, no vean la
marginalidad en medio del "proyecto socialista". Esto para mí es una
situación perpleja de la que, sin embargo, no me quejo: todo ciudadano
del mundo tiene derecho a hacer su propia elección y, de paso, ponerse
gafas oscuras.

La cosa se pone más complicada cuando esta elección, muy usual en los
radicales de izquierda realmente extranjeros, o interesados en la
banalidad de retratar personajes garciamarquianos, intenta tener más
derechos morales y de cátedra que la visión de los cubanos. Todos
podemos optar a la hora de apoyar, criticar o acompañar; lo que Granma
no debería hacer, para mantener la plena coherencia, es sugerir que para
los cubanos, en temas de Cuba, es más importante la voz de un extranjero
que la de un nacional. Tampoco, presuponer que si un extranjero habla
con un grupo de cubanos in situ, sabe de, y siente más a Cuba que
cualquiera de nosotros, vivamos o no dentro de la isla. Mucho menos,
pensar que el turismo revolucionario tiene alguna eficacia mediática y
puede ser tomado rigurosamente en serio en tiempos de google earth,
memorias flash, blogs, turismo comunitario e Internet. Esto último puede
significar una subestimación del vecino más cercano.

Moore ha sido certero. Los cubanos negros, mestizos y blancos, que
describen itinerarios más sinuosos en la ciudad que los que dibujan la
calle 23, la 5ta. Avenida o los pasillos del poder, no necesitaban desde
luego una confirmación afrobrasileña, afrocaribeña o afronorteamericana
para existir en medio de los racismos cubanos. Moore es certero,
exactamente, porque pudo articular las sensibilidades de un grupo de las
mejores voces autorizadas para llamar la atención sobre uno de los
problemas más urgentes a resolver y poder, así, completar el proyecto
inconcluso de la nación cubana.

A Moore, muchos ciudadanos cubanos, negros, mestizos y blancos,
preocupados por el problema con una visión posracial, le agradecen por
su perseverancia coronada. Y, para Granma, la pregunta continúa: ¿Es
Cuba un país racista?

La conclusión de todo esto es que Cuba duele; también para los
afroamericanos.

MOORE, CERTERO - Misceláneas de Cuba (14 December 2009)
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=24780

No comments: