La UE y Cuba, un año después
JOAQUIN ROY
Bruselas -- Doce meses desde el dramático anuncio de la enfermedad de
Fidel Castro y su cesión de poder, limitada y temporal, en su hermano
Raúl, la relación entre la Unión Europea y Cuba sigue aproximadamente
como estaba entonces. No se han confirmado las expectativas de un cambio
(sutil o notable, según los deseos) de la estructura política de Cuba.
Tampoco los diversos movimientos e iniciativas generados en Bruselas y
otras capitales europeas, sobre todo Madrid, han tenido el resultado
apetecido. La frase lapidaria atribuida a un alto funcionario de la UE
sigue vigente: Europa y Cuba sufren de un largo ciclo de ``irrelevancia
mutua".
La primera parte de la larga convalecencia de Castro y su delegación de
mando estuvo presidida por una cierta prudencia de los dirigentes
europeos y las instituciones de la UE. Nada se podía ganar mediante
acciones arriesgadas, demandas desproporcionadas, o presiones que
solamente hubieran recibido la acostumbrada respuesta agresiva de La
Habana, acrecentando la incomunicación y haciendo todavía más difícil la
diaria existencia de los cubanos, y muy especialmente la de los
disidentes. Por otra parte, esta actitud en nada sustancial se
diferenciaba de la profesada por el gobierno estadounidense, que no ha
rebasado el listón del enfrentamiento verbal y el acoso simbólico de la
restricción de viajes del exilio y el envío de remesas.
Para el resto del gran Caribe, Cuba como estaba antes de la enfermedad
de Castro, y sobre todo durante la frágil situación que preside el
impasse, es el mejor de los mundos. Incluso la ambivalencia actual le
conviene a Chávez, quien no debe tomar decisiones innovadoras con Raúl
el timón. Europa, por su parte, optaba por el camino de la prudencia.
Pero pasaron los meses y lo más dramático fueron las ausencias de Castro
en las grandes celebraciones y reuniones internacionales, y su
reaparición mediática y periodística.
Pero la calma encubría el peligro para ciertos actores europeos (sobre
todo España) de sufrir una erosión en su presencia en Cuba, con grave
impacto para el inmediato futuro en caso de que los acontecimientos se
aceleraran. La mejora en la fricción entre la UE y Cuba a causa del
levantamiento en enero de 2005 de las ''medidas'' temporalmente
impuestas en 2003 como represalia por los graves incidentes, se había
traducido en un gélido trato. Por otra parte, aprovechando el delicado
momento, algunos gobiernos europeos (especialmente el checo y el polaco)
amenazaban con proceder a la ''codificación'' de la conducta con Cuba,
una especie de camisa de fuerza en la forma de un documento de
''estrategia'' que se había prometido desde principios de 2006.
España decidió tomar la iniciativa y en abril de 2007 se desmarcó del
frágil consenso, presentando al gobierno cubano una oferta de diálogo
que no obviara ningún tema, incluido el espinoso campo de los derechos
humanos. La visita del ministro de Asuntos Exteriores español, Miguel
Angel Moratinos, sorprendió con la guardia bajada a aliados y
opositores. Fue un evidente riesgo que tenía como objetivo implementar
con profundidad la política de ''implicación constructiva'' que
pretendía sentar las bases para una acción positiva cuando se produjera
la transición. España no podía quedar rezagada al nivel de países
europeos sin apenas relación histórica con Cuba.
Pero la apertura española no tuvo más resultados que buenos gestos y
sonrisas por parte del gobierno cubano. De ahí que cuando llegó el
momento de decidir al final del semestre qué hacer con las medidas
temporalmente suspendidas y con la espinosa Posición Común de 1995, el
gobierno español decidiera diplomáticamente pactar con Praga un consenso
curioso. Por un lado, la Posición Común seguía vigente porque no se
mencionaba en el documento aprobado por el Consejo en junio. Todo
confirmaba su inoperancia, pues la llamada ''posición'' que se vende
constantemente como ''sanciones'' (al igual que las ''medidas'') es
simplemente unas condiciones que la UE presenta a Cuba, en caso de que
quiera disfrutar de un acuerdo de cooperación como el que tienen todos
los países latinoamericanos y los ACP.
Como que Cuba rechazó en su momento plegarse a esa oferta, nada
sustancial ha cambiado desde entonces. Al rechazar el propio Castro
ahora la ''invitación'' de la UE se extiende el impasse y se deja a cada
uno de los actores a que decidan por su cuenta lo que más les conviene.
Habrá que esperar.
Catedrático 'Jean Monnet' y Director del Centro de la Unión Europea de
la Universidad de Miami
jroy@Miami.edu
http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/columnas_de_opinion/story/68600.html
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