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Tuesday, July 17, 2007

El miedo y las quejas vigiladas siguen dominando las calles de La Habana

El miedo y las quejas vigiladas siguen dominando las calles de La Habana
Los cubanos buscan expresarse a pesar de la censura y el hostigamiento
de las autoridades

Will Weissert

La Habana.— Miguel está en la mitad de la frase cuando su rostro se
ensombrece y baja la mirada. Está hablando sobre lo que debe ser vivir
en un país en donde el gobierno no controla toda la radio y la
televisión. Lo que dice está lejos de ser incendiario, pero cuando pasa
un policía se calla. "Eso es Cuba", dice después que se va el agente.
"Siempre oyen", agrega. "Censura, censura", musita un hombre musculoso
sentado cerca. Miguel asiente y después rectifica. "Censura no", dice en
voz baja, "miedo".

   La conversación pasa al fútbol y al béisbol. Miguel se tranquiliza.
En el Parque Central de La Habana, conocido como la Esquina Caliente,
jóvenes y viejos, negros y blancos, algunos con cadenas de oro y
zapatillas y otros con musculosas y sandalias, discuten sobre deporte
todos los días.

   Si uno lo visita con frecuencia, va escuchar también la discusión de
otros temas: mujeres, tarjetas de racionamiento, conexiones ilegales de
televisión, escasez de agua y la reunión del Partido Comunista la noche
anterior. Pero quienes se desvían del tópico deportivo lo hacen con
discreción. Miguel pidió que no se publicase su apellido por temor a
repercusiones en el gobierno.

   Decir lo que uno piensa en el momento y lugar inoportunos puede
costar el empleo en Cuba. Insultar a Fidel Castro o a otros altos
líderes en público puede significar la cárcel. No hay prensa libre, el
acceso a Internet está restringido y muchos cubanos suponen que sus
teléfonos están interceptados. Los agentes de seguridad estatal siguen a
los críticos del gobierno y a los extranjeros, mientras los
omnipresentes Comités de Defensa de la Revolución mantienen vigilados a
los vecinos.

   Se dice que la Esquina Caliente está llena de agentes del gobierno
que se visten como los demás para pasar inadvertidos. Más evidentes son
los policías uniformados. Una vez, durante la visita de un reportero, un
oficial escuchó la conversación y anotó el número de documento de todos
los cubanos que participaban. Otra vez, un policía con un perro ovejero
alemán permaneció a corta distancia, mirando fijo sin decir palabra.

Válvula de escape. Aun así, la libertad de palabra en Cuba tiene más
matices que lo que creen muchos extranjeros. El gobierno tolera las
críticas en determinados contextos y mucha gente se expresa en público,
algunos para quejarse amargamente.

   La disidente Miriam Leiva cuenta que se estimula, a modo de válvula
de escape, expresar las quejas en las reuniones del Partido Comunista,
aunque los funcionarios les presten oídos sordos. "Esto logra aliviar la
tensión y permite una salida para que la gente se distienda un poco",
dijo Leiva, una periodista independiente. "Pero ellos se manifiestan
porque tienen que hacerlo, porque padecen. Y después nada cambia", asegura.

   En 1961, Castro sentó el precedente para la libertad de palabra
diciendo: "Con la revolución todo, sin la revolución nada". "No había
otra opción. Era «estás con nosotros o estás en contra» y puedes
imaginarte qué sucede si estás en contra", dijo Leiva. "Así es como
siguen las cosas", señaló.

   El marido de Leiva, Oscar Espinosa Chepe, es un economista que pasó a
ser anticomunista, uno de 75 disidentes arrestados en una redada de
críticos del gobierno en 2003. Aunque Espinosa Chepe fue puesto en
libertad por motivos de salud, Leiva y otras mujeres familiares de
prisioneros políticos, enteramente vestidas de blanco, marchan en
silencio por la Quinta Avenida de La Habana todos los domingos después
de misa.

   Sus movimientos son observados por agentes de seguridad estatal y a
veces son hostigadas abiertamente por partidarios del gobierno, aunque
la marcha de las Damas de Blanco ha sido tolerada durante años. "Somos
muy pacíficas. Además estamos en sus manos. Pueden hacernos lo que
quieran", dijo Leiva.

Sin Fidel. La periodista sostiene que los cubanos en general han tenido
menos temor a hablar abiertamente en público desde que el presidente
Castro, de 80 años, se sometió a una cirugía hace un año y cedió el
poder a su hermano Raúl. El "máximo líder" no ha sido visto en público
desde entonces, aunque escribe varios ensayos por semana que aparecen en
los medios estatales.

   "Pienso que la mayoría de la gente está perdiendo el temor", comentó
Leiva. "Ha habido un cambio después de la enfermedad de Fidel. El no
está allí. Solía estar en todos lados. Era casi como si uno respirase y
lo estuviese respirando a él", afirmó.

http://www.lacapital.com.ar/2007/07/16/mundo/noticia_403521.shtml

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