Los intelectuales del mundo
"Escribir novelas es también una manera de comprometerse"
Lo dice el escritor mexicano Jorge Volpi
MONTREAL.– El escritor mexicano Jorge Volpi se mueve con austeridad:
cuando habla tiene las manos casi quietas. Apenas corrige, de tanto en
tanto, la montura de los anteojos que se deslizan hacia abajo.
De todos modos se muestra enérgico en sus conceptos y es un inapelable
sintetizador, como buen escritor. Sostiene que el compromiso de los
escritores con la política debe seguir, pero no necesariamente con la
intervención directa: "Escribir novelas también es un compromiso social,
una manera de comprometerse para los escritores".
Volpi va a cumplir 40 años el 10 de julio, pero hace bastante que dejó
de ser una promesa para convertirse en un autor consagrado. Su novela En
busca de Klingsor ganó el premio Biblioteca Breve, de Seix Barral, en
1999. Es parte del movimiento literario mexicano conocido como
Generación del Crack, caracterizado por el espíritu de ruptura y por sus
audacias formales.
Además de escritor es licenciado en Derecho y maestro en Letras; fue
diplomático y, en la actualidad, dirige el Canal 22 de México, una señal
destinada íntegramente a la cultura.
Sobre la actualidad argentina, opina: "Que haya ganado Cristina
Kirchner, la esposa de Kirchner, más allá de sus méritos, refleja cómo
los gobernantes se reparten el poder en América latina".
No sólo habla del caso argentino, del que dice: "Ese pase de manos da
para escribir una novela", sino que se adentra en los pliegues de la
realidad de Cuba, de la Venezuela de Hugo Chávez y, claro, de su país
natal. Y castiga: "Los gobiernos de centroizquierda no son tan
diferentes de los que aplicaron el neoliberalismo. Los diferencia el
discurso, pero en el terreno económico son iguales".
Durante una entrevista con LA NACION, en un alto del 10° Festival
Internacional de Literatura, organizado por la Fundación Metrópolis
Blue, de esta ciudad, el autor de No será la tierra (Alfaguara, 2006) se
ocupa del líder venezolano. "Por supuesto que Chávez es una mala
influencia para la región. Representa el descrédito de la política. Los
populismos, sean de izquierda o de derecha, pretenden perpetuarse en el
poder y eso provoca que los hombres hagan que las instituciones se
debiliten. Y no sólo Chávez es malo. Creo que, en el otro extremo, Uribe
[Alvaro, presidente de Colombia] y su búsqueda de quedarse en el sillón
también lo es."
En octubre, aparecerá una nueva novela de Volpi, también editada por
Alfaguara. El título es El jardín devastado y quizás en noviembre la
presente en Buenos Aires.
-¿Tienen que intervenir los escritores en política?
-Creo que la época de los "intelectuales comprometidos" se ha terminado.
Aquellos que en los años 60 se sentían obligados a declararse parte de
la llamada gauche , los identificados con la izquierda francesa y con la
vanguardia, se han agotado ahora por completo. Sigo, sin embargo,
creyendo que los escritores deben intervenir, que tienen una
responsabilidad social. Pero intervienen no sólo con su opinión política
y con sus posiciones frente a los hechos sociales, sino también a la
hora de escribir ficción. Escribir novelas también es un compromiso
social de los escritores. Creo que hay que tener una posición política,
lo que no es una obligación, es parte del compromiso.
-Algunos colegas suyos creen que el poder se siente incómodo con los
intelectuales. ¿Coincide?
-Siempre existió una fascinación entre los intelectuales y el poder, así
como una repulsión mutua. Los gobernantes les tienen miedo a los
intelectuales y a la vez tienen un interés desmedido por saber cómo los
ven, porque creen que las críticas de ellos podrían limitar su poder.
-Pero hay algunos intelectuales que llegaron al poder...
-Hubo intelectuales que llegaron al poder. Nunca fueron presidentes,
pero sí ocuparon cargos de secretarios de Estado, de ministros, y sobre
todo, actuaron en el mundo diplomático.
-Como es su caso...
-Sí. Pero también hubo otros escritores que fueron reprimidos por los
gobiernos, que debieron exiliarse o que fueron censurados. Esto explica
eso de la fascinación y la repulsión mutua que sienten.
-¿Cree que es una impronta de toda América latina?
-En América latina, varía de caso en caso. Chávez, por citar uno, estuvo
rodeado de intelectuales cuando comenzó su gobierno. Los tuvo cerca, y
ahora esos intelectuales son sus más acérrimos críticos. Y no es que
Chávez no quiera tenerlos a su lado: ellos se desencantaron.
-El ex presidente de México Vicente Fox decía que el neoliberalismo
necesitaba una mirada más fuerte en lo social. Ahora llegó el tiempo de
los gobiernos de centroizquierda. ¿Cree que van a cumplir con ese
compromiso?
-Se vio claramente que la mano invisible de Adan Smith no existe y que
ese sistema neoliberal fracasó. El sistema no permite una atención
social. Es lógica la reacción de los pueblos, que quieren cambiar. Lo
preocupante es que en los discursos todo cambió, pero en el terreno
económico sigue la aplicación de aquel sistema que fracasó. No son tan
diferentes: más bien son iguales. La diferencia está en el discurso. La
distribución de la riqueza no es tal y, por ejemplo, la élite chavista
sigue disfrutando de la bonanza económica. En otros aspectos, los
gobiernos de centroizquierda hacen cambios profundos, como en materia de
derechos humanos. Pero en el plano económico, no.
-¿Considera alentadora la nueva situación de Cuba?
-No me parece alentadora precisamente la situación en Cuba. El sistema
no tiene más remedio que hacer cambios mínimos. Eso tiene que ver con la
presión que ejerce la sociedad. Que ahora puedan alojarse en hoteles y
tener teléfonos celulares parece, en pleno siglo XXI, una broma. Además,
no creo que esos cambios provengan del liberalismo de Raúl Castro. Sólo
entendió que en esa olla de presión no introducir esos cambios
provocaría costos mayores. Cuba fue una influencia para América latina
porque durante muchos años estuvo ahí, con su revolución. No era difícil
estar enamorado de la revolución al principio, pero luego...
-¿América latina tiene todavía las venas abiertas, como decía Eduardo
Galeano?
-Claro que sí. Sigue teniendo las venas abiertas... La injusticia y la
desigualdad social siguen siendo el hecho más dominante en la región y
ninguna sociedad puede crecer sobre esa base endeble. Hay que tomar
medidas, seguir creando conciencia.
-Hablemos sobre literatura. ¿Cuesta mucho ser los hijos del boom
latinoamericano que encarnaron García Márquez, Vargas Llosa, Carlos
Fuentes...?
-Es que no somos los hijos: somos más bien los nietos. Lo digo desde el
punto de vista de generación literaria, no cronológica. Tenemos edad
para ser los hijos, pero hubo en el medio otra generación de escritores.
No existe presión por eso. Los escritores del boom para nosotros son los
clásicos de la literatura latinoamericana y, aunque muchos de ellos
estén vivos, tienen una influencia permanente y lejana. Es como
preguntarles a los autores españoles si se sienten presionados por
Cervantes o Lope de Vega...
-¿Qué hace en el tiempo libre?
-Me gusta mucho la música. Voy a la ópera todo lo que puedo.
-¿Y las manifestaciones populares como el fútbol, por ejemplo?
-Me interesa muy poco el fútbol. Bueno, en época de mundiales, un poco
más... Casi detesto la fiebre futbolística: me resulta insoportable la
de nuestros países y también la de Europa. En España, por ejemplo, esa
fiebre casi no te deja vivir...
Por Alejandro Di Lázzaro
Enviado especial
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