Miriam Leiva
LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Cuba es indudablemente el 
mejor de los países posibles.  Dirigentes y prensa critican todo lo que 
ocurre en el mundo y emiten sentencias sobre cómo dirigir, organizar y 
administrar. Tal parece que aquí todo marcha a la perfección, de manera 
que de haber seguido sus sabias orientaciones, no existirían los graves 
problemas que aquejan a la humanidad hoy, y que no pueden incidir 
negativamente en este archipiélago suspendido en el tiempo y el espacio.
El canto de sirenas zumba en los oídos de los cubanos, que apagan 
televisores y  radios, y  no leen los periódicos. Transcurrieron meses 
de credulidad por las promesas del nuevo Presidente, se apagaron las 
esperanzas y, para colmo, llegaron dos destructores huracanes. La 
realidad cotidiana es cada día más dura, sobre todo en los lugares más 
devastados. Los reportajes en la televisión muestran la recuperación de 
los destrozos que nunca fueron mostrados en toda su dimensión, menciones 
de adelantos en los arreglos para restituir la electricidad aún ausente 
en muchos pueblos, y personas entusiastas que dicen confiar en que la 
revolución le restituirá lo perdido. Algunos crédulos reales, quizás, 
pero fundamentalmente gente que ante las cámaras no encuentran otra 
opción o tienen la esperanza de ser recompensados por repetir los 
bocadillos aprendidos.
Pero los cubanos no conocen realmente lo que sufren otros cubanos debido 
a la información manipulada y por las dificultades para viajar de un 
lugar a otro. No se trata sólo de las viviendas dañadas o totalmente 
destruidas y las pobres  pertenencias perdidas, sino de la vital 
alimentación que es aún más escasa y hasta la forma para cocinarla y 
preservarla. Sin dinero o con muy poco, sin posibilidades de hacer, 
vender o comprar porque aumentan las prohibiciones, que siempre han sido 
infinitas. Con las amenazas de los ciudadanos o turbas, llamadas 
Brigadas de Respuesta Rápida, estimulados por el gobierno para impedir 
el más mínimo asomo de protesta, no sólo dispuestos a acusar de 
contrarrevolucionarios y mercenarios, sino con la posibilidad de usar 
palos, piedras y otros objetos. Se iguala a las personas sin escrúpulos 
que robaron las viviendas, tiendas y almacenes durante los ciclones, con 
los ciudadanos que se expresan llevados a la desesperación por tantas 
calamidades.
Este país modélico, que analiza y critica la crisis financiera 
internacional, parece no tener autoridades conscientes de que sus 
efectos se sienten en todo el mundo, y que Cuba, sometida a la crisis 
económica, política y social llamada Período Especial desde hace 20 
años, destruida por el autoritarismo y por las fuerzas de la naturaleza 
la sentirá con terrible crudeza.
Triste destino de un pueblo al que se ha machacado durante decenios que 
es más soberano e independiente que ningún otro. ¿Acaso lo era respecto 
a la Unión Soviética? ¿Lo es hoy de Venezuela? Aquella desapareció con 
todo su bloque y llegó la debacle económica a Cuba; la bolivariana puede 
sufrir varias crisis, la mundial por la caída del precio del petróleo y 
la interna del populismo chavista. Duele decir que tanto orgullo 
proclamado esconda en realidad parasitismo, que poder absoluto en el 
archipiélago signifique dependencia total.  ¿Qué exportará La Habana? 
Níquel con precios a la baja.
Pero no hace falta ayuda humanitaria para enfrentar la catástrofe 
ocasionada por los huracanes, dice el gobierno. En el archipiélago 
cubano la gente soporta hasta lo infinito, y si no que venga la 
represión.  Realmente es injusto y absurdo que los dirigentes cubanos 
piensen de esa forma. La responsabilidad y el compromiso ante  el pueblo 
son tan enormes que la sensatez y la razón tienen que imponerse.
 
 
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