Menos tierrras ociosas, más pan
La realidad demanda transformaciones urgentes en la propiedad agraria y
en el sistema salarial.
Dimas Castellanos, La Habana | 21/05/2008
El pasado 28 de abril, en el discurso de clausura del VI Pleno del
Comité Central del Partido Comunista, el presidente del Consejo de
Estado, Raúl Castro, expresó: "La producción de alimentos debe
constituir una tarea principal para los dirigentes del Partido",
calificándola de "asunto de máxima seguridad nacional".
También, en los primeros días de mayo, el presidente de la Asamblea
Nacional, Ricardo Alarcón llamó a la nueva Comisión Agroalimentaria de
esa entidad a impulsar "el salto" en la producción de alimentos que
necesita la Isla.
Al parecer, a lo largo de la historia cubana, ningún gobierno enfrentó
condiciones tan difíciles como las actuales: incapacidad económica,
insuficiencia de los salarios, indisciplina laboral, desinterés de los
trabajadores por el resultado productivo, desesperanza generalizada y
creciente deterioro ético, en un contexto caracterizado por el aumento
de los precios de los alimentos en el mercado internacional.
Este cuadro ha sido causado por un sistema político totalitario, basado
en el voluntarismo y una economía prisionera de la ideología. Prueba de
ello es que, durante varios años, en vez de trabajar para sustituir
importaciones, el gobierno ha dedicado millones y millones de dólares en
la compra de alimentos a Estados Unidos, cifra que pudo utilizarse para
la conversión de la agricultura en fuente de empleo y desarrollo sostenible.
Como la producción de alimentos exige eficiencia, con independencia de
que la misma sea considerada "tarea principal para los dirigentes del
Partido", la realidad demanda transformaciones profundas en el sistema
salarial y en la estructura de la propiedad agraria para promover el
interés de los trabajadores. En el estado actual de deterioro, la
mayoría de los ciudadanos no quieren trabajar por un salario totalmente
ajeno al costo de la vida y en el que los llamados ideológicos carecen
de eficacia.
En ese sentido, es bueno tener presente dos razones: 1) Que el trabajo
es tanto fuente de riqueza como de propiedad. La fuerza que el derecho
natural de cada persona sobre sí mismo y el instinto de apropiación
ejercen sobre la propiedad de las cosas es mucho mayor sobre los
productos del trabajo; y 2) Tal como el desarrollo individual y el
social se condicionan mutuamente, la propiedad privada y la social se
complementan, por lo que el problema no radica en la elección de una u
otra forma de propiedad, sino en la capacidad y voluntad para determinar
en cada época, lugar y condiciones, cuál o cuáles de las formas resultan
más ventajosas. Ambas razones vinculan la institución de la propiedad
con el interés productivo y la convierten en fundamento del orden social.
Dos medidas
El reto del gobierno radica en convertir la propiedad y los salarios en
palancas del desarrollo económico. Una estructura en la que, de un lado,
convivan y cohabiten sus variadas formas con sus propias dinámicas: la
propiedad privada, mixta y cooperativa, la autogestión o los consejos de
trabajadores en las empresas; la propiedad municipal y las entidades
económicas controladas por el Estado; y de otro, la redistribución se
rija por el principio de "a cada cual según su capacidad, a cada cual
según su trabajo". Una combinación que sitúa las decisiones básicas en
el lugar donde estas deben realizarse: una concepción compatible con las
ideas de participación creativa y plena de los trabajadores.
Históricamente, en la Isla los latifundios coloniales devinieron
latifundios republicanos, y estos en latifundios socialistas, propiedad
de nadie y desinterés de todos, donde los ciudadanos, desposeídos e
impedidos por ley de ser propietarios y de recibir en dependencia de sus
aportes, han tenido que acudir a las ilegalidades, entre ellas la
apropiación individual de la supuesta "propiedad de todo el pueblo".
Por otra parte, una pequeña propiedad agraria fuerte estuvo siempre en
proyectos. José Antonio Saco, en su Análisis de una obra sobre Brasil,
planteaba la disolución de la plantación esclavista en pequeñas parcelas
agrícolas o colonatos, y José Martí decía: "Es rica una nación que
cuenta muchos pequeños propietarios. No es rico el pueblo donde hay
algunos hombres ricos, sino aquel donde cada uno tiene un poco de
riqueza. En economía política y en buen gobierno, distribuir es hacer
venturosos".
Se impone pues, si se quiere eficiencia en la producción de alimentos,
suspender todas las regulaciones encaminadas a impedir la formación de
una clase media rural y, en su lugar, proceder a la transformación de
los ociosos latifundios estatales en grandes, pequeñas o medianas
empresas e incentivar a sus dueños, privados o colectivos, con
imposiciones fiscales bajas y flexibles. Dos medidas que generarían una
mayor oferta, variedad y calidad de productos agrícolas y la
consiguiente disminución de los elevados precios actuales.
A esas medidas debe unirse la institucionalización del contenido de los
pactos de derechos humanos recientemente firmados por el gobierno, lo
que generaría un cambio significativo en la situación actual. "Quien
quiera nación viva, ayude a establecer las cosas de su patria de manera
que cada hombre pueda labrarse en un trabajo activo y aplicable una
situación personal independiente", decía Martí. Y ese establecimiento
pasa por la implementación y protección de los derechos y libertades que
sirven de fundamento a la dignidad de la persona humana.
http://www.cubaencuentro.com/es/cuba/articulos/menos-tierrras-ociosas-mas-pan-85762
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