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Friday, July 20, 2007

El botín de los revolucionarios

Publicado el viernes 20 de julio del 2007

El botín de los revolucionarios
ADOLFO RIVERO CARO

Hace algún tiempo, casi inadvertidamente, se inauguró en Washington un
monumento a los cien millones de víctimas del comunismo. El más
elemental recuento sobre el costo humano y los resultados prácticos de
las revoluciones comunistas del siglo XX concluye que ha sido una
tragedia histórica sin precedentes. Pese a todo su espanto, los
sufrimientos y las víctimas producidas por el nazismo y el fascismo han
sido incomparablemente menores. Uno tiene que preguntarse: ¿cómo es
posible entonces que las ideas del comunismo hayan mantenido vigencia en
ciertas áreas del mundo? Si ningún partido político del mundo puede
esperar ganar popularidad esgrimiendo las ideas de Adolfo Hitler o de
Benito Mussolini, ¿cómo es posible entonces hacerse popular blandiendo
las ideas de Lenin y de Stalin?

No es ninguna especulación. Pese al desconcierto de amigos y enemigos,
Fidel Castro se reafirma marxista-leninista. Y, para estupefacción de
muchos, Hugo Chávez se proclama seguidor incondicional de sus ideas. Y
no está solo. López Obrador consiguió mucho público con esa línea. Y
Correa convenció a la mayoría de los desesperados ecuatorianos. Por no
hablar de Bolivia, que quiere experimentar con el incanato. O del triste
regreso de Daniel Ortega. ¿Cómo es posible? ¿Es que hay un impulso
suicida en los pueblos?

¿Cómo es posible que el comunismo no sea execrado como el nazismo y el
fascismo? La respuesta es compleja (ver El Comunismo Olvidado en

www.neoliberalismo.com) pero habría que subrayar el papel que jugó la
URSS en la lucha contra el nazismo (aunque empezaran como aliados con el
Pacto Molotov-Ribbentrop de 1939). También está el profundo
anticapitalismo de la intelectualidad occidental, estimulado por la I
Guerra Mundial y la Gran Depresión. Y, quizás lo más importante de todo,
el comunismo ofrece una insuperable coartada ideológica para el robo. Un
robo en escala masiva y colosal. No hay quien pueda con eso. Es una
tentación irresistible.

En nuestro continente, Castro ha dado el deslumbrador ejemplo. Después
de todo, era sólo un oscuro gángster en la Cuba republicana y ya lleva
medio siglo en el poder. Ante ese ejemplo, ¿por qué arriesgarse para
robar un banco? ¿Por qué no un país entero, con el pretexto de que el
imperialismo nos explota o que el capitalismo se basa en el lucro?
¿Acaso no tiene Castro todavía entusiastas defensores? Es precisamente
por eso que, a pesar del aparatoso fracaso del comunismo, esas coartadas
ideológicas nunca van a morir. En EEUU, Francia, Inglaterra y algunos
otros países ese discurso ideológico no convence a nadie. Creen en otros
disparates, pero no en ése. Pero en buena parte del mundo
subdesarrollado, particularmente en América Latina, esas ideas mantienen
una relativa vigencia. Mucha gente cree que es mejor que las empresas
privadas sean administradas por burócratas. Creen importante que los
''puestos de mando'' de la economía nacional estén en manos del estado.
Por favor. Todos los contratos de la defensa nacional de Estados Unidos
están en manos de empresas privadas. ¿Alguien se imagina a EEUU
nacionalizando la Exxon, Microsoft o General Motors? Es importante sonar
la campana de alarma en relación con las nuevas revoluciones
anticapitalistas. ¿Anticapitalismo? ¿Y quién va a sustituir la gestión
empresarial de miles de pequeñas, medianas y grandes empresas? ¿Quién va
a sustituir la administración de sus dueños? ¿Simples amigos del
gobierno que ganan un sueldo fijo y no tienen ningún verdadero interés
en su rentabilidad? En el 99% de los casos, las ''nacionalizaciones'' no
son más que un robo. Un robo que les transfiere la administración de
esas propiedades a los amigos de los gobernantes. Ellos simplemente van
a gastar el capital acumulado y, cuando empiecen a dejar pérdida, el
gobierno los va a subvencionar. En la gran mayoría de los casos, esto
sólo puede llevar a la bancarrota.

Miles de cuadros, profundamente frustrados por la corrupción e
ineficiencia de los gobiernos democráticos, han mostrado una disposición
desesperada a ensayar un experimento que siempre ha fracasado. Ellos se
dicen: si todo el mundo está tan corrompido, ¿por qué no darle un voto
de confianza a los que han denunciado fieramente esta corrupción? ¿Por
qué no darles la oportunidad de dirigir no sólo las empresas sino todo
el país? ¿Acaso hay una alternativa peor que la realidad existente?
Enorme error. Por corrompida que sea una clase política, no hay nada
peor que entregarle el poder a una gavilla de aventureros cuya única
preocupación es eternizarse ''legalmente'' en el poder. De aquí su
impúdica prisa por cambiar la constitución aprovechando su momentánea
mayoría.

Los ejércitos nacionales tienen que estar alertas ante estos golpes de
estado a cámara lenta. No se puede permitir que el país entero se
convierta en el botín de los revolucionarios. Un gobierno civil puede
hacer lo que quiera menos cambiar las reglas del juego republicano y
democrático . Y no hay que olvidar que el que pretenda hacerlo tendrá
que destruir el ejército constitucional. No le quedará más remedio.
Castro se lo repite a Chávez una y otra vez. El ejército venezolano no
es confiable. ¿Cómo va a serlo si Castro no confía ni en el ejército que
él mismo creó?

www.neoliberalismo.com

http://www.elnuevoherald.com/noticias/mundo/columnas_de_opinion/story/68164.html

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