Los cubanos han desarrollado un extraordinario ingenio para suplir sus
carencias con prodigiosos artefactos caseros
Fernando García | La Habana. Corresponsal | 21/12/2009 | Actualizada a
las 02:08h |
"Los cubanos le encontramos arreglo a todo". La frase es de Carlos
Rojas, un joven mecánico de La Habana. El suyo es el perfil idóneo para
ilustrarnos sobre la que es ya una seña de identidad de Cuba: la
capacidad para el invento cotidiano, la ingeniería precaria, la
reparación inverosímil y eficaz.
"Obrero, construye tu maquinaria"
El invento cubano tiene su vertiente oficial. Bajo la inspiración del
Che Guevara y la frase que pronunció en 1961 a raíz del embargo
norteamericano: "Obrero, construye tu maquinaria", el sindicato único de
la isla creó hace 32 años la Asociación Nacional de Innovadores y
Racionalizadores. La organización cuenta con 400.000 afiliados y, según
sus responsables, aporta cada año un millón de "soluciones" en las
distintas ramas laborales.
Los autores de las mejores ideas reciben premios, "estímulos" y
distinciones al más puro estilo soviético. Sus contribuciones al ahorro
y al máximo rendimiento de maquinarias industriales y de la Defensa se
exponen en foros de Ciencia y Técnica anuales, a cargo de los
ministerios y el Partido Comunista. "Sin las innovaciones no habríamos
sobrevivido", proclama el presidente de la ANIR, José Suárez.
El término "Aurika 70" no le dirá nada al lector. Pero todo cubano sabe
que hablamos de una aportación clave de la antigua Unión Soviética a su
pueblo. No es un fusil, tanque o cazabombardero, a aunque suene a eso.
La marca en cuestión es por contra sinónimo de bienestar, pues designa
un artilugio que lo mismo cura una lesión que alivia el calor de la
canícula. Eso además de limpiar la ropa, ya que la Aurika 70 no es sino
una vieja lavadora-secadora rusa.
De la importancia del electrodoméstico supimos en una casa particular
(hostería) de Viñales. El dueño no salió a recibirnos porque estaba
"dándose un hidromasaje". ¿En casa? "Sí, sí, pasen a verle", nos invitó
la esposa. Y lo vimos. El hombre tenía la mano izquierda metida ¡en una
lavadora! De carga superior, menos mal.
No era una ocurrencia. Como nos dijo el paciente, su fisioterapeuta le
había prescrito "tres sesiones diarias de Aurika". Al parecer, el
programa de lavado produce una marejada de prodigioso efecto
rehabilitador tras una fractura o desgarro en alguna extremidad. Más
tarde comprobaríamos que la receta es común en Cuba, incluso para
lesiones en los pies aunque haya que encaramarse a la máquina.
Había más. Como muchos otros cubanos, nuestro hospedero había cortado
verticalmente su Aurika para separar la parte de la secadora, aquí
prescindible, y convertir su motor en fuerza motriz de un ventilador. El
ingenio producía "tremendo ciclón" –lo verificamos-, una vez acopladas
las correspondientes aspas de aluminio.
"El problema es que, o pones un buen soporte, o el aparato echa a andar
por la casa, así tenga cable", advirtió el hombre mientras mostraba la
cubeta de la secadora transformada en maceta y un cenicero de pie hecho
con un pistón de coche y el trípode de un atril.
Carlos, nuestro mecánico, nos explicaría una aplicación más sofisticada
del rústico ventilador: la de pieza central de un equipo de "aire
acondicionado" con la caja de un televisor Krim, también soviético, como
carcasa. Para producir el frío, el inventor/usuario coloca un bloque de
hielo entre el ventilador y lo que fue la pantalla, sustituida por una
rejilla que orienta el soplo polar obtenido.
El último uso creativo de la Aurika del que hemos tenido noticia
corresponde a la última y fructífera campaña del tomate. El plan de
incremento productivo dictado desde el Gobierno desbordó previsiones y
capacidades de aprovechamiento; en especial por falta de máquinas e
instalaciones de triturado y conservación. Muchos campesinos y
comerciantes agrarios emplearon la lavadora, con sus potentes aspas
laterales, a modo de batidora gigante. El tomate así triturado se
introducía luego en botellas de cristal que se sellaban con cera y se
pasaban al baño María para una larga conservación.
La improvisada trituradora prestó un servicio al país, aunque no evitó
que cientos de toneladas de tomate se pudrieran en el campo. El
"tremendo ciclón" con motor de secadora fue en cambio motivo de debate
nacional desde que, en el 2005, Fidel Castro salió por la tele para
lanzar una amplia campaña de ahorro energético que implicaría la caza y
captura de aparatos artesanales, en particular de los ventiladores
Aurika, esos "devoradores de electricidad", dijo. Sus órdenes no siempre
iban a cumplirse, como hemos visto, por mucho que un año después
anunciara la sustitución de más de un millón de ventiladores
clandestinos por otros de factura "ahorradora".
Otro equipo de bajo consumo que el Gobierno distribuyó fue una jarra
eléctrica para hervir agua. Pero la operación se paró en unos meses,
cuando las autoridades detectaron su uso "para fines no previstos que
generan consumos por encima de lo calculado". ¿Qué pasó? Pues que muchos
cubanos habían convertido la jarra en calentador para la ducha. Las
instalaciones, aún quedan por ahí, son dignas de ver. La jarra aparece
conectada al enchufe ás cercano y acoplada al último tramo de la
tubería. El agua corriente entra fría en el recipiente para, una vez
mezclada con el que hierve dentro, retornar al tubo ya templadita antes
de llegar a la pera.
Ventilador o trituradora Aurika y ducha eléctrica forman parte de un
repertorio inconmensurable de invenciones, chapuzas y apaños creados en
la Cuba de los últimos años bajo el triste estímulo de las privaciones.
Unas carencias que afectan sobremanera al transporte. Por eso la crisis
conocida como periodo especial, sobrevenida con el fin de la URSS y el
endurecimiento del embargo, tiene como símbolo el camello: monstruo del
transporte colectivo consistente en una cabina y dos contenedores de
camión acoplados.
El camello, en vías de desaparición, fue una creación oficial. No como
el popular rikimbili, blanco de frecuentes batidas policiales. Se trata
de una bicicleta enriquecida con el motor sustraído de una mochila de
fumigar. Estas bicis empezaron a volar tanto o más a sus anchas que los
insectos salvados por el robo de los motores de fumigación. Las redadas
casi las erradicaron, pero aún quedan.
A medio camino entre camellos y rikimbilis, entre lo legal y lo furtivo,
los coches son el máximo exponente de la ingeniería popular cubana. Ahí
nunca hubo guerra fría. Imponentes automóviles imperialistas tipo Buick,
Dodge o Chevrolet de los 50 sobreviven gracias a un fluido transplante
de piezas extirpadas a ejemplares de Lada, Mosckvich o Volga rusos,
cuando no a tractores rumanos. El promiscuo tráfico de recambios alcanza
ya a los carros europeos y asiáticos, que no escapan del canibaleo
(despiece) al que todo vehículo es sometido en Cuba cuando por robo,
siniestro total o avería irresoluble queda fuera de circulación.
Todo lo que rueda en la isla es susceptible de cirugía mecánica. Y esto
incluye asimismo bicitaxis, carros de la compra, calesas y carromatos,
cuya dotación con ruedas arrancadas de contenedores de basura es una
plaga de inmundos efectos. En el ámbito militar, la isla ha producido
carros de combate propulsados con carbón.
Las antenas de radio y televisión para captar señales prohibidas son
toda una rama de la subrepticia artesanía local. Cientos, tal vez miles
de terrazas de La Habana acogen las más extravagantes formas de
disidencia tecnológica. Destacan las parabólicas hechas con paellas,
bandejas de aluminio o sombrillas y las antenas radiofónicas a base de
perchas o agujas de coser que desde los 90 transportan a los barrios
habaneros el rap o el reguetón de las emisoras de Florida.
También la alimentación y la cosmética dan cuenta del ingenio doméstico
a la cubana. La utilización de químicas golfas e ingredientes bastardos
en la gastronomía y el aseo personal fue una práctica extendida en los
90, por fortuna casi erradicada. Pero en confección y peluquería todavía
se ven creaciones y aditamentos curiosos, más positivos que aquéllos.
Zapatos hechos con hojas de plantas y bolsos fabricados con abridores de
latas son ejemplos de reciclaje y empleo de materias naturales que una
pasarela europea podría exhibir como piezas de post-vanguardia pero aquí
son fruto de la necesidad... Como de manera más tosca lo atestiguan, con
glamour cero y ternura infinita, los rulos para el pelo hechos con
cilindros de cartón del papel higiénico o trozos de tubería de PVC. Los
cubanos carecen de casi todo, pero casi todo se lo inventan. Menos la
comida, claro.
El país de los inventos (21 December 2009)
http://www.lavanguardia.es/lv24h/20091221/53849981834.html
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