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Tuesday, May 27, 2008

El largo viaje de Hilda Morejón

El largo viaje de Hilda Morejón
Martes 27 de mayo de 2008 | Publicado en la Edición impresa

Por cuenta y riesgo de Raúl Castro, Hilda Morejón recibió el pasaporte
cubano y, de inmediato, pudo viajar a Buenos Aires. Era ahora o nunca,
según fuentes vinculadas con el patético caso de Hilda Molina, la
neurocirujana cubana que reclama desde 2004 el permiso para conocer a
sus nietos en la Argentina. La edad avanzada de su madre, 89 años, así
como su precario estado de salud, pesaron en la decisión adoptada por el
régimen.

Hilda Morejón pudo conocer a sus bisnietos y, después de 15 años,
reunirse con su nieto, el médico Roberto Quiñones, en Buenos Aires.
Puede decirse que, hasta su llegada al país, estuvo virtualmente
secuestrada en la isla caribeña, como hoy sigue estándolo su hija, a
quien el régimen cubano aún no ha autorizado a salir del país.

Con discreción, el gobierno argentino dejó dicho que Fidel Castro no
había tenido nada que ver en la decisión de su hermano Raúl. Ese dato,
acaso obvio, tiene gran peso en momentos en que no está claro quién
ejerce el poder real en Cuba después del retiro del comandante.

Los agradecimientos estuvieron dirigidos a Raúl Castro, no a su hermano.
La presidenta Cristina Kirchner procuró ponderar la decisión como un
gesto hacia el gobierno argentino, pero omitió en forma deliberada la
referencia inoportuna de quien, mientras ejercía la presidencia, no
movió un dedo por Hilda Morejón, su hija y su familia.

El último embajador en La Habana, Darío Alessandro, solía visitar a
Hilda Molina y su madre, sobre todo después de un accidente doméstico
por el cual Hilda Morejón comenzó a tener serias dificultades para
desplazarse en su casa. Idéntica actitud adoptó el ministro Pedro von
Eyken, encargado de negocios, a cargo de la representación diplomática
desde la asunción de Cristina Kirchner, el 10 de diciembre de 2007.

En los últimos años, a pesar del hermetismo con el cual se manejó el
caso de Hilda Molina por la falta de progresos, tanto Alessandro como
Von Eyken, diplomático de carrera con 25 años de trayectoria,
insistieron en planteárselo al régimen cada vez que pudieron. De Fidel
Castro siempre obtuvieron un no como respuesta. Vale destacar, más allá
de la lectura política, el trabajo silencioso de la diplomacia argentina.

Pero no puede obviarse que la decisión de Raúl Castro de concederle el
pasaporte a Hilda Morejón coincidió tanto con la gradual apertura del
régimen, encarada por él, como con la elección de los nuevos miembros
del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Entre los
latinoamericanos, la Argentina, Brasil y Chile ocuparán bancas en los
próximos tres años. Si se considera el impacto que siempre ha tenido la
virtual condena de Cuba en ese ámbito, ahora remozado, es vital para las
actuales autoridades del país caribeño contar con aliados en su seno.

Desde su asunción, en mayo de 2003, Néstor Kirchner prodigó sugestivas
atenciones a Fidel Castro, entre otras, haber auspiciado la cesión de la
explanada de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires
para el show que montó en aquella ocasión. La relación bilateral, sin
embargo, tuvo y tiene temas espinosos que el régimen cubano procuró
evitar. Uno de ellos es la deuda contraída con el gobierno de Héctor J.
Cámpora, hoy del orden de los 2000 millones de dólares, que ha
convertido a la Argentina en el segundo acreedor de Cuba después de
Japón; otro es la negativa a la neurocirujana para que visitara a sus
familiares en la Argentina.

Es de esperar ahora que el régimen cubano expida el pasaporte de Hilda
Molina. No se trata sólo de un gesto humanitario, sino del derecho de
sus nietos a conocerla y, en última instancia, del derecho de toda
persona a ser dueña de su destino. Toda la biblioteca y la
jurisprudencia de los derechos humanos, sin distinción de ideologías, le
dan la razón a ella, así como el sentido común, siempre más sabio que la
política.

http://www.lanacion.com.ar/opinion/nota.asp?nota_id=1015902

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