Sones para presos
Es un ejercicio de crueldad proponerle un verso a quien necesita
medicina y una canción a un hombre que sueña con un pan.
Raúl Rivero, Madrid
miércoles 11 de julio de 2007 6:00:00
La Asamblea Nacional del Poder Popular inauguró en América la era
digital. Desde su primera elección, todo el proceso de selección de los
candidatos y las elecciones se realizaron al ritmo de las fluctuaciones
del dedo índice de la mano derecha de Fidel Castro. Ese método
revolucionario salva a la sociedad de las crispaciones, debates y
reconcomios de unas elecciones libres, y permite que un diputado como el
escritor Alejo Carpentier, residente en París, representara a la
población de Guanabacoa, reservorio natural de los fundamentos de las
religiones afrocubanas.
Todo eso, a pesar de que los últimos negros que viera de cerca el autor
de Viaje a la semilla fueran los caleseros de los grabados de Víctor
Patricio Landaluce. Pues bien, ahora el "Parlamento" ha aprobado una
propuesta del diputado Silvio Rodríguez para llevar manifestaciones
artísticas a la población penal. Él mismo está dispuesto a presentarse
con su guitarra ante los condenados: unos 80.000 por delitos comunes y
250 por no compartir las ideas políticas de los parlamentarios. Por
cierto, las mismas personas que integran el gobierno nacional y
administran los casi 300 centros penitenciarios del país.
El problema es que los presos políticos son inocentes y están encerrados
con condenas de hasta 28 años en juicios teatrales y de quincalla. Otro
asunto es que muchos están enfermos (cirrosis, tuberculosis, trastornos
cardíacos) y no reciben la alimentación ni la atención médica requerida.
Se les prohíbe la entrada de medicinas. Viven en parcelas del infierno,
acosados por piojos, mosquitos, roedores y cucarachas. Y son sometidos a
tratos degradantes que incluyen linchamientos verbales y palizas.
Así están también los presos comunes. En ese sector predominan las penas
por actividades delictivas económicas. Desde hurto y sacrificio de vacas
y caballos, hasta asaltos a cafeterías y bodegas, robos de frutas y
viandas en las granjas estatales, y otras fechorías derivadas de la
pobreza y la ineficacia de un sistema que ofrece un salario promedio de
10 euros al mes. Con ese panorama no parece acertado comenzar a preparar
brigadas de sonetistas, grupos folklóricos, combos, trabucos, ventú y
charangas para ir a trabajar a los patios de las prisiones.
Que no inicie el Ballet Nacional los ensayos de Avanzada, ni la
Sinfónica desempolve las contradanzas de Cervantes, ese es el repertorio
que los funcionarios creen que el pueblo puede asimilar. Y los presos
son gente también de esa sustancia. Es un ejercicio de crueldad
proponerle un verso a quien necesita medicina y una canción a un hombre
que sueña con un pan. Es ofensivo tratar de darle un somnífero de arte
controlado a los presos políticos. Ellos están detrás de las rejas
porque creen en la libertad.
* Publicado en el diario español El Mundo.
http://www.cubaencuentro.com/es/encuentro-en-la-red/cuba/articulos/sones-para-presos/(gnews)/1184126400
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