Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - En los últimos cinco
decenios ha existido un muro entre Cuba y Estados Unidos para impedir el
contacto entre sus ciudadanos. Un valladar construido por las
autoridades de ambas naciones.
La mayor de las Antillas tiene en sus bellezas naturales un importante
recurso. Hasta 1959, el turismo se desarrollaba con gran fuerza, pero al
triunfar la revolución los arribos de los turistas y los proyectos de
desarrollo fueron paralizados. Las autoridades cubanas consideraron a
los visitantes peligrosos transmisores de perturbadoras ideas
democráticas. La actividad prácticamente dejó de existir hasta
sobrevenir la catastrófica pérdida de subvenciones de la Unión
Soviética y sus súbditos después de 1989.
Obligado por las circunstancias, el gobierno cubano tuvo que permitir el
turismo en busca de divisas, y estableció operaciones conjuntas con
compañías y operadores extranjeros, particularmente españoles. En 2008,
Cuba recibió 2,3 millones de turistas, la mayoría de Canadá y Europa,
con ingresos por más de 2,3 miles de millones de dólares US,
transformándose esta actividad en una de sus principales fuentes de
ingreso de divisas. La llegada de visitantes norteamericanos podría
ampliarla sustancialmente, pues se estima que durante el primer año
llegarían más de un millón, con altos niveles de gastos por visitante.
Como se subrayó en la audiencia efectuada en la Comisión de Asuntos
Exteriores del Congreso de Estados Unidos para considerar la posibilidad
de levantar la prohibición de los viajes, el 19 de noviembre pasado,
Cuba es el único destino del mundo prohibido para sus ciudadanos, que
pueden hacerlo libremente a Corea del Norte, Irán y Sudán, pero no a un
país a 90 millas de sus costas. Ese absurdo prevalece por la presión de
un sector minoritario, pero poderoso, de la comunidad
cubano-norteamericana obsesionada con el derrumbe del castrismo,
mediante una política fracasada, que no tiene en cuenta que el encuentro
de los pueblos mediante la "Política hacia el Este" fue un factor
importante en la derrota del totalitarismo en el este de Europa.
Ellos alegan que el turismo estadounidense aportaría grandes ingresos
financieros al gobierno, sin considerar la influencia humana y política
del intercambio de ideas y la reducción de la hostilidad entre ambos
países, lo cual dificultaría sostener la represión contra el pueblo y la
teoría del enemigo externo.
Los ingresos turísticos no serían tan elevados como se aduce. Hoy Cuba,
sin contar con ese millón de turistas adicionales, importa el 80,0% de
los alimentos consumidos, fundamentalmente de Estados Unidos, por tanto
una gran parte de los ingresos generados tendrían que gastarse allí, o
iniciar reformas internas para incrementar la producción nacional.
Asimismo, la infraestructura estatal cubana carece de capacidad para
recibir tal volumen de visitantes, por consecuencia habría que dar mayor
participación a la iniciativa privada, mediante alojamiento, servicios
de alimentación y otros.
Los adversarios de eliminar la prohibición de los viajes de los
norteamericanos alegan que desde hace años canadienses y europeos
llegan a la isla, sin cambiar nada. Resulta un análisis simplista.
Nadie espera que la llegada de extranjeros pueda cambiar un gobierno
totalitario. Eso solamente puede realizarlo el pueblo cubano. Sin
embargo, el turismo abre una ventana a las ideas, y tanto el canadiense
como el europeo, a pesar de las tretas de las autoridades para limitar
los contactos personales, han contribuido a que nuevas concepciones
florezcan. Muchos intelectuales, periodistas y ciudadanos en general, a
la vez de percatarse del desastre nacional, charlan con los ciudadanos
y, en no pocos casos, visitan a los disidentes, particularmente los
españoles, quienes con su solidaridad estimulan a las personas que
luchan pacíficamente por una Cuba democrática.
La corriente de amistad, posible a través del turismo, tiene todavía
mayor importancia cuando se trata de ciudadanos del país considerado el
gran enemigo por las autoridades cubanas, poseedor de una cultura
coincidente en varios aspectos, y donde reside la mayor comunidad cubana
en el exterior. Quizás, la oposición a las visitas a Cuba se deba a
intereses en Florida y algunas áreas del Caribe, que al cerrarse el
turismo en nuestro país, en los años 60 se beneficiaron, y ahora temen
la competencia. Esa posición es completamente adversa a los intereses de
los pueblos de ambos lados del Estrecho de Florida.
Según encuestas recientes, la mayor parte de los cubano-americanos y
norteamericanos favorecen el levantamiento de las prohibiciones de
viajar a Cuba. Paralelamente, la abrumadora mayoría del pueblo cubano,
incluida la Iglesia Católica, favorece el libre flujo de visitantes. El
mejor ejemplo fue el Concierto por la Paz efectuado en septiembre
pasado, donde más de un millón de cubanos disfrutó de ese ejercicio de
libertad y vitoreó los llamados a la amistad entre Cuba y Estados
Unidos, sin atender a quienes se oponían a su realización, al igual que
ahora tratan de impedir el inicio de los contactos entre ambos pueblos.
En la Asamblea General de Naciones Unidas esta política es masivamente
condenada todos los años, mientras las más prestigiosas organizaciones
internacionales defensoras de los Derechos Humanos la rechazan.
Es tiempo de derribar el muro que separa artificialmente a cubanos y
estadounidenses.
Cuba: Derribemos el muro (21 December 2009)
http://www.cubanet.org/CNews/y09/diciember/21_C_5.html
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