Por Oscar Espinosa Chepe
Economista y Periodista Independiente
La Habana
21 de diciembre de 2009
Distribuye:
Angélica Mora
Analista
Nueva York
E.U.
La Nueva Cuba
Diciembre 22, 2009
Las autoridades cubanas en los últimos años se han proclamado jueces
implacables sobre los problemas del medio ambiente en el mundo. Con saña
acusan a los países desarrollados de ser los únicos culpables de las
emisiones de gases de invernadero y los cambios negativos que ocasionan
sobre la naturaleza.
Ciertamente, los avances tecnológicos propiciados por la Revolución
Industrial a finales del Siglo XVIII y principios del XIX, a la vez que
significaron colosales beneficios para la humanidad al posibilitar el
constante crecimiento de la riqueza, así como del nivel y la esperanza
de vida de los seres humanos, han creado amenazas para el equilibrio
ambiental en el planeta que deberán ser conjuradas. De ello hay consenso
internacional, lo cual se ha demostrado en las conferencias
internacionales y los debates que tienen lugar desde hace años, y que se
plasmaron en el Protocolo de Kioto, y ahora en la recién celebrada
Cumbre de Copenhague.
Pero la solución es compleja, no sólo por la necesidad de desarrollar
nuevas tecnologías productivas y adoptar otras culturas de vida, sobre
lo que se trabaja intensamente, ya con logros palpables, sino también
porque para enfrentar la problemática ambiental se requieren enormes
recursos financieros, en momentos cuando con dificultad el mundo se
recupera de una intensa crisis económica.
Resulta contradictorio e inexplicable que en Cuba, donde se ha
maltratado el medio ambiente con tanta agudeza en el último medio siglo,
las autoridades se distingan por sus críticas destructivas y labor de
obstrucción frente a los esfuerzos internacionales para encontrar
soluciones viables a los graves retos que afronta la humanidad de
carácter medioambiental. El panorama cubano es desastroso en el
tratamiento de la tierra, las aguas, el aire y la biodiversidad. Estos
no son criterios sin fundamento; han sido tomados de las estadísticas
oficiales.
En el caso de los suelos, datos publicados por la Oficina Nacional de
Estadísticas (ONE), basados en estudios realizados por el Instituto de
Suelos en 2001, demuestran que en un área estudiada de 8,7 millones de
hectáreas, cercana a la superficie total de la isla de 10,9 millones
(Anuario Estadístico 2008), únicamente clasificaron como suelos muy
productivos 1,6 millones(18,4%); productivos 1,4 millones(16,1%); poco
productivos 1,6millones(18,4%) y muy poco productivos 4,1 millones(47,1%).
Otro estudio efectuado por el Instituto de Suelos en 1996 había arrojado
que de más de 7,0 millones de hectáreas evaluadas, 1,0 millón estaban
afectadas por la salinidad y sodicidad; 2,90 millones con muy fuerte a
media erosión; 2,70 millones tenían mal drenaje; 1,60 millón presentaban
altos niveles de compactación; 3,40 millones elevados grados de acidez;
4,66 millones muy bajo contenido de materia orgánica; 2,50 baja
retención de humedad, y 1,52 millón elementos de desertificación, entre
otros factores limitantes edáficos.
Recientemente, el director del Instituto de Suelos, Sr. Dagoberto
Rodríguez, señaló en declaraciones ofrecidas a la prensa internacional
que: " la superficie cultivada de Cuba se ve afectada por problemas como
erosión, salinidad y acidez de los suelos, lo que contribuye al bajo
índice de fertilidad". Asimismo, expertos de ese Instituto expusieron
que el 70,0 % de la superficie cultivada está "maltratada" por algún
factor erosivo, mientras que otro porcentaje similar tiene poca
productividad.
Todos estos indicadores se han incrementado luego de años de degradación
de las tierras por la falta de rotación de los cultivos, el uso
descontrolado de las aguas subterráneas, la mala utilización y el exceso
de mecanización agrícola, el empleo de enormes cantidades de
fertilizantes con fórmulas inadecuadas para las verdaderas necesidades
de los suelos, y el laboreo incorrecto, incluso sin tener en cuenta los
niveles de humedad, entre los muchos factores que han originado los
terribles perjuicios ocasionados a las áreas cultivables. Aunque parezca
increíble, el único beneficio que podría arrojar que aproximadamente el
50,0% de las tierras cultivables haya estado ociosas, en su mayoría
cubiertas por marabú, es que fueron "protegidas" contra los daños que
causa el sistema agrícola cubano.
En cuanto a la aguas, el escenario no es mejor. Los ríos se encuentran
altamente contaminados; la vida acuática es prácticamente inexistente en
las bahías y puertos por los altos niveles de desperdicios tóxicos y
materias extrañas; las aguas subterráneas en muchos lugares se han
salinizado por el exceso de extracción para el riego. En la Isla no hay
grandes distancias al mar y al consumirse el agua dulce por encima de
los niveles permisibles, las aguas salobres penetran el manto freático,
y de esa forma al seguir extrayéndose agua para regar van salinizándose
las aéreas agrícolas.
Por otra parte, los recursos hidráulicos se desperdician enormemente.
Baste apuntar que más del 50,0% del agua bombeada para usos industrial y
doméstico se pierde antes de llegar a su destino por el desastroso
estado de las redes conductoras. Las redes de aguas negras en muchos
lugares están rotas o no funcionan y el alcantarillado está en muy malas
condiciones, por lo cual el agua potable también tiene altos niveles de
contaminación.
Las sustancias agotadoras de la capa de ozono no presentan elevada
contaminación porque existe un grado muy bajo de industrialización, y
los niveles productivos han descendido extraordinariamente debido al
proceso de destrucción y no reposición acaecido durante más de 20 años
de " Período Especial". Al cierre del 2008, el Indicie del Volumen
Físico industrial por el Origen de los Productos no sobrepasaba el 46,1%
de los niveles de 1989. De todas formas puede decirse que la industria y
el transporte en funcionamiento son altamente contaminantes por la
atrasada tecnología y su mal estado. En zonas productoras de níquel como
Moa y Nicaro, o cemento como Mariel, existen elevadísimas cotas de
contaminación.
La biodiversidad ha sido muy afectada por la pérdida de muchas especies.
Un estudio realizado por especialistas del Jardín Botánico de Cienfuegos
en 2005 reveló que estaban en peligro de extinción casi mil especies de
la flora endémica, alrededor de un tercio del total existente en el
país. Esto no debe extrañar porque muchísimas frutas tropicales muy
conocidas antaño han desaparecido, al extremo de que los jóvenes no
conocen muchas de ellas.
Como se aprecia en los datos antes mencionados, las ínfulas de las
autoridades cubanas de ser jueces de otros países por la mala gestión
del medio ambiente resultan hipócritas y ridículas, al carecer de
autoridad moral alguna. Si quisieran realmente ayudar en la solución de
los graves retos que enfrenta la humanidad en esa materia, deberían
comenzar por proteger los recursos existentes en nuestro país, lo cual
no han hecho en 51 años.
* Oscar Espinosa Chepe es Economista y Periodista Independiente en Cuba.
Ex preso político, liberado con licencia "extra-penal".
LA NUEVA CUBA (21 December 2009)
http://www.lanuevacuba.com/archivo2009/Dec/oscar-espinosa-chepe-53.htm
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