2009-12-06.
Elías Amor, Economista ULC
(www.miscelaneasdecuba.net).- La dualidad monetaria es un fenómeno que
los economistas han estudiado con detalle. Existe abundante literatura
sobre los efectos positivos y negativos que se derivan de la existencia
de un sistema económico en el que funcionan dos o más monedas
intercambiables entre sí.
Lo primero que conviene señalar es que estamos ante una decisión
política. De la misma forma que los países de la Unión Europea
decidieron integrar sus monedas en una sola a partir del establecimiento
de las condiciones de Maastricht, lo mismo puede ocurrir cuando un
gobierno impulsa un sistema dual. De lo que no cabe duda es que para
alcanzar la unidad monetaria es preciso desarrollar una serie de tareas
de contenido técnico que los políticos deben asegurar en cuanto a su
cumplimiento.
Lo segundo es que en Cuba, la existencia de dos monedas en circulación
es algo que interesa al gobierno. Por lo pronto, rompe el funcionamiento
integrado del mercado, al crear dos estructuras paralelas en las que los
bienes y servicios que están disponibles para la población se rigen por
modelos de funcionamiento muy distintos.
En el área de la moneda débil, el peso cubano, la libreta de
racionamiento sigue desempeñando un papel fundamental como mecanismo de
asignación y, con ella, las elevadas subvenciones que generan cuantiosos
gastos al estado intervencionista. Se trata de pocos bienes y servicios,
de muy deficiente calidad, pero a unos precios que están fuera de
cualquier valoración realista del mercado.
Las empresas estatales siguen funcionando en pesos cubanos, pero cuando
necesitan realizar inversiones, deben procurarse el acceso a la moneda
fuerte, y posteriormente a las divisas si la compra se realiza en el
exterior. Todo ello genera notables distorsiones en la fijación de los
precios y costes, a la vez que las trabas burocráticas que impiden la
necesaria agilidad de operaciones.
En el ámbito de la moneda fuerte, el CUC, el mercado se impone como
mecanismo de asignación, aunque todavía existe una pesada injerencia del
gobierno y los mecanismos de planificación en su funcionamiento.
En este caso, los ciudadanos pueden adquirir todo tipo de bienes y
servicios siempre que se encuentren disponibles, pero a unos precios muy
elevados que ponen de manifiesto la existencia de rígidos controles de
oferta que rompen la eficacia de la asignación por el mercado. Las
empresas extranjeras compran y pagan sus servicios en moneda fuerte,
para facilitar el acceso a las divisas. Con ello, el gobierno aumenta su
control sobre la actividad de estas empresas y no tiene dificultades
para racionar, cuando es necesario, el acceso a la financiación.
Además, el tipo de cambio establecido entre la moneda fuerte y la débil
es poco realista. Se ha fijado sin tener definidas estructuras de
precios, costes y salarios relativos, de modo que para un cubano medio
pensar en su salario en términos de CUC le sitúa en una situación de
pobreza absoluta, muy por debajo de los niveles medios de renta
existentes en América Latina.
Por el mismo motivo, la recepción de envíos de remesas por las familias
residentes en el exterior elevada artificialmente el nivel de vida de
los residentes en la Isla, generando notables distorsiones y un problema
de equidad.
Es necesario, igualmente, tener en cuenta que el cambio establecido
entre las divisas internacionales y el CUC también es irreal, si se
tiene en cuenta la posición exterior de la economía cubana, su notable
deuda acumulada y las dificultades financieras sistemáticas a las que se
ve obligada a hacer frente cada vez que cambia el ciclo económico
internacional.
El hecho de que el CUC solo se acepte como moneda de cambio en Cuba
impide que el régimen pueda retribuir a sus trabajadores en el
extranjero en esta moneda, evitando una salida de numerario al exterior.
Manteniendo la dualidad monetaria, el gobierno se asegura que las
presiones internacionales sobre la moneda fuerte se moderen
considerablemente, acentuando el aislamiento buscado de la economía cubana.
Por todo ello, pasar de la dualidad monetaria a una sola moneda en Cuba
no va a resultar una tarea fácil. Las distorsiones que se pueden generar
a medio plazo con una decisión precipitada pueden terminar por hundir
las bases de cualquier proceso de recuperación de la economía en las
actuales condiciones.
Aunque es profundamente injusto para los cubanos desenvolverse en un
sistema de estas características, y existen razones más que fundadas
para reclamar su supresión, las consecuencias que se pueden derivar de
una maniobra por parte de las autoridades, pueden ser fatales.
El régimen de Raúl Castro, que heredó como otras tantas perversiones
económicas de su hermano la dualidad monetaria, tiene una oportunidad de
mostrar al mundo su capacidad de relación con los distintos grupos
sociales y colectivos que empiezan a plantear críticas a sus políticas.
Existen en Cuba organizaciones consolidadas, de amplio apoyo popular,
que han hecho suya la lucha contra la dualidad monetaria, como FLAMUR.
Si Raúl Castro actúa con inteligencia en la actual coyuntura y sitúa a
los representantes de esta organización en pie de igualdad, con los
burócratas de su Gobierno, e inician un diálogo activo y positivo sobre
la necesidad de impulsar cambios estructurales en el sistema monetario
cubano, podríamos estar ante una muestra de buena voluntad que los
demócratas de occidente esperan del régimen antes de concederle un
status de bilateralidad.
LA DUALIDAD MONETARIA COMO ESTRATEGIA DE NEGOCIACIÓN - Misceláneas de
Cuba (6 December 2009)
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=24668
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