Al recibir al nuevo embajador cubano ante la Santa Sede
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 10 de diciembre de 2009 (ZENIT.org).-
Ofrecemos a continuación el discurso pronunciado hoy por el Papa
Benedicto XVI al recibir las cartas credenciales del nuevo embajador de
Cuba ante la Santa Sede, Eduardo Delgado Bermúdez.
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Señor Embajador:
1. Con sumo gusto le recibo en este solemne acto en el que presenta las
Cartas que lo acreditan como Embajador Extraordinario y Plenipotenciario
de la República de Cuba ante la Santa Sede, iniciando así la importante
misión que su Gobierno le ha confiado. Le agradezco sus atentas palabras
y el saludo que me ha transmitido de parte del Excelentísimo Señor Raúl
Castro Ruz, Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, al que
correspondo con mis mejores deseos para su alta responsabilidad.
2. Entre ilusiones y dificultades, Cuba ha logrado un decidido
protagonismo, principalmente en el contexto económico y político del
Caribe y América Latina. Por otra parte, algunos signos de distensión en
sus relaciones con el vecino Estados Unidos dejarían presagiar nuevas
oportunidades para un acercamiento mutuamente beneficioso, en el pleno
respeto de la soberanía y el derecho de los Estados y de sus ciudadanos.
Cuba, que sigue ofreciendo a numerosos países su colaboración en áreas
vitales como la alfabetización y la salud, favorece así la cooperación y
solidaridad internacionales, sin que éstas estén supeditadas a más
intereses que la ayuda misma a las poblaciones necesitadas. Es de
esperar que todo ello pueda contribuir a hacer realidad el llamado que
mi venerado Predecesor, el Papa Juan Pablo II, lanzó en su histórico
viaje a la Isla: "Que Cuba se abra con todas sus magníficas
posibilidades al mundo y que el mundo se abra a Cuba" (Discurso en la
ceremonia de llegada a La Habana, 21 enero 1998).
3. Como otros muchos países, su Patria sufre también las consecuencias
de la grave crisis mundial que, añadida a los devastadores efectos de
los desastres naturales y al embargo económico, golpea de manera
especial a las personas y familias más pobres. En esta compleja
situación general, se aprecia cada vez más la urgente necesidad de una
economía que, edificada sobre sólidas bases éticas, ponga a la persona y
sus derechos, su bien material y espiritual, en el centro de sus
intereses. En efecto, el primer capital que se ha de salvaguardar y
salvar es el hombre, la persona en su integridad (cf. Caritas in
veritate, 25).
Es importante que los Gobiernos se esfuercen por remediar los graves
efectos de la crisis financiera, sin desatender por ello las necesidades
básicas de los ciudadanos. La Iglesia Católica en Cuba, que en estos
momentos, y como siempre, se siente cercana a la población, quiere
contribuir con su modesta y efectiva ayuda. Deseo destacar asimismo cómo
la mayor cooperación alcanzada con las Autoridades de su País ha
permitido la realización de importantes proyectos de asistencia y
reconstrucción, especialmente con ocasión de las catástrofes naturales.
4. Espero que se sigan multiplicando los signos concretos de apertura al
ejercicio de la libertad religiosa, tal como se ha venido haciendo en
los últimos años, como por ejemplo la oportunidad de celebrar la Santa
Misa en algunas cárceles, la realización de procesiones religiosas, la
reparación y devolución de algunos templos y la construcción de algunas
casas religiosas, o la posibilidad de contar con seguridad social para
los sacerdotes y religiosos. Así la comunidad católica ejercerá con más
soltura su específica tarea pastoral.
Con vistas a avanzar en este camino, sobre todo en beneficio de los
ciudadanos cubanos, sería también deseable que se pudiera continuar
dialogando para fijar conjuntamente, siguiendo formas similares a las
que se establecen con otras Naciones y respetando las características
propias de su País, el marco jurídico que defina convenientemente las
relaciones existentes y nunca interrumpidas entre la Santa Sede y Cuba,
y que garantice el desarrollo adecuado de la vida y la acción pastoral
de la Iglesia en esa Nación.
5. La Iglesia Católica se está preparando en su Patria con toda
intensidad para la celebración, en el año 2012, del Cuarto Centenario
del hallazgo y presencia de la bendita imagen de la Virgen de la Caridad
del Cobre, Madre y Patrona de Cuba. Esta querida advocación mariana es
un símbolo luminoso de la religiosidad del pueblo cubano y de las raíces
cristianas de su cultura. En efecto, la Iglesia, que no se puede
confundir con la comunidad política (cf. Gaudium et spes, 76), es
depositaria de un extraordinario patrimonio espiritual y moral que ha
contribuido a forjar de manera decisiva el "alma" cubana, dándole
carácter y personalidad propia.
A este respecto, todos los hombres y mujeres y, en especial, los
jóvenes, necesitan hoy, como en cualquier otra época, redescubrir
aquellos valores morales, humanos y espirituales, como por ejemplo el
respeto a la vida desde su concepción hasta su ocaso natural, que hacen
la existencia del hombre más digna. En este sentido, el principal
servicio que la Iglesia presta a los cubanos es el anuncio de Jesucristo
y su mensaje de amor, perdón y reconciliación en la verdad. Un pueblo
que recorre este camino de concordia es un pueblo con esperanza de un
futuro mejor. La Iglesia, además, consciente de que su misión quedaría
amputada sin el testimonio de la caridad que brota del Corazón de
Cristo, ha puesto en marcha en su Patria numerosas iniciativas de
asistencia social que, aunque de reducidas dimensiones, llegan a muchos
enfermos, ancianos y desvalidos. Una muestra elocuente de este amor es
también la vida y labor de tantas personas que se han dejado iluminar y
transformar por el mensaje de Cristo, como el Beato José Olallo Valdés,
a cuya beatificación, la primera que se ha realizado en suelo cubano,
asistió el Excelentísimo Señor Presidente de los Consejos de Estado y de
Ministros.
Confío además en que este clima, que ha posibilitado a la Iglesia dar su
modesta contribución caritativa, favorezca también su participación en
los medios de comunicación social y en la realización de tareas
educativas complementarias, de acuerdo a su específica misión pastoral y
espiritual.
6. No quiero concluir mis palabras sin dirigir un último recuerdo al
siempre noble, luchador, sufrido y trabajador pueblo cubano,
expresándole de corazón mi cercanía y afecto, al mismo tiempo que no
dejo de encomendarlo en mi plegaria al Señor, autor de todo don.
Señor Embajador, le ruego que tenga la bondad de reiterar mi saludo
deferente a las más Altas Autoridades de la República de Cuba, a la vez
que formulo a Vuestra Excelencia mis mejores deseos para que cumpla
felizmente y con fruto la alta Misión que hoy comienza ante la Santa
Sede, e invoco sobre usted, su familia y colaboradores abundantes dones
del Altísimo, por intercesión de Nuestra Señora de la Caridad del Cobre.
ZENIT - Benedicto XVI: "Que Cuba se abra al mundo" (10 December 2009)
http://www.zenit.org/article-33604?l=spanish
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